domingo, 31 de octubre de 2010

Chakrasana...


Esto, más que una entrada del blog, será una crónica de una terrible y traumatizante experiencia que tuve, y no, no bromeo, uno debe entender los límites de su cuerpo antes de enfrascarse, como lo hice yo, en una locura así.

Como platiqué aquí mismo hace apenas un par de meses que retomé un ejercicio que desde que lo descubrí me encantó, el spinning, disciplina que sigo de mil amores a pesar de las críticas de quienes preguntan para qué me subo a una bicicleta si no voy a ningún lado.

El spinning dicho en pocas y villamelonas palabras, se trata de igualar el ritmo del instructor, con la mayor tensión (resistencia) que puedas soportar, después de dos meses de pedalear una hora diaria, noté como mi condición física ha ido mejorando, y por lo tanto acepté muy envalentonada, la invitación a lo que en el argot de los gimnasios se le conoce como "super clase" que no es otra cosa que una clase de lo que ya haces, pero más larga, en esta ocasión se trataba de dos horas de spinning y al finalizar, si así lo deseabas, podías quedarte a una hora de yoga.

Yo, conocedora ya de mi ritmo y alcance en el spinning, decidí que estaba lista para aceptar una clase doble y luego, relajarme con una hora de yoga, como premio a mi esfuerzo de las primeras dos horas, lo que ustedes no saben y ahora estoy por decirles y... pos entonces ya lo van a saber, es que jamás había tomado clases de yoga, lo más cerca que estuve de esa disciplina, fue cuando le compré a mi Mamá un CD de pensamientos de Alejandro Maldonado.

Me presenté puntual y preparada a la clase de spinning, un litro de agua y un gatorade de mandarina eran mis fieles compañeros, al cumplirse la hora y veinte minutos sentí desfallecer pero luego llegó eso que muchos llaman "el segundo aire" y con renovados bríos llegué sin mayor problema al final de clase.

Cuando la super clase terminó, yo me sentía perfectamente, ni siquiera respiraba agitada y las piernas parecían estar en excelentes condiciones, el instructor invitó a quienes quisieran participar en la clase de yoga, a pasar al siguiente salón sin realizar los ejercicios de estiramiento y a quienes ya se retiraban a repetir una serie de movimientos para poder irse... dudé un minuto, sí, hubo un titubeo, mientras limpiaba la bicicleta intentaba decidir rápidamente si irme o quedarme cuando vi entrar al maestro de yoga, un tipo con aspecto sereno, moreno pero de rasgos orientales, todo vestidito de blanco y con cara de bonachón, fue cuando me dije a mi misma: "mi misma: psss éntrale, pss total, psss qué" y me apresuré a terminar de limpiar la bici para cambiar de salón.

Oh! fatal error, por qué? por qué no he aprendido a hacerle caso a mi aguda intuición?, a los pocos minutos de haber cruzado el umbral del salón de usos múltiples, comprendí mi error, y le sucedieron tantos que creo que será más fácil si los enumero:

1. Tres de los compañeros, bajaron al baño a despojarse de la ropa sudada de la super clase y subieron frescos como lechuga y vestiditos de blanco mientras yo... con otras novatas que seguramente tampoco sabían a lo que iban, nos presentamos bañadas en sudor mientras los alumnos habituales de la clase de yoga nos veían como si fuéramos portadores de lepra o algo peor.

2. Con voz suave y pausada el maestro nos guió poco a poco hasta una posición en la que totalmente doblados, teníamos que apoyarnos con las yemas de los dedos mientras con las piernas separadas despegábamos los talones del piso en movimientos repetitivos, suena fácil, verdad?, de hecho también se ve fácil, pero a mi me era imposible mantener la posición, mis piernas comenzaron a acalambrarse y un dolor insoportable me recorría las pantorrillas, volteé a ver a mis compañeras de super clase y cuando comprendí que no era la única que experimentaba tal sufrimiento, me rendí, me paré de sopetón con las manos en donde evidencias gráficas muestran que una vez tuve cintura y respiré aliviada, con las miradas acusadoras de los compañeros, pero estaba libre de aquella tortura y era todo lo que importaba.

3. Lo que ocurrió con la primera posición a la que nos llevó el maestro, se fue repitiendo durante toda la clase, hubo una en particular en la que con las piernas separadas, una flexionada al frente y otra estirada hacia atrás, debíamos pasar la mano opuesta a la flexionada por entre las piernas hasta tocarnos los glúteos y cruzar la otra por la espada hasta lograr que las manos se tocaran una con otra, yo lo intenté, juro que lo hice, lo intenté mientras observaba a una compañera que debe tener alrededor de unos cincuenta años, intentarlo con más insistencia que yo, aún cuando lo único que conseguía era un nudo extraño que en nada se parecía a la posición del instructor, me causó algo de gracia verla hasta que mi mirada recorrió el salón y me topé con mi reflejo, si ella parecía un nudo maltrecho... yo no me acercaba ni siquiera a eso, era una cosa amorfa y doblada con la cara roja y el sudor corriendo por la frente, de nuevo me rendí.

