lunes, 6 de febrero de 2012

Pascualina y Jalapeños


Note el aguzado lector cómo el título no pretende cometer una atrocidad agregando jalapeños a la pascualina, en cuyo caso diría "Pascualina con Jalapeños" y es que a la Pascualina no le sobra ni le falta nada, como su nombre lo indica, es un platillo que solía prepararse durante la Pascua, en los días en los que no se podía comer carne, pero como les quedó re bueno, ahora se prepara todo el año, la pascualina es una especie de pay de espinaca, morrón y huevo cocido, que sabe a gloria, a mi ninguno de los ingredientes me cautiva por separado, pero la pascualina se cuece aparte... bueno, se hornea, y está en el título de esta entrada porque además de Zitarrosa, mi marido y la propia historia de país, es lo que más me gusta de Uruguay!

Ni yo pensé que transcurriría casi un mes a partir de mi llegada a estas tierras del sur, antes de volver a escribir en este espacio pero entre correderas y trámites, el perro que perdió el avión y las cosas olvidadas, pues no he tenido todo el tiempo que quisiera para sentarme a escribir.

A cachitos, por los medios a mi disposición, he ido enterando a familiares y amigos de como va la cosa por acá, pero hoy que mi suegra se ha dispuesto a deleitarnos con unas albóndigas con arroz, aprovecho el tiempo libre y por fin con calma, les cuento...

La decisión de mudarnos a otro país... (de mudarme yo, porque lo que mi marido está haciendo, es volver), es, como todas las decisiones importantes de la vida, una cosa de la que no se sabe mucho sino hasta que ya es un hecho, como casarse, como tener un hijo, como aventarse del trampolín de cinco metros, uno cierra los ojos, desea que todo vaya bien, y se avienta.

Porque es así! Sin importar toda la preparación, los planes, los documentos, las vacunas del perro (ay, el perro!) y todo lo que por lógica y sentido común hace uno en vísperas de un cambio de este tamaño, uno finalmente lo que hace es aventarse, agarrar aire y esperar salir a flote exitosamente... o ya de perdis, nadando de muertito hasta la orilla. Nada está escrito, nada está dicho, nada es seguro... y por eso igual hay que hacer las cosas, porque acomodarse y esperar que la vida pase, tampoco asegura nada.

Y bueno, la primera parte consistió en reunir todos los documentos que aseguraran para mi hija y para mi la estancia legal en el País, que costaron sangre, sudor y lágrimas y por fin estuvieron listos a tiempo a inicios de diciembre, en resumen, necesitábamos que todos los documentos (actas de nacimiento, de matrimonio, constancias escolares, etc.) fueran reconocidos en todos lados por todo mundo, y para eso, Gobernación de Aguascalientes tenía que reconocer la firma de la directora del registro civil y luego Gobernación Federal, la de Gobernación de Aguascalientes, luego Relaciones Exteriores, la de Gobierno Federal, luego la embajada uruguaya, la de Relaciones Exteriores, luego Relaciones Exteriores de acá, la de la embajada uruguaya, luego el registro civil de acá, la de Relaciones Exteriores de acá... suena fácil, no? A ver, inténtenlo!!

Nah, en realidad fue todo bien, la única que casi nos vuelve diabéticos fue la señorita que nos atendió en Secretaría de Gobernación, que así a rajatabla, nos dijo: "esta no es la firma u_U" ...yo no sabía si morir o matarla a ella, pero reaccionó pronto y dijo: "ah no!! Es de Aguascalientes, sí si es", el resto fue ir de oficina en oficina, pagar y pagar, esperar y esperar... bien bonito... pero bueno, estuvo listo!

Cuando llevamos todo a la embajada uruguaya, se me ocurrió decir, así como hablando del clima, que llevábamos a Carajillo (el perro, el famoso perro) y la funcionaria (un amor de mujer, hay que decirlo) nos dijo los requisitos de ingreso del perro al país, así que regresamos a Aguascalientes a ponerle las vacunas correspondientes, encargar su jaula y pedir el medicamento para atarantarlo durante el vuelo, que dicho sea de paso, le hizo lo que el viento a Juárez, pero bueno, eso estaba "listo".

Luego vino la empacadera, qué se va, qué se queda, ideamos un sistema para equilibrar el peso en las maletas y calcular el costo del sobreequipaje... que al final no sirvió de nada y tuvimos que pagar en total como ochocientos dólares, incluyendo el costo de llevar... sí, adivinaron, al perro!

Después el tema era la llegada al aeropuerto, viajar hasta el DF en camión e intentar agarrar taxis para cuatro adultos y una niña, acompañados de ocho maletas y el perro, era, si no un sueño imposible, una misión kamikaze, así que después de hablar con un amigo que tiene una agencia de viajes, concluímos que la mejor opción era viajar hasta Querétaro y de ahí tomar un autobus directo al aeropuerto, y así lo hicimos, no quiero ni contarles la pesadilla que era subir y bajar maletas de un lado a otro, repito eran ocho OCHO maletas, y no cualquier maleta, maletotas, MALETOTOTOTAS, a las que si uno las miraba fijo, podía hacerlas explotar, dejando nuestros choninos tendidos a la vista de todos.

Por fin en el aeropuerto, el perro seguía siendo un tema, necesitábamos un permiso de exportación de SAGARPA, presentamos al perro con documentos en mano (nuestra mano, no la del perro), y una "amable" representante de SAGARPA nos atendió como queriendo recordarme todo lo que uno odia de la burocracia mexicana, como diciendo "pa' que no extrañe".

- No les dijeron que esto se tiene que hacer 3 días antes del viaje?

- No nos dijeron, pero además, no somos de aquí, vivimos en Aguas...

