viernes, 5 de agosto de 2011

Aprender a pedir...


Por allá por 2003, trabajaba yo en el área de Desarrollo Organizacional de una empresa transnacional y mi entonces jefe, a quien yo conocí algunos años antes... muchos años antes, como instructor de aquellos famosos cursos titulados "Capacitando al Capacitador", me enseñó un par de buenas lecciones que me servirían para siempre no solo en mi vida profesional, sino también personal.

Yo había trabajado ya con grandes personas de quienes aprendí mucho, sin embargo, cada forma de trabajar es diferente y la dinámica en el equipo de Nacim (mi jefe) era otra.


De las lecciones que le aprendí hoy quiero platicarles de una, no por ser la más importante sino porque es la que viene al caso (ya les contaré las otras).

Siempre he tenido como objetivo realizar los trabajos que me son encomendados en tiempo y forma sobresaliente, sobra decir que no siempre lo consigo, y en aquel entonces yo estaba a cargo de la comunicación interna de aquella empresa que era además la más grande en la que yo había colaborado.

Se me ocurrió la brillante idea de cambiar todas las gráficas de productividad del muro de la planta porque las actuales (y esto es cierto) no eran fáciles de entender y entonces los diferentes equipos de operarios las veían y no les quedaba claro si iban o venían en el ranking de productividad.

Dicho lo cual, hice mi propuesta, me dijeron que sí y me di a la tarea de recabar información, misma que nomás no me daban, los Ingenieros siempre estaban demasiado ocupados para soltarme la dichosa gráfica, el proyecto se fue atrasando y mi frustración fue aumentando.

Un buen día, como era de esperarse, mi Jefe me preguntó como iba el asunto de las gráficas, y yo me fui como hilo de media con una perorata de media hora explicándole mis terribles problemas para conseguir la información.

Cuando terminé de hablar, me dijo: "se lo pediste al Director de Ingeniería?", respondí que no, los ingenieros estaban muy ocupados, si ellos no me pelaban, el director, menos.

Entonces me dijo: "ok... y que tal pedirme a mi que se lo pida al Director?", respondí que no porque YO era la responsable del proyecto y tenía que entregarlo y etc etc etc. Mi discurso continuaba cuando Nacim me detuvo y me dijo: "quien es verdaderamente eficiente, sabe reconocer sus límites, levantar la mano y pedir ayuda, si no sabes pedir, nunca vas a lograr tus objetivos".

Acto seguido le marcamos al Director de Ingeniería, le explicamos la situación y para la tarde de ese mismo día, yo tenía todas las gráficas en mi poder.

Aprender a pedir... yo tenía entonces una idea muy diferente de la eficacia y de la eficiencia! Pensaba que eficiente era aquel que hacía todito todo sin preguntar nada ni molestar a sus superiores, que se hacía bolas para sacar adelante como fuera, la tarea impuesta, pero el dicho de Nacim tenía mucha lógica, aceptar las propias limitaciones no es rendirse, es realizar un diagnóstico y tomar una decisión de a quien recurrir o hacia donde dirigirte para lograr el objetivo a como de lugar.

No somos todólogos ni omnipotentes, y en la medida que lo aceptemos y nos alleguemos de personas que cuenten con el talento y actitud necesarios para completar una tarea, estaremos más cerca de nuestros objetivos.

Decía yo que esto se aplica también en la vida personal, más de una vez me ha ocurrido que me quedo sin batería en el celular, que para el cumplimiento de mi trabajo actual, me es indispensable, siempre paso un rato como loca buscando enchufes por aquí y por allá, lo cierto es, que cuando no hay ninguno a la vista, en lugar de perder más tiempo buscando y sufrir una embolia, me acerco a una tiendita, puesto o cualquier lugar semejante que a todas luces cuente con energía eléctrica y les pido que me permitan conectar el cargador.

Seguramente me han dicho que no varias veces, aunque ahora no puedo recordar una con exactitud! Pero así me he contectado desde puestos de papas hasta librerías en todo lugar imaginable, a veces me piden unos diez pesos, a veces me entregan cargador y celular con una sonrisa y me dicen que no es nada y a veces yo misma compro algo, en prueba de agradecimiento.

