viernes, 30 de abril de 2010

Con la luz encendida...




Ah…la tierna infancia, los momentos en los que como decía mi Madre y ahora repite con sus nietos “tu única obligación es estudiar y divertirte” porque en mi casa no se daba mucho eso de otorgarnos tareas de orden y limpieza, mi Madre decía que ya tendría tiempo de fastidiarnos con eso cuando fuéramos grandes, jamás recuerdo que me haya dicho: “recoge tus juguetes”, “tiende tu cama”, ni siquiera “levanta tu plato”…y yo que sé, quizás debió hacerlo pero, cada Mamá es un mundo.

Les cuento que nací en el DF pero de muy niña llegué a vivir a Aguascalientes, si, era 1981 y yo tenía 6 añotes, al paso del tiempo, me di cuenta de que mi educación no era igual a la de otros niños aquí, ellos si tenían que levantar su plato y “lavar la loza” y cumplir con tareas tortuosas como “arreglar su cuarto”! Recuerdo que mi Mamá nos dejaba brincarnos la sopa si no nos gustaba y pedir doble de lo que quisiéramos, esto era una complejidad cuando íbamos a la casa de algún amiguito a comer, se servía la comida en orden y te acababas todo o no había postre, además no se prendía la tele ni se leía en la mesa y estaba terminantemente prohibido abrir la puerta o contestar el teléfono, retrógradas!

La defensa de mi Madre cuando le preguntaban por qué nos dejaba brincar platillos o pedir doble siempre era la misma: “a un adulto no le obligas a comer lo que no le gusta verdad?, por qué has de hacérselo a un niño?” ya! Alto! Ni me digan! Imagino lo que están pensando, desde “eso explica muchas cosas” hasta “la retrógrada era tu Madre”, sin embargo, mal que bien, con sus ideas y como pudo y quiso, nos sacó adelante y aquí estamos.

Uy! Cuántas cosas recuerdo de mi infancia, mis juguetes favoritos incluían una casita de galletas, varios cariñositos, con el cariño móvil, claro está, una Mary Pecas, no recuerdo nada Lilly Ledy pero seguro lo tuve, un mono horrible que se llamaba Micheloso, lo dicho, era horrible, pero bueno, estaba de moda, unos juegos llenos de agua a los que les apretabas unos botones para que unos aritos subieran y se ensartaran en palitos de diferente valor que te daban puntos, no recuerdo como se llamaban pero salían con Chabelo, mi hermano siempre tuvo los juegos más vanguardistas tuvo el atari, el pong, el fabuloso Fred, bueno, ese era de todos, ah! y tuvo el Halcón Milenario de StarWars! No no, que cosa, cuántos recuerdos, lo que más presente tengo era una lámpara de casita, toda de acrílico blanco con rojo que mi Mamá me dejaba tener prendida toda la noche, yo no concebía un mundo sin luz, si, siempre tuve pavor a la oscuridad y de nuevo, contrario a la educación de la mayoría de mis amigos, yo, si quería, podía tenerla prendida toda la noche, no me hagan mucho caso pero creo que fue así hasta los XV años.

Mi madre claro tenía sus propios métodos de disciplinarnos, porque una cosa era no torturarnos con tareas que ella consideraba para adultos y otra muy diferente dejar que evadiéramos nuestras responsabilidades, en aquel entonces yo, como casi cualquier niña de mi edad, tenía el pelo laaargo laaaargo, al más puro estilo de Lucerito, entonces mi Madre para asegurarse de que yo hiciera la tarea, amarraba mi pelo al respaldo de la silla, oh si, leyeron bien (es tarde para llamar al DIF) y entonces sentenciaba: “no te paras hasta que no termines la tarea” y a mi que eso de seguir órdenes no me ha salido nunca muy bien, una vocecita me decía: “pues no terminas la tarea hasta que no te suelte” y a la voz de a ver quien se cansa primero, mi Madre solía acercarse a las 10 u 11 de la noche, soltarme el pelo y llevarme a la cama, generalmente yo llevaba ya dos o tres horas babeando sobre mis cuadernos y en la mañana antes de irme a clases hacía la tarea con las patas y llegábamos en safe.

Mi Papá supo ponerle fin a estos vergonzosos episodios, cuando por enésima vez llegó a casa y me encontró amarrada a la silla, se puso fúrico y dijo “si la niña no quiere hacer la tarea, que no la haga” mi héroe! Pensé yo, claro, él si me quiere, y me llevó en sus brazos a la cama donde dormí como un angelito.

A la mañana siguiente, cuando mi Mamá me despertó para ir a la escuela, recordé que tenía kilos de tarea, no alcanzaría a hacerlos esa mañana, así que intenté fingirme enferma y ni siquiera accedí a ponerme el uniforme, debí estar en tercero de primaria o algo así, el caso es que escuché a mi Papá subir la voz, a mi Mamá tratando de calmarlo y cuando sentí sus pasos en la escalera, me estremecí, “me cacharon!” me llevó a rastras y en pijama hasta el coche, mi hermana ya estaba lista en el asiento delantero y así nos fuimos, yo no podía creerlo! Entre la vergüenza de andar en pijama y la de no haber hecho la tarea no sabía que era peor. Mi hermana se bajó corriendo y entró a la escuela, yo por supuesto me negué a hacerlo, mi Papá abrió la puerta trasera, me tomó como a una muñeca de trapo y me aventó a la banqueta, chillando como marrano sacrificado, en pijama y hecha un desastre, aún no podía creerlo, acto seguido sacó la mochila, me la tiró encima, cerró puertas y se fue.

Es curioso, no recuerdo que pasó después, sólo que jamás hasta el fin de la Maestría, dejé una tarea sin hacer, y la prueba de que aquella fue una buena decisión, son mis boletas tapizadas de dieces que mi Mamá aún conserva con orgullo.

Ey, pero no! Guarden las antorchas, no era ninguna barbaridad, era…su forma de educarme.

Hace un par de años recibí un correo que decía: “antes, si le decían a tu Mamá que la Maestra te había regañado, te ponía una tunda de aquellas y al día siguiente iban juntos a disculparse con ella, ahora, si le dicen a tu Mamá que la Maestra te regañó, al día siguiente tu Mamá, tu psicóloga y el abogado de la familia, están en la escuela presentando una queja por maltrato infantil y una demanda penal en contra de la maestra, por daño psicológico” me moría de risa cuando lo leí, creo que expresa bien lo mucho que han cambiado los tiempos.



Y aún así, los recuerdos de mi infancia son de lo más felices, solía llegar de la escuela, hacer la tarea mientras mi Mamá cocinaba, luego comíamos, veía la tele un par de horas y me salía a patinar con los vecinos de la edad, estábamos todo el día en la calle, solitos, hasta que las Mamás salían de todas las casas para llamarnos a cenar, ahí terminaba la aventura y hasta otro día.

Agradezco infinitamente la libertad con la que me permitieron crecer, tanto como la mano dura que ejercieron cuando fue necesario, es algo que ahora como Mamá, trato de aplicar y no siempre es fácil, una vez me preguntaron en twitter: “a poco no le quitarías a tu hija todos los obstáculos del camino si te fuera posible?”

Mi respuesta fue inmediata y contundente: “no, por supuesto que no”

Esa claro, soy yo, quizás ante sus ojos, una retrógrada, que deja que su hija se salte la sopa y duerma toda la noche con la luz encendida.