- No importa! Son 3 días! Por qué no se informan?! Siempre es lo mismo

- Sí nos informamos, preguntamos en la Emb...

- La embajada no es SAGARPA, o sí?! O SÍ?!!!

A esas alturas estábamos como niños regañados, con la mirada baja, esperando a que la señorita terminara su letanía y nos dijera como diantres haríamos para llevarnos al perro, por fin acabó la cantaleta y nos preguntó:

- A qué País viajan?

- A Uruguay

- Uruguay, Uruguay, Uruguay - decía mientras con su dedito recorría los requisitos de cada país, empezando por Angola o_O

Pues bien, al fin por la página treintayuno encontró a Uruguay, y nos dijo que Carajillo podía ir con nosotros, mientras una luz celestial iluminaba el permiso de exportación (no sin antes hacernos salir del aeropuerto buscando un lugar donde sacaran fotocopias, porque claro, no preguntamos a la SAGARPA!!!).

El siguiente paso era la documentación, yo en cada viaje, después de documentar me quedo mucho más tranquila, ya solo debo preocuparme por traer mi bolsa en una mano, mi hija en la otra y que ruede el mundo.

Mi hija, con todos sus ocho añotes, ya es una experta en pasar los controles de seguridad, agarraba su cajoncito, caminaba rápido, botaba a impresionante velocidad su mochilita, chamarra y sombrero, pasaba el arco, abría los brazos y cuando yo iba saliendo, ella ya estaba de nuevo con chamarra y sombrero del otro lado, cuando le dijimos que nos sorprendía la eficiencia con la que ya pasaba solita de un lado a otro, dijo orgullosa: "llevamos años en esto".

Ubicamos la sala casi de inmediato solo para enterarnos que el vuelo tenía treinta minutos de retraso, casi muero del susto porque a la llegada, en el horario original, el vuelo de conexión en Santiago de Chile salía solo cuarenta y cinco minutos después de nuestra llegada, en ese punto no había nada que hacer, solo esperar que todo saliera bien.

Cuando estábamos abordando el avión le dijeron a mi esposo que esperara un momento y yo pensaba: "ahora qué?!" y nada, era solo para darle una tarjetita informando que Carajillo ya se encontraba a bordo del avión, sano y salvo... ahí ya llevábamos varias horas de viaje y ni siquiera habíamos salido del país, pero bueno, faltaba menos...

Aterrizamos en Santiago de Chile y tal como lo temía, el otro vuelo ya estaba en la última llamada para abordar, corrimos como locos, nos guiaron hasta un tunel y ahí nos dijeron que ese no era el avión pero que ahora iban por nosotros, otros pasajeros del mismo vuelo nos fueron alcanzando y cuando estábamos todos ahí, nos subieron a una camionetita y nos llevaron hasta el avión donde reconocí las miradas asesinas de los otros pasajeros que en ese contexto quieren decir: "por culpa de estos mensos no hemos despegado"...y yo pensando en el perro.

Segundo aterrizaje! Algo aliviados por fin pisamos suelo Uruguayo para encontrarnos con una fila eteeeeeeeeerna de extranjeros ingresando al país para pasar el verano, llevábamos cargando ...o debo decir, arrastrando: suéters, chamarras, sombreros y bolsas de mano, nos sellaron los pasaportes y corrimos a buscar las maletas y a Carajillo ...y nada ...en otra banda ...y nada ...y nada... Y NADAAAA!!! Me uní con otras dos señoras con esa solidaridad que solo conocen los compañeros de casi veinte horas de viaje, para buscar a alguien que nos dijera donde jijos estaban las maletas... y el perro.

La marrrrr de amables, el personal en tierra de la aerolínea nos explicó que como el vuelo que salió de México se retrasó, nosotros alcanzamos el vuelo de conexión pero el equipaje no... así es, Carajillo había perdido el vuelo y llegaría a las seis treinta de la tarde, para lo que faltaban aún siete horas!!

Las otras señoras se pusieron re contentas porque les iban a mandar las maletas a domicilio y ya no tenían que andar cargando, pero a nosotros todavía nos quedaban casi dos horas de viaje hasta Minas y teníamos que esperar.

Salimos de la sala y un amigo de mi esposo nos esperaba con mi suegra al teléfono para informarle lo que ocurría y acto seguido hizo lo que todo buen amigo haría en una situación así: nos invitó pizza y cerveza en su casa! Qué bien que se ve el mundo después de comer pizza y tomar cerveza... una siestita y listo! De regreso al aeropuerto.

Ya completos, con más de treintayseis horas de viaje a cuestas, las ocho maletotas y el perro, iniciamos el último tramo del recorrido, mi hija iba más desmayada que dormida, mi esposo y yo medio zombies y el perro tomando agua mineral de nuestros vasos... arribamos por fin, a nuestra nueva casa :D

...y es acá donde comienzo a escribir una nueva historia, donde todos los días, juntos, descubrimos y aprendemos cosas diferentes de este pequeño gran país, y de nosotros mismos.

Los amigos, con algo de recelo me preguntan si ya cambié el tú por el vos y si voy a cambiar de nacionalidad y yo que llegué con mis latas de jalapeños bajo el brazo solo puedo decir que lo único que tengo seguro es que nunca olvidaré mis raíces, ni dejaré de apreciarlas, lo que no quiere decir que no pueda amar las de acá.

Si algo admiré siempre de mi esposo durante los años que estuvo en México, es que no vivió comparando un país con el otro ni quejándose de lo que había en uno y en el otro no, comió tacos como nadie, disfrutó todo lo que tenía a su alcance, pero nunca dejó de añorar... ahora me toca a mi.

El conocimiento, aceptación y aprecio por una cultura, por un país, no tienen por qué significar el abandono del otro, quien dijo que no puedo comer pascualina y jalapeños?