4. A mitad de la clase, decidí darla por perdida, los alumnos (de yoga, porque los de spinning estábamos mas o menos en las mismas condiciones) repetían como un espejo los movimientos del maestro que anunciaba los nombres de las posiciones por las que debían pasar una y otra vez y así, mientras los demás hacían la posición de poder, el bastón, el perro, el niño, el chivito en precipicio y no sé cuantas más, yo pasé toda la clase... en posición de panda.

5. Se acercaba el final de la clase, miraba con insistencia el reloj como si creyera que por mucho mirarlo las manecillas avanzarían más rápido pero no, el tiempo transcurría leeeeento, aunque para mi era evidente que el resto de los ejercicios los realizaríamos en el piso, lo que representaba, según yo, un alivio... hasta que el maestro colocando las palmas de sus manos a la altura de los hombros, indicó que flexionáramos las piernas y levantáramos varias veces la pelvis en preparación para la siguiente postura... preparación?, no podía ser nada bueno, y no lo fue... después de levantar la pelvis muy contenta porque no me representaba mayor esfuerzo, escuché al maestro decir "Y! levaaaaaanto, nos quedamos en chakrasana" - juat?!! exclamé en voz alta y todos me voltearon a ver, algunos con risitas y otros con cara de: "opino igual que tu pero no lo ando gritando para no hacer el ridículo" el maestro se levantó desde el piso formando un arco perfecto, no me atrevía ni siquiera a intentarlo!, me levanté y lo más que conseguí fue separar media espalda unos dos centímetros del tapete con manos y piernas temblorosas, para por fin regresar a la anterior posición y limitarme a levantar la pelvis.

Entonces, el peor momento llegó, el maestro bajó suavemente de su posición y dijo: "voy a pasar con cada uno para ayudarles", noooooo! como evitarlo? intenté como los niños, cerrar los ojos para que no me viera pero cuando me di cuenta ya tenía sus ojitos de alcancía mirándome fíjamente con una sonrisa mientras decía: "a ver, te ayudo" PÁNICO total! no! era una postura imposible!!, le lancé la mirada número setentayseis que traducida al español pretendía decir algo así como: "no estoy lista maestlo" pero nada importó, me tomó de la cintura diciendo: "exhala y arriiiba" ...lo logré! lo logré! no podía creerlo! formaba un arco perfecto prácticamente sin dolor, todo iba bien hasta que retiró sus manos diciendo: "mantén la postura"...juat?! tan pronto me soltó, dí el costalazo contra el tapete y no sé si alguna parte del cuerpo me dolió pero mi orgullo había sido masacrado.

6. Tic tac, tic tac, por fin! el reloj marcaba las diez cincuenta, la siguiente postura era para relajarnos y abandonar por fin aquel infierno, nos pidió adoptar la posición "de niño" que consiste en estar recostados boca abajo con las piernas totalmente flexionadas y los brazos estirados hacia el frente "esa si me sale" pensé ilusionada, música suave era todo lo que se escuchaba, comenzaba a relajarme cuando sentí que me jalaban la playera hacia abajo, mi cadera hacia atrás y empujaban mi espalda hasta el piso, hasta el último hueso de mi cuerpo crujió y apenas si podía respirar, después de eso, de nuevo la voz del maestro: "mantén la posición, relájate" ...ay ajá wey! a ver, que te aplasten así, a ver si te relajas!, levantando ligeramente la cabeza eché un vistazo y vi como el maestro repetía la tort... digo, el movimiento, con todos los alumnos, corregía su postura y luego espalda con espalda, se dejaba caer suavemente sobre cada uno.

7. Por fin la clase terminó, abandonamos la postura, nos relajamos, hicimos algunas respiraciones y cuando yo estaba por calzarme los tenis, escuché la instrucción de tomar de las manos a un compañero, decirle que lo amábamos por quien es realmente (como si tuviéramos la más remota idea de quien demonios es) y nos despidiéramos con un abrazo... hubiera pasado el trámite sin mayor complicación, si no fuera porque la chica con la que hice aquel ejercicio rompió en llanto mientras yo sin saber que hacer, repetía mecánicamente las palabras que el maestro indicó.

