domingo, 29 de agosto de 2010

A través del lente…

Imagen 493a

Pocos saben… porque por principio de cuentas no tendrían por qué saberlo, que siempre he amado la fotografía y como quien toca “de oído” aprendí a tomar fotos “de ojo” la primera cámara que cayó en mis manos fue una minolta, usaba rollo de 110 y yo no la soltaba para nada, a sabiendas de que me acabaría las exposiciones, tomaba y tomaba y tomaba fotos, mi socio me critica porque dice que tomo demasiadas fotos para lograr una buena toma, incluso a objetos inanimados y… yo que sé, seguramente es cierto, tomo la cámara y no dejo de hacer click click click porque me gusta tomar fotos que parecieran inesperadas, que capturen cualquier detalle que podía haber pasado desapercibido, una sonrisa honesta, una mirada transparente, un instante perpetuo gracias a la fotografía.

Después tuve varias cámaras de esas casi desechables que usaban rollo de 35 mm (que por supuesto todavía existen) mientras esperaba que en algún momento mi hermano se cansara de la Canon, comprara una nueva y me heredara esa, cosa que nunca ocurrió, era tan buena que la usó hasta que no sirvió más.

Luego en la universidad, por fin empezaban las clases de fotografía!, mis Papás me TENÍAN que comprarme una cámara profesional, no estaba a discusión, la mayoría de mis compañeros compró Canon o Nikon, esta última era la recomendada por el maestro, pero yo, un poco por nostalgia, me decidí por una Minolta, preciosa!!, la foto que ilustra esta entrada es su lente, era una x370-n que adoré hasta el punto de bautizarla como “Camila” nombre que después quise enjaretarle a mi hija y no me dejaron, el caso es que de tanto estire y afloje se dañó y no hubo forma de repararla, pero empezaba ya la era digital y como muchos, corrí por una Sony Cybershot que acá entre nos nunca me gustó pero me la tuve que quedar hasta que con la excusa de que usaba memory stick y que era un rollo pasarla a la computadora (en realidad no lo era el drama era necesario), pude cambiarla por una Kodak que no tenía comparación con la Sony pero tampoco se acercaba a lo que quería.

Eran fotos… demasiado planas, sin vida, aunque la definición no era mala, le faltaba… detalle, le faltaba… corazón, le faltaba yo! nada se veía como yo lo recordaba, no como en aquellas fotos que revelaba yo misma en los laboratorios de la universidad… aún en sepia tenían más vida que las que conseguía con estas.

Luego por fin me decidí a cambiar por una que mostrara lo que yo veía a través del lente, hice algunas investigaciones, pregunté y la respuesta fue casi unánime, una Nikon, pues no dudé mucho y la compré, desde entonces tomo fotos como loca, esta sí es diferente, muestra colores reales, texturas, miradas… puedes sentir las imágenes… puedes apoderarte de los más etéreos momentos y hacerlos perdurables, eternos…

Cada vez que tomo una foto digital que le gusta a mi Madre, me dice: “pero me la imprimes, si no está impresa, no es foto!” siempre me río pero la verdad es que le concedo en gran parte la razón, es un lujo tener una foto sobre el escritorio y suspirar cuando la ves, leer una dedicatoria escrita de puño y letra de la persona que recuerdas, abrazarla en tu cama y soltar una lagrimita de nostalgia, romperla con despecho y luego arrepentirte y juntar los pedacitos como intentando reparar tu corazón… o acaso soy la única loca que alguna vez hizo algo así?.

Ayer con mi hija vimos juntas los cientos (si, cientos) de fotos que tengo desde la primaria, personas y momentos capturados en el tiempo para que me sobrevivan y cuenten mi historia a mi hija, a mis nietos y bisnietos, ya lo sé, puede parecer una idea demasiado romántica para la era digital, pero pocas cosas recuerdo con tanto cariño como sacar los viejos álbumes y decir en cada frase: “te acuerdas…”

Hace un rato me emocioné subiendo fotos, retratos principalmente, a tumblr, sitio que descubrí gracias a mi socio y que me tiene enloquecida, por cierto, aquí se los comparto:

http://taniavalladares.tumblr.com/archive

Encontrarán muchas imágenes que no son mías pero que lograron atraparme y ahí están.

Un amigo vió su retrato y me dijo que no le gusta que le tomen fotos, le respondí que es una foto que me gusta mucho porque me recuerda como es, no está posando, ni siquiera mirando a la cámara, después de un rato regresó para decirme: “jajaja, sí! ese movimiento es mío!” me encantó que me dijera eso, que percibiera movimiento en una imagen estática, que se reconociera… a través de mi lente.

jueves, 12 de agosto de 2010

El Feng Shui no es para mi.

Feng Shui

Realmente no soy una conocedora del Feng Shui, primordialmente porque no hay nadie que yo conozca que pueda considerarse un verdadero experto en esta… lo que sea oriental.

La cosa es que hace tiempo escuché que además de poner el espejo pa’ acá y la cama pa’ allá y la plantita por aquí y la fuente por acullá, la limpieza de clósets y en general de cualquier área de la casa que dé como resultado el deshacernos de cosas materiales, representaba también de alguna manera, una limpieza espiritual… como dije, hasta ahora no he conocido a alguien a quien pueda considerar una autoridad en Feng Shui así que no le hagan mucho caso a lo que escuché.

