viernes, 5 de febrero de 2010

La foto con Barbie...



Luna llevaba tres semanas preguntando en qué momento iríamos por fin al circo que veía cada vez que íbamos o veníamos del colegio, yo estaba renuente porque el frío apretaba cada vez más y el mentado circo era sobre hielo. Aprendiendo las lecciones más viejas de su abuelo materno, que por supuesto yo tengo también aprendidas desde hace mucho y siguiendo su consejo de siempre “las cosas se consiguen por insistencia o por hartazgo” por fin logró su cometido y ayer le dije que sí, que iríamos al circo.


Antes de ir por ella esta tarde al colegio, trataba de prepararme psicológicamente para lo que vendría, mi Madre me avisó orgullosa que colaborando con la causa había salido presurosa detrás de la camionetita con altavoces que anunciaba gran oferta de boletos a 30 pesos cada uno, claro, donde te sangran es adentro pensé, pero igual agradecí el gesto, fui por la pulga a la escuela y pasamos al circo para conocer los horarios, pregunté cuales eran los lugares para los que aplicaba la famosa promoción de 30 pesos y por supuesto eran los peores, gayola y de ladito, así que igual tuve que comprar boletos decentes, cuando salíamos por una puertita de metal, me levanté antes de lo debido dándome un golpazo en la cabeza, juro que ví estrellitas a mi alrededor y pensé, esto es un mal augurio.

Atarantada y todo, llevé puntual a Luna a la función de las seis, una fila con proporción aproximada de dos chamacos por adulto esperaba impaciente a que abrieran las puertas y así, sin anestesia, el primer sablazo, mientras esperábamos varios vendedores ya ofrecían pepitas, cacahuates, gomitas, obleas y todas esas chunches que es costumbre mordisquear en la espera de que algo comience, Luna quiso obleas y yo con la ilusión de que adentro ya no pidiera nada, las compré…diez pesos la triste bolsita, total, por fin abrieron la puerta y entramos, yo como madre inteligente que soy elegí la última fila de la zona justo en la parte donde no hay más sillas adelante y sonreí con cara de llegamos primero, hasta que me di cuenta de que no había sillas adelante porque era la zona por la que los vendedores suben y bajan, para cuando lo advertí los mejores lugares habían sido tomados y allá fuimos a cazar lo “menos peor”, no estuvo tan mal, después de todo siendo sólo dos, fue fácil encontrar un huequito.

Por fin empezó la función, una campanita con sobrepeso salió triunfante de entre las cortinas, enfundada en un disfraz verde, de inmediato patinó hasta el aro que la elevó por los aires mientras hacía graciosas piruetas y Luna aplaudía emocionada, luego siguió la princesa Jazmín, de Aladino, no me hagan mucho caso pero algo me dice que era campanita con otra peluca, le siguieron los payasos que afortunadamente eran bastante buenos y le arrancaron un par de carcajadas a Luna (difícil empresa) y la verdad también a mí, pero yo soy de risa fácil, así que no es gran mérito, después apareció Blanca Nieves…no me hagan mucho caso pero creo que era Jazmín que a su vez era campanita, con otra peluca, acompañada de un príncipe que acá entre nos parecía su hijo y Luna de inmediato sentenció: el príncipe está medio feo, luego dijo, trae aretes, como el de la taquilla.

Después vino el intermedio, aún no prendían las luces cuando yo ya había sacado la cartera, llegaron los de los juguetes luminosos (indispensables si queríamos saludar a Barbie, que por algún motivo se anunciaba como Beybe en los carteles) luego se acercaron a vendernos la foto, misma que jamás nos enteramos que tomaron y en la que yo salgo con cara de maniática y Luna de compungida, igual la compré, no me gusta pensar en donde pueden acabar las fotos que uno no compra en los eventos, desfiló el de las palomitas y al final el globero, enseguida, comenzó la segunda parte de la función, un tipo salió a hacer danza aérea en dos lienzos de tela azul, debo decir que fue lo mejor de la noche y cuando, como todos lo hacen, se desenredó de zopetón como si fuera a estamparse contra el piso deteniéndose al final con el último nudito en una pierna, no se hizo esperar el clásico, AAAH!! de la multitud, que acompaña siempre al momento cumbre, luego, en una extraña mezcla de Vaselina con High School Musical, por fin apareció Barbie, esta era más flaca, definitivamente no era campanita con peluca, aunque advertí que se trataba también de la sirenita por el tatuaje que llevaba en la espalda baja y que se notaba desde nuestros asientos en luneta, por fin terminó la función y como era de esperarse, cuando acudimos a saludar a Barbie con el pase VIP que resultaba ser el anillo luminoso de treinta pesos que Luna llevaba puesto, yo preparaba de nuevo la cartera para el siguiente ramalazo, porque el anillo te daba el derecho de saludarla, la foto claro, era otra cosa, costaba 100 pesos y si yo quería, podía salir también en la foto por el mismo precio!!! y guardar un recuerdo eterno de los centímetros que me faltan, los kilos que me sobran y los años que no pasan en vano, agradecí sonriente y rechacé la oferta, mientras tanto, la pulga ya había saltado a la tarima y tomada de la mano de Barbie (o Beybe) sonreía a la cámara.