Salí de ahí por instrumentos, de alguna forma conseguí bajar las escaleras y llegar al coche, por fin en casa, mi Mamá preguntó: "como te fue en el spinning?" - en el spinning de maravilla, la yoga casi me mata.

Mis respetos a quienes practican dicha disciplina. Lo mío lo mío, es sudar a lo estúpido en el spinning... namasté.

sábado, 16 de octubre de 2010

Cuando tengas hijos, me vas a entender.

Ilustración por @SkinniyDupree


No existen seres perfectos y siempre he pensado que si los hubiera todo sería muy aburrido, es por eso que aprendemos a amar a las personas con sus defectos y no a pesar de ellos, y más que defectos me inclino por llamarlos características que nos parecen difíciles de aceptar.

Por tanto, es evidente que ni mi Mamá ni yo somos respectivamente una madre perfecta ni una hija perfecta y que mi hija tampoco lo es.

El día de hoy, hace algunas horas mi hija jugaba con un bote de monedas viejas que a decir verdad no sé ni como ni por qué se fueron acumulando en un gran bote de helado, el caso es que empezó a lanzar monedas en plena sala de televisión sin un objetivo aparente y yo por supuesto le llamé la atención, enseguida su abuela (mi Mamá) atravesó la sala y me dijo: "déjala, no pasa nada, siempre y cuando recoja cuando termine de jugar" entonces recordé una frase que escuché hace poco en una película "sabes por qué los abuelos y los nietos se llevan también? porque tienen un enemigo común".

Para entonces las dos nos encontrábamos "enfurruñadas", yo me sentí mal por regañarla en cuanto empezó a jugar sin siquiera preguntarle a qué estaba jugando, tratar de entender que era lo que quería hacer y luego explicarle por qué la sala de televisión no era un lugar apropiado para lanzar monedas y ella, imagino, se sentía incomprendida por mi, así que decidió dejarme de hablar.

Mi hija es una niña seria, callada y ante un situación como esta, su recurso es siempre encerrarse más en sí misma, yo trataba de aligerar la situación, seguí intentando obtener una respuesta, intenté abrazarla, nada funcionaba, me trataba como si yo no existiera y fui perdiendo la paciencia hasta que le dije que cuando quisiera hablar conmigo me buscara en el cuarto y que no olvidara recoger las monedas al terminar, de nuevo no hubo respuesta, me fui a mi cuarto como si fuera yo la niña y me recosté un momento, al cabo de unos minutos mi hija entró, dijo que quería mostrarme algo y me llevó de la mano y en silencio hasta la sala, con las monedas en el piso había escrito dos palabras: "lo siento". Por supuesto la abracé, soltamos una lagrimita cada una y nos pusimos a ver juntas una película, luego mi hija formó con las monedas más palabras y algunos dibujos y cuando terminó, cumplió su promesa y guardó las monedas.

Esta situación me hizo pensar en como nos comunicamos padres e hijos, yo he pasado la vida tratando de ganar la aprobación de mi Madre y sin embargo recuerdo muy pocas ocasiones en las que le haya dicho "lo siento", mi relación con ella siempre ha sido tirante, complicada, no, no estoy ni cerca de ser la mejor de las hijas y en cuanto a ella, sé que ha hecho todo de la mejor manera, aunque sea desde su perspectiva, sé desde el fondo del alma que todo lo que hace, lo hace porque considera que es lo mejor para mi, para mi hija o para quien sea, hablando de nuestra familia.

Y es entonces que comprendo que estoy en esta carrera constante por mostrarle que se equivoca cuando no cree en mi, por que haga suyos mis logros grandes o pequeños, por que, en una palabra, esté orgullosa de mi.

Hoy, en ese momento en el que la comunicación con mi hija se bloqueó por un momento, aún cuando después todo volvió a la normalidad, me pregunté si un sentimiento similar al mío está creciendo en ella, si en todo momento siente que el menor error puede hacer que yo me sienta decepcionada de ella, si todo, o gran parte de lo que hace, tiene el propósito de complacerme, de darme gusto, de lograr mi aprobación.

Acaso se dará cuenta? seré capaz de demostrarle, de convencerla con mis actos de que su sola existencia me llena de orgullo? Será que mi Mamá se ha preguntado lo mismo que yo?...

Puede romperse este ciclo en el que al fin amando a un hijo de forma incondicional, como se debe, como es natural, entiendas por fin como es que te han amado tus padres?

Ah! esa sentencia eterna que escucho desde que tengo uso de razón: "Cuando tengas hijos, me vas a entender"... conque a esto se refería... como siempre, a fin de cuentas tenía razón, sin embargo, intentaré algo diferente con mi hija, que tal algo como:

"Cuando sea capaz de demostrártelo, me vas a entender."