miércoles, 22 de diciembre de 2010

Decisiones...


Hace un tiempo que traigo este tema pendiente en el tintero, es curioso... me tomó demasiado tiempo decidirme a escribir sobre las decisiones.

Y es que en el tema de las decisiones pareciera no haber leyes escritas, aunque hay ideas que durante años me han dado vueltas en la cabeza, como aquella que asegura que la decisión correcta y la más difícil son quizás con demasiada frecuencia, la misma.

Me quedo como siempre con lo que me dijo mi Papá, cualquier decisión, si estás totalmente convencida de ella, es la correcta.

Otra idea de tomar decisiones que siempre me viene a la mente cuando no tengo más remedio que tomar una, es un pasaje del cuento de Alicia en el País de las Maravillas que probablemente haya citado ya por aquí. Alicia se encuentra al gato de Cheshire en una bifucarción y le pregunta cuál es el camino correcto, el gato le pregunta a donde va y ella responde que no sabe, entonces él le dice: si no sabes a donde vas, cualquier camino es correcto.

Y creo que ahí reside todo, la decisión concreta, certera, viene cuando tenemos claro hacia donde queremos ir, o igual de importante, hacia donde no.

Luego viene claro la renuncia, porque aunque suene paradójico, algunas veces... me atrevería decir que siempre, la renuncia es una forma de avanzar, necesariamente al tomar una decisión, cuanto más si es la correcta, es necesario renunciar a algo y nada se logra al aferrarse a lo que fue y mucho menos a lo que pudo ser...

Entonces, tras el duelo de la renuncia y con la vista puesta en el objetivo, hay que avanzar y seguir y... hace unos días fui con mi hija a ver "Enredados" una adaptación de Disney al cuento de "Rapunzel", cuando ella está a punto de conseguir su sueño, por el que ha luchado y se ha atrevido a dejar todo atrás, se siente aterrada preguntándose que pasará luego de que lo consiga y el galán en cuestión le dice: "esa es la mejor parte, vas en busca de otro sueño."

Creo que es cierto, estoy convencida de ello, iré en busca de otro sueño, quizás no por haber alcanzado uno sino por llevarlo hasta donde pude darme cuenta de que era momento de renunciar, y seguir adelante.

Como siempre... o como nunca antes, iré con todas mis fuerzas tras de otro sueño y otro después de ese y otro más...

domingo, 28 de noviembre de 2010

Un año y 45 entradas después...























El 19 de octubre del 2009 escribí la primera entrada de este blog, fue algo que escribí por no dejar el espacio vacío, para ser sincera, no estaba segura de lo que escribiría en este espacio y a decir verdad, quizás ahora mismo no sepa lo que voy a escribir, y a fin de cuentas creo que eso es lo que más me gusta de este blog, a veces es como mi conciencia, a veces un espejo, una reflexión y otras, un diario personal.

Aún ahora no hay mucho que agregar, simplemente agradecer a quienes durante más de un año se han tomado el tiempo de dar clic en alguno de los posts y compartir conmigo alguna de las cosas que "Sólo a mi me pasan" o al menos eso creo hasta que lo escribo y más de uno aparece a demostrarme su empatía.

El nombre del blog cambió, también la URL, el tema, los colores, todo cambió porque yo cambié, hace poco un "amigo" me recriminaba diciendo que ya no soy la misma de hace un año, le contesté que por supuesto que no lo era, que si después de un año alguien me pregunta si soy la misma y respondo que sí, realmente me sentiría decepcionada, afortunadamente no es el caso, el blog, su contenido y hasta su forma y colores, han cambiado a mi ritmo y por eso tiene para mi un valor tan especial, es una cronología de este último año y todo lo que en determinado momento me ha regalado algo de lo que vale la pena escribir, al menos desde mi punto de vista.

Sirva pues esta entrada como reiterado agradecimiento a quienes de una forma u otra me acompañan y a los que no, pos no.

Y...no, no soy la misma, pero sigo siendo yo.

domingo, 31 de octubre de 2010

Chakrasana...


Esto, más que una entrada del blog, será una crónica de una terrible y traumatizante experiencia que tuve, y no, no bromeo, uno debe entender los límites de su cuerpo antes de enfrascarse, como lo hice yo, en una locura así.

Como platiqué aquí mismo hace apenas un par de meses que retomé un ejercicio que desde que lo descubrí me encantó, el spinning, disciplina que sigo de mil amores a pesar de las críticas de quienes preguntan para qué me subo a una bicicleta si no voy a ningún lado.

