lunes, 20 de agosto de 2012

Vieja obsoleta


Debo empezar por aclarar que el título no hace referencia a ninguna persona conocida, y hasta podría asegurar que tampoco por conocer, y no me refiero tampoco a una cosa, equipo o aparato, la vieja obsoleta soy yo… que ni tan vieja ni tan obsoleta, pero desde que tiré los dados y acepté el reto de empezar de nuevo, como ya otras veces he contado por aquí, esa sensación de ser una verdadera anciana que no tiene cabida en ningún espacio laboral, ha sido recurrente.

A ver si consigo explicarme. Hace algunos ayeres, por allá de 1999… el siglo pasado pues, yo trabajaba en el departamento de recursos humanos de una empresa trasnacional, en el área de reclutamiento y selección, para ser más exacta, y había varias posiciones importantes que debían cubrirse en un corto tiempo, porque la compañía, dedicada a la manufactura de piezas automotrices, estaba en plena expansión y se requería personal calificado, que además pudiera empezar de inmediato.

Después de algunas semanas de búsquedas infructuosas, me di cuenta que entre los candidatos descartados, se encontraban las solicitudes de varias personas mayores de 45 años, mismos que ni nos habíamos tomado la molestia de revisar porque “no cumplían con el perfil”, así que los analizamos, y la experiencia de todos y cada uno de ellos, honestamente era impresionante, así que decidimos iniciar el proceso de entrevistas, y las historias con las que nos encontrábamos, más o menos se parecían.

Eran profesionales que por uno u otro motivo, se habían “alejado” del mundo laboral, ya fuera para poner un negocio propio, por motivos familiares, o por aceptar un proyecto en la función pública, y que después, al encontrarse desempleados, de nuevo por diversos factores como el cierre de su negocio propio, o bien, su reciente mudanza a la ciudad, un recorte de personal o la terminación de un contrato, se encontraron con que eran “demasiado viejos” para ocupar cualquiera de los puestos que aparecían en los diarios o en las bolsas de trabajo, pero a pesar de ello, no perdían la esperanza y seguían enviando su currículum.

También nos sorprendió encontrar entre sus similitudes, el hecho de que se habían preocupado por actualizarse en sus áreas de trabajo, no solo poniéndose al día con los sistemas digitales, sino también con nuevas normas de calidad y procesos.

Pues bien, con algo de resistencia al inicio del proceso por parte de la Dirección General, finalmente estos profesionales de diversas áreas fueron contratados, recuerdo con mucho cariño cómo uno de ellos (el mayor, tendría unos 56 años, entonces), me llevó un ramo de flores el día de mi cumpleaños y me agradeció no haber desechado su solicitud. Cosa que me llamó la atención, primero porque habían pasado meses desde su contratación, y segundo porque en realidad no había sido ningún mérito puesto que fueron ellos los que me salvaron el pellejo a mí.

La preocupación principal del Director de la empresa, era el reto que representaría que los jefes directos de varios de ellos, fueran más jóvenes que sus subordinados, y las posibles “consecuencias negativas”, que podrían surgir de ello, pero a decir verdad, hasta el último día que yo estuve en esa empresa (que dicho sea de paso abandoné para venir a Uruguay por primera vez), todo transcurrió de la mejor manera, no pasaba de que los muchachos de mantenimiento le dijeran “el abuelo” al nuevo supervisor, quien se mataba de risa para después poner orden y continuar trabajando.

A partir de aquella contingencia, decidimos cambiar las publicaciones, y omitir los límites de edad para aumentar las posibilidades de encontrar al personal adecuado, aunque a decir verdad, en general eran los jóvenes los que se seguían quedando con las mejores posiciones, cosa que tampoco estaba mal, pero bueno, al menos un poco logramos incidir y hacer de la empresa un sitio con mayor diversidad de ideas.

Todo esto vino a mi mente, cuando una vez instalada en Minas, decidí explorar algunas de las posibilidades laborales, y me encontré con que el límite de edad, ahora ha bajado, y las empresas solicitan personal, con un máximo de 35 años, a veces 30, y yo, con mis 37, quedo fuera de casi toda oportunidad, aunque siguiendo el ejemplo de aquellos compañeros, obviando el tema de mi antiguo esqueleto, igual mandé las solicitudes, la mayoría ni siquiera acusó de recibo.

Obviamente y para fortuna de muchos, no se trata de la generalidad de los casos, pero sí es una tendencia que noto no solo en el Uruguay, también en México y en otros Países, y ahora se me ocurrió profundizar, porque esta semana, en el marco de una jornada para difundir la aplicación de la ley del acoso sexual (que ustedes dirán, y eso que tiene que ver?), mencionaban, entre lo que se considera discriminación, la discriminación por edad, misma de la que poco se habla y que es quizás una de las más arraigadas en el mundo laboral.

Por supuesto habrá puestos de trabajo en los que la edad pueda incidir directamente sobre la productividad el empleado, eso no está a discusión, pero pensar que una persona mayor de 35 años, en pleno uso de sus facultades mentales, con experiencia y capacitación, es demasiado vieja para acceder, ya no digamos al empleo, sino al proceso de selección, es decir que la edad te deja fuera de toda posibilidad, de conseguir siquiera una entrevista, ya no digamos de probar tus capacidades.

Quiero insistir en que afortunadamente esto no ocurre en todas las empresas, pero evidentemente, “gracias” a las que implementan estos perfiles, las probabilidades de conseguir un empleo, para una persona que se esté acercando a la cuarta década de su existencia, se reducen.

No me queda muy claro cómo debo cerrar este texto, si conminando a empresas y organizaciones a abrir sus criterios de selección para darle lugar a gente que puede hacer interesantes aportaciones, o haciendo llamado a todos los ancianos que como yo, tengan más de 35 años, para insistir y probar el valor de su experiencia, conocimientos y habilidades, haciendo caso omiso de los avisos que nos declaran obsoletos, quizás la invitación deba ser para ambos, a fin de cuentas se trata de un negocio beneficioso para todas las partes.

“Viejos los cerros y reverdecen!”, bueno… ya van a ser las 21:00, ahora a tomar la leche y a dormir, porque no aguanto las reumas.