Apenas el lunes de esta semana, regresaba a casa con mi hija y el coche se detuvo apenas cruzar un semáforo, como pude logré orillarlo y estuve varios minutos tratando de encenderlo hasta que terminé por ahogarlo y me resigné a dejarlo ahí, tomar un taxi a casa y más tarde regresar por él con un mecánico.

Estaba ya pidiéndole a mi hija que agarrara sus chivas y se bajara cuando apareció una persona a decirme: "con un puchón prende"... pues, por qué no intentarlo? Mientras empujaba el coche, apareció de no sé donde otro señor a apoyar la misión imposible, pero no funcionó. Les di las gracias y ellos con cara: "tssss, que gacho" se despidieron.

Ahora sola, con la Pulga al volante, me puse a empujar el coche para orillarlo y que quedara mejor estacionado, otro señor salió de no sé donde y me dijo, "súbase al carrito, yo empujo".

Cuando el coche quedó en su lugar, el Señor abrió la cajuela y me enseñó una banda hecha pedazos, diciendo "no Señito, pos cuando iba a prender?, ire, acá hay una refaccionaria" (señalando la esquina). Le pedí a mi hija que bajara del coche y fuimos con la banda hecha trizas a pedir una a la refaccionaria (que afortunadamente aceptaba tarjeta porque yo traía treinta pesos en moneditas).

"Ah sí, aquí la tengo..." dijo el encargado (que más tarde otros se encargaron de identificar como "El Papotas"), que caminaba más lento de lo que hablaba, si esto es posible.

Pues bien, el Papotas regresó con la banda y la puso sobre el mostrador "aquí tiene" y yo le pregunté, si él podía colocarla "no Seño, yo no soy mecánico" pfffff!!! y 'ora?. Bueno, ya salía yo de la refaccionaria con la banda nueva en la mano y sin tener idea de qué hacer con ella y para qué diantres la había comprado entonces, en esas estaba cuando escuché al Papotas decir: "ire Seño, este sí es mecánico!"

Le pregunté al Mecánico si podía poner la banda, me dijo que sí, de paso le ajustó no sé que cosa, le cambió "la cuñita" y le puso una tuerca nueva. La Pulga pasó el rato muy feliz de asistente de mecánico, le pasaba lo que iba necesitando y acabó con las manillas negras y una mancha en la cara de la cual estaba muy orgullosa.

Cuando por fin estuvo listo, regresé al mostrador a pagar lo que el mecánico había estado pidiendo, fueron ochenta pesos. Luego le dije al Mecánico que sólo traía treinta pesos en efectivo, pero que si iba a comprar algo, lo pagaba yo con la tarjeta y ahí quedábamos tablas. Lo pensó un momentito y me dijo: "naaaaah, así está bien, que mala suerte que se le quedó el coche, pero qué buena suerte que se le quedó aquí".

Al tratar de encender el coche, la batería se había agotado y allá fueron otra vez, el mecánico, el Papotas y un muchacho que no sé de donde salió, a empujarlo.

Cuando prendió, hubo una sensación de triunfo, me pareció escuchar en mi cabeza "We are the champions" de Queen, mientras mi hija y yo nos despedíamos sacando la mano por la ventana.

Retomando el camino a casa, nos reíamos ya de todas las peripecias y de la forma, un tanto extraña, en que las cosas se habían resuelto. Si no nos hubiéramos aceptado la ayuda de quienes la ofrecieron, no hubiéramos dado con el Papotas, si no le hubiera pedido al Papotas que pusiera la banda, él no me hubiera dicho que se lo pidiera al mecánico, en fin, fue una serie de eventos afortunados.

Entonces recordé a Nacim, sus palabras y sus consejos, la importancia de aceptar las limitaciones en pos de lograr un objetivo, de como la persona más eficiente debe aprender a pedir y también, aunque no lo parezca, aprender a recibir.

Dar es muy satisfactorio, pedir es necesario y recibir, indispensable.

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