martes, 19 de septiembre de 2017

Las cosas menos pensadas...



A veces me da por extrañar las cosas menos pensadas.


Cuando me preguntan si extraño México, la respuesta es obvia, extraño México y a mi familia... y los tacos. Pero es, digamos, una nostalgia asumida, es así, vivo todos los días asumiendo la decisión que tomé y no me arrepiento, así que no puedo decir que vivo con resignación, sino con aceptación, y eso no hace que extrañe menos o más, sino que tenga el sentimiento integrado a mi día a día.


Sin embargo, a veces me sorprendo extrañando cosas en las que ni siquiera pensaba haber puesto atención, como caminar por alguna calle en particular, el olor de cierta cafetería, o de algún edificio del centro, lugares que ni siquiera visitaba con demasiada frecuencia.


Es curioso descubrir las cosas que de una u otra manera lograron tocarnos y moldearnos para dar forma a lo que somos ahora, cosas pequeñas, chiquititas, que creímos haber olvidado, pero que casi sin saberlo, añoramos.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Alejandro

No lo recuerdo muy bien, era un primo hermano, hijo de una hermana de mi madre, más grande que yo, mentiría si diera cualquier detalle de su apariencia, bueno, recuerdo que era moreno y con el pelo alborotado, pero nada más... ni un gesto, ni su mirada, ni su sonrisa, pero vino a mi mente ahora que escuchando a viejas bandas de rock, encontré algunas canciones de El Tri que "cantaba" a gritos en mi lejana y rockera juventud (bueno, el gusto por el rock se quedó), y entre ellas, una llamada "Niño sin amor".

Tengo un recuerdo vago también, de saber que un día Alejandro no quiso vivir más, recuerdo a los adultos comentándolo y aunque yo ya no era precisamente una niña, no me comunicaron los detalles, vivía lejos así que no fuimos a su entierro, ni siquiera recuerdo que mi Mamá fuera (tal vez lo hizo), lo que sí recuerdo es la anécdota que me llegó de su boca, diciendo que en un velorio prácticamente solitario, un amigo suyo llegó, cantó "Niño sin amor" del Tri, y se fue, me pareció tristísimo.

Debo haberlo visto dos o tres veces en mi vida, en su vida mejor dicho, y tan sólo una de esas veces, recuerdo que jugó conmigo, era un poco brusco pero puso lo mejor de sí para hacerme avioncito y nos reímos mucho, no recuerdo nada más, no pensé mucho en él y cuando supe lo de la canción me hubiera gustado haberlo hecho y creer que quizás, aún estando lejos, él lo hubiera sabido, nunca fui su prima, ni su amiga, fui una niña a la que una vez le hizo avioncito y ni siquiera estuvo ahí para cantarle.

   

jueves, 31 de agosto de 2017

Dum Spiro, Spero

Desperté de la anestesia y lo primero que escuché fue al enfermero decirme: "está grande la cicatriz!"... no pude verla hasta el día siguiente y no era grande... era enorme!!, 20 cms de largo, 15 puntos, "no pensé que fuera tan grande" decían los que la veían y yo sólo pensaba: "yo tampoco", pero ahora es parte de mi, no puedo borrarla ni cambiarla, no puedo negar su existencia aunque consiga ocultarla, es tan mía como mis virtudes, defectos, manías, vicios y mi historia, es a fin de cuentas... yo

Y me hizo pensar en todas las personas que han aceptado sus cicatrices, visibles o no, más grandes más chicas, quienes viven aún con un dolor permanente y también en quien no ha conseguido amigarse con ellas, y entonces me sentí tan chiquita, ya sé que se están riendo en esta parte, pero no encuentro otra forma de expresarlo, tan básica, tan ridícula, taaaan mal de sentir que superar mi cirugía era algo relevante frente a lo que otros enfrentan día a día.

Hoy me encontré a Gorge en la calle y desde lejos me hizo señas de que no rengueo (cojeo), le dije que yo siento que camino en un vaivén incesante pero me dio gusto que me dijera que no se nota, es de alguna manera un triunfo personal... y de nuevo, un triunfo tan insignificante.

Supongo que lo que quiero decir es que después de apenas unas semanas de no poder caminar por mi propio pie, de sentir dolor al hacer las cosas más básicas como subir una escalera, levantar la pierna o pararme de un asiento, siento un respeto aún más profundo, si se quiere, por las personas que superan esos obstáculos todos los días. Salud por ellos.

Dum Spiro, Spero

lunes, 24 de julio de 2017

Las tardes en el silo

El aroma agrio y dulce del silo vuelve a mi memoria con una claridad que me sorprende, también la textura de la paja y lo bien que amortiguaba las caídas en nuestras luchas mano a mano, que no tenían más objetivo que derribar al otro, morir de risa y volver a empezar.

No recuerdo cuántas veces fui ni cuánto tiempo pasé ahí pero el que haya sido fue poco y te fuiste tan pronto que quisiera haber estado ahí cada tarde, el Pollo me dijo que Dios te había llevado antes de que el mundo te corrompiera, eras el más puro de todos, más que la paja y el trigo, más que la tarde y el sol.

Una combinación exacta de amigo y cómplice, éramos los malqueridos, los que eran demasiado chicos para jugar con los demás y muy grandes para andar con niñerías, pero el silo era nuestro y el aro de basket cuando no había grandes, y la cochera de casa cuando los adultos hablaban adentro, era todo lo que teníamos y era todo lo que necesitábamos.

Hace veinticuatro años que no estás y aún basta un ruido, una escena, un olor, para recordarme lo mucho que te quería, y el último día que compartimos y que a pesar de haber sido testigo, conservo como una bendición, y la última vez que te vi, y estabas ahí pero ya no eras tú y después supe que a veces las pesadillas se vuelven realidad y sólo me quedó esa foto con el dije calado del Ché, del que ninguno sabíamos demasiado pero a mi me pareció padre y te lo compré y a ti te gustó y te lo ponías y ahí sigue, colgando sobre tu playera mientras sonríes a la cámara.

Te escribí un poema del que ahora me arrepiento porque era cursi y con rimas forzadas, ese está en tu casa, tus Papás lo pusieron en un marco con fotos tuyas, no me gusta, pero les gustó a ellos y ahora vive ahí donde exististe, escribí otra vez sobre ti, salió en una revista y no tengo copia, me siento en deuda contigo, siento que nunca voy a acabar de expresar lo importante que eras para mi, hasta la palabra “hermano” es demasiado poco.

Me quedé creciendo sola, sin nadie a quien hacerle aquellas preguntas elementales pero que eran altamente relevantes cuando teníamos dieciséis. Nadie va a saber jamás lo que hablamos, ni las dudas que concitamos, las charlas que espiamos ni las confesiones que hicimos. Nadie jamás ocupó tu lugar.

Ayer mientras veía con mi hija adolescente (tan adolescente como lo fuimos nosotros) un programa de juegos en el que los participantes rodaban sobre paja, no pude evitar recordarte y luego reír con ella durante todo el programa, al mismo tiempo que te pensaba y aguantaba las ganas de llorar, lo que para ella hubiera resultado completamente incomprensible, y para evitar romper en llanto abrí la boca y dije “recuerdo las tardes en el silo” mientras ella me ignoraba olímpicamente y yo te pensaba otra vez.