Sin embargo, usando el sentido común y recordando a San Francisco de Asís, quien dudo mucho que fuera Feng Shuísta (o como carambas se diga), el deshacerte de las cosas materiales, debería representar sí, un crecimiento espiritual, el desapego de las cosas materiales que de pronto hacen tu vida más cómoda… o más incómoda pero que a final de cuentas crees necesitar, podría abrirte los ojos a otras cosas en apariencia más simples que quizás necesitas y ni siquiera notas.

Más aún! si las cosas de las que te deshaces las regalas DESINTERESADAMENTE a quien crees que le van a servir, seguramente harán que por lo menos te sientas una mejor persona.

Ah, pero el apego no es cosa fácil de librar, desde hace unas semanas, algunas partes de la casa de encuentran en remodelación, las cosas se mueven, se mudan, se sacan, se cambian y empiezan a aparecer las cajas y con ellas los objetos y con los objetos, los recuerdos.

Desde que tengo uso de razón, nos hemos burlado de mi Mamá por guardar las más bizarras antigüedades, que van desde racimos de uvas artificiales que contienen nuestros dientes (suena tétrico, lo sé) hasta bolsas de plástico de alguna tienda que visitó en el extranjero (bah! tampoco es que viaje cada año por el mundo, supongo que por eso las guarda).

Caaaaada vez que hay limpieza general, empezamos a decirle: tira esto Madre, tira aquello Madre y ella se niega.

El caso es que en todo este remolino de cosas yendo y viniendo, me entregó una considerable cantidad de cajas y paquetes que desde mi primer mudanza, en 2001 se quedaron arrinconadas en una habitación de la casa, a eso había que sumarle las de la mudanza del 2006 y las del 2009…

Cosas que no veía desde la primaria!! Mi hija se enfrascó conmigo en la aventura de separar las cosas que tiraría, de las que regalaría, de las que conservaría y se moría de risa con mis fotos! y yo morí de risa cuando agarró mi walkman, lo vió por todos lados y me dijo: “qué es?” o cuando vió la foto de un ex-novio y me preguntó: “quién es?” -- “Ah! un muchacho que fue mi novio” le respondí, y enseguida replicó: “y está vivo?” jajaja, como que todavía no concibe que una mujer tenga más de un enamorado en su vida.

En fin, así salieron cuadernos, mochilas, trabajos finales, rompecabezas, más fotos, juguetes, ropa, zapatos, más fotos, collares, pulseras, mascadas, más fotos y yo seguía “descartando” las cosas que no guardaría, después de estar un par de horas dedicadas a esa tarea, advertí que el montón de cosas por tirar era infinitamente menor al de cosas por regalar que dicho sea de paso no era ni la mitad de las cosas que decidí guardar, así que inicié una segunda clasificación…

Que difícil! cada cosa, cada una de las cosas que estaban en las cajas y bolsas, me traía un recuerdo, era como tirar mis recuerdos a la basura! Intenté aplicar la regla de una vecina que, conocedora de las costumbres guardadocompulsivas de mi Madre, lleva años diciéndole: lo que no has usado en los últimos 6 meses: tíralo o regálalo, pero definitivamente no era una opción, tendría que tirar o regalarlo todo puesto que tenía años sin verlo… que podía hacer?

Bueno, la ropa en pésimo estado, a la basura, la ropa en buen estado, en definitiva será donada… excepto por la ropita con la que mi hija salió del hospital, y los primeros zapatitos que usó y la sudadera que me abrigó durante el viaje a… y empecé de nuevo a acumular cosas en la pila de “conservar”.

Me había rendido en la misión, decidí que la cosa quedara así y seguimos con los juguetes de Luna, sin reparo alguno y a pesar de haber visto Toy Story 3, empezó a aventar a una caja un montón de juguetes que ya no utiliza, se quedó con sus inseparables peluches (que no son pocos) y guardó dos o tres de los más viejos: “Listo!” me dijo, y salió disparada a jugar.

Volteé a ver de nuevo mi pila de “conservar” y empecé otra vez, la caja en forma de corazón, a la basura, las rosas secas que… quien me las dió?!… a la basura!, papeles, recaditos, cuadernos, tarjetas, fotos…no, fotos no, pero el resto, al reciclaje!

No les voy a mentir, ni de broma me deshice de todo, entre el “me recuerda el día que…”, el “por si acaso”, el “le va a servir a mi hija” y el “si lo tiro, se va a necesitar” conservé muchas cosas.

Me he hecho la firme promesa de limpiar por lo menos dos veces al año, clósets y archiveros con aquella facilidad de mi hija, de aventar cosas a una caja, estar cierta de las dos o tres por conservar y a lo que sigue.

Aunque, acá entre nos, seguiré conservando aquellas que no le sirvan a nadie más, pero que a mi, al verlas de nuevo, me transporten a momentos inolvidables y me hagan sonreír, como dice Joaquín Sabina: “incluso en estos tiempos, en los que soy feliz de otra manera”.