domingo, 18 de septiembre de 2011

Porque todos tienen una Tía Teresita

Tengo una familia, además de pequeña... muy desparramada, muchos primos que hace años no veo, algunos que ni conozco y otros cuantos que me tienen que presentar una y otra vez porque no los recuerdo.

Jamás fue tradición para mi eso de ir a misa los domingos y luego a comer con los abuelos y ciertamente no tenía a mi alrededor en el día a día, más cómplices que mis hermanos y unos vecinos de vez en cuando.


Mi infancia, sin embargo, se encuentra aderezada con buenos recuerdos, la mayoría ligados a la familia paterna que tengo en Guadalajara, un poco por afinidad y un mucho por cercanía, son la familia con la que más momentos he compartido, a pesar de la misantropía que demostré desde mis años mozos y que todo mundo advirtió como caso raro en una familia en la que todo gira alrededor de convivir y compartir.


La matriarca de esa familia es mi Tía Teresa... a la que nunca le decimos Teresa, le decimos "Tía Tere", conocida por muchos como la "Maestra Tere" y ahora aclamada por sus nietos como "Abi Tere", pero es la misma, la que tiene siempre pa' todos, poseedora de un increíble carisma y una forma inagotable y casi artística de dar sin esperar nada a cambio pero sin tintes de mártir.

La casa de mi Tía Tere está siempre llena de gente que viene y que va, esa casa, sin ser enorme, ha sido de todo para todos: salón de fiestas, asilo, refugio, hospital, hostal y hasta restaurante, y ha sido al mismo tiempo para todos, un hogar.

Todos sabemos lo que le duele a esa casa, los sitios donde enmedio del barullo puede encontrarse algo de paz y que siempre SIEMPRE hay algo que comer.

Pocas veces he visto a la Tía Tere sentada, como no sea al final del día, está siempre andando de aquí para allá con un plato en la mano y diciendo cosas como: "yo voy comiendo con el que va llegando" o "me sobra guisado y voy por otra tortilla, me sobra tortilla y voy por más guisado", siempre con una sonrisota de campeonato. Puede todavía adivinarse en su voz el acento jarocho, a pesar de los años.

Cada vez que llego a su casa, hay alguien sentado en la sala e invariablemente, después de recibirme con un abrazo, me presenta diciendo: "esta es la hija más chica de Yando"

Mi tía Tere es la prueba viviente de que el karma existe, cuando salimos por allí (ahora hace mucho que no salgo con ella) le ceden el asiento, la dejan pasar, se ofrecen a ayudarla, es como si la bondad se le saliera por los poros y la gente se viera obligada a corresponderle.

Es también distraída hasta las cachas, rasgo usual en los Valladares, aún más notorio en las mujeres, siempre es motivo de risa... bueno, algunas veces de susto y preocupación pero siempre, como casi todo lo demás, acaba por convertirse en una carcajada.

Con la tía Tere me pasa lo que con mis maestros de la secundaria (quizás porque ella era Maestra, también), pasan y pasan los años y yo la veo como siempre, como si no hubiera en mi memoria un recuerdo de una Tere diferente, la veo, en todo caso, algo mejor.

De donde sale toda esa energía? Todo ese impulso, esa vida, ese buen humor... creo que todos nos lo preguntamos... creo que ni ella lo sabe y eso la hace más adorable.

Como ocurre en otros casos con la gente que amo, quizás no se lo he dicho lo suficiente, sirva este texto como un sentido aunque chiquito homenaje a la gran persona que es, un reconocimiento a toda su entrega y una celebración por tenerla en mi vida.

Hace casi 80 años que ella nació, y en su época, el nombre era algo común (bah, lo sigue siendo ahora) y prácticamente en cada familia hay una Teresa que en algún momento llega a ser Tía de alguien. Cuando digo de broma "porque todos tienen una Tía Teresita" más de uno se ríe confirmando la hipótesis.

Me gusta pensar también, que en cada familia hay una Tía o Tío entrañable, que regala hermosos recuerdos a la infancia y aporta importantes lecciones durante la vida, aunque eso claro, no podría asegurarlo.

Quien sabe si todos tengan una Tía Teresita, ojalá tuvieran una... una como la mía.