Mientras esperábamos la famosa foto que tardaba como si la hubieran llevado a esculpir por un pajarraco de los Picapiedra, Luna seguía modelando frente al auto rosa con interiores de peluche, escenario de la foto, cuando se hartó del modelaje, se acercó a mi y me dijo, “ya vámonos Mamá, que esperamos?” y le respondí: “pues la foto!” se me quedó viendo y en un ataque de risa me dijo, “yo lo que quería era tomarme la foto, ya me la tomé, ya vámonos” con su habitual sabiduría infantil, que estoy convencida que existe en todo niño, me explicaba, en sus palabras, que lo importante era la experiencia, el recuerdo, la emoción, yo por supuesto, con más ansias esperé la foto para luego escribir esta crónica, guardarla junto a ella y algún día, cuando veamos un álbum y juntas recordemos nuestros mejores momentos, podré decirle: “Y esta, es de cuando me enseñaste que no importa cuánto habíamos pagado por la entrada, las palomitas y la foto, sino la experiencia de haber conocido en persona, a Barbie.” no sé por qué de pronto pienso en mastercard.

Ah! Y el mal presagio del golpe en la cabeza fue porque a media función me di otro con la barrera metálica que dividía una sección de la otra, cuando hice la cabeza para atrás en una carcajada, de eso no tengo foto, pero seguro no lo olvidaré.

8 comentarios:

  1. Volver a ver la vida a través de los ojos de nuestros hijos... volver a enamorarnos de las cosas simples... y también descubrir nuevos ángulos para la que parecía la misma foto... felicidades: abraza tu vida!

    ResponderEliminar
  2. hahahaha
    que buena experiencia
    y yo que no recuerdo todas las veces que mamá me llevó al circo...
    pero la que seguro jamás olvidaré fue cuando me tomé una foto montada en un elefante...
    el méndigo animal decidió que había pasado mucho tiempo echado y quiso levantarse conmigo en su espalda =S
    lo bueno es que era chiquito y luego luego se sentó de nuevo, sino, me hubiera muerto de la impresión xD
    saludoxxx

    ResponderEliminar
  3. Los mejores maestros de la vida que tenemos son nuestros hijos, de ellos aprendemos más que en cualquier libro, felicidades a la maestra Luna y a su pequeña alumna... Mala Calaña

    ResponderEliminar
  4. Me encanta como describes lo gran observadora y madre que eres.
    Gracias por compartir esto.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Uy, nostalgia... claro! desde el punto de vista de tu nena! Ese tipo de circos se ponían muy seguido por donde vivía antes y por supuesto, a mi mamá le tocaba aventarse todo el show.

    Un saludo a Luna ^^

    ResponderEliminar
  6. Si todas disfrutaramos esos momentos con los niños, y sobretodo que nos dieramos cuenta que el tiempo vuela y de pronto ya no lo son.
    Me hiciste recordar cosas de hace como 15 años, gracias!
    Sandra Montiel (sandracandy)

    ResponderEliminar
  7. Bonita y muy necesaria crónica de un evento del corazón

    ResponderEliminar
  8. Lo esencial es invisible a los ojos dijo Saint-Exupery. Parafraseando podríamos decir que las cosas importantes y fuentes de la felicidad suelen tornarse invisibles para eso que a los adultos nos encanta practicar: la lógica.
    Los niños aún no se contaminan de esa manera de mirar el mundo, ellos mantienen la posibilidad de mirar cosas que nosotros ya no tomamos en cuenta, embebidos en la petrificante realidad.
    Jean Piaget describía los estadios infantiles, en los que uno podría entender que los niños son seres incompletos en tanto no alcanzan la edad para razonar como lo hacemos los adultos. En una sociedad como la actual, yo me pregunto quiénes son los incompletos, si ellos que miran y reconocen lo más importante de esta vida, o nosotros los adultos sumergidos en una dinámica racional y en una cotidianeidad a veces gris y monótona.
    Yo sigo aprendiendo cada día de mis niñas, tratando de recuperar esa parte que he ido perdiendo conforme me convertí en adulto.

    ResponderEliminar