El spinning dicho en pocas y villamelonas palabras, se trata de igualar el ritmo del instructor, con la mayor tensión (resistencia) que puedas soportar, después de dos meses de pedalear una hora diaria, noté como mi condición física ha ido mejorando, y por lo tanto acepté muy envalentonada, la invitación a lo que en el argot de los gimnasios se le conoce como "super clase" que no es otra cosa que una clase de lo que ya haces, pero más larga, en esta ocasión se trataba de dos horas de spinning y al finalizar, si así lo deseabas, podías quedarte a una hora de yoga.

Yo, conocedora ya de mi ritmo y alcance en el spinning, decidí que estaba lista para aceptar una clase doble y luego, relajarme con una hora de yoga, como premio a mi esfuerzo de las primeras dos horas, lo que ustedes no saben y ahora estoy por decirles y... pos entonces ya lo van a saber, es que jamás había tomado clases de yoga, lo más cerca que estuve de esa disciplina, fue cuando le compré a mi Mamá un CD de pensamientos de Alejandro Maldonado.

Me presenté puntual y preparada a la clase de spinning, un litro de agua y un gatorade de mandarina eran mis fieles compañeros, al cumplirse la hora y veinte minutos sentí desfallecer pero luego llegó eso que muchos llaman "el segundo aire" y con renovados bríos llegué sin mayor problema al final de clase.

Cuando la super clase terminó, yo me sentía perfectamente, ni siquiera respiraba agitada y las piernas parecían estar en excelentes condiciones, el instructor invitó a quienes quisieran participar en la clase de yoga, a pasar al siguiente salón sin realizar los ejercicios de estiramiento y a quienes ya se retiraban a repetir una serie de movimientos para poder irse... dudé un minuto, sí, hubo un titubeo, mientras limpiaba la bicicleta intentaba decidir rápidamente si irme o quedarme cuando vi entrar al maestro de yoga, un tipo con aspecto sereno, moreno pero de rasgos orientales, todo vestidito de blanco y con cara de bonachón, fue cuando me dije a mi misma: "mi misma: psss éntrale, pss total, psss qué" y me apresuré a terminar de limpiar la bici para cambiar de salón.

Oh! fatal error, por qué? por qué no he aprendido a hacerle caso a mi aguda intuición?, a los pocos minutos de haber cruzado el umbral del salón de usos múltiples, comprendí mi error, y le sucedieron tantos que creo que será más fácil si los enumero:

1. Tres de los compañeros, bajaron al baño a despojarse de la ropa sudada de la super clase y subieron frescos como lechuga y vestiditos de blanco mientras yo... con otras novatas que seguramente tampoco sabían a lo que iban, nos presentamos bañadas en sudor mientras los alumnos habituales de la clase de yoga nos veían como si fuéramos portadores de lepra o algo peor.

2. Con voz suave y pausada el maestro nos guió poco a poco hasta una posición en la que totalmente doblados, teníamos que apoyarnos con las yemas de los dedos mientras con las piernas separadas despegábamos los talones del piso en movimientos repetitivos, suena fácil, verdad?, de hecho también se ve fácil, pero a mi me era imposible mantener la posición, mis piernas comenzaron a acalambrarse y un dolor insoportable me recorría las pantorrillas, volteé a ver a mis compañeras de super clase y cuando comprendí que no era la única que experimentaba tal sufrimiento, me rendí, me paré de sopetón con las manos en donde evidencias gráficas muestran que una vez tuve cintura y respiré aliviada, con las miradas acusadoras de los compañeros, pero estaba libre de aquella tortura y era todo lo que importaba.

3. Lo que ocurrió con la primera posición a la que nos llevó el maestro, se fue repitiendo durante toda la clase, hubo una en particular en la que con las piernas separadas, una flexionada al frente y otra estirada hacia atrás, debíamos pasar la mano opuesta a la flexionada por entre las piernas hasta tocarnos los glúteos y cruzar la otra por la espada hasta lograr que las manos se tocaran una con otra, yo lo intenté, juro que lo hice, lo intenté mientras observaba a una compañera que debe tener alrededor de unos cincuenta años, intentarlo con más insistencia que yo, aún cuando lo único que conseguía era un nudo extraño que en nada se parecía a la posición del instructor, me causó algo de gracia verla hasta que mi mirada recorrió el salón y me topé con mi reflejo, si ella parecía un nudo maltrecho... yo no me acercaba ni siquiera a eso, era una cosa amorfa y doblada con la cara roja y el sudor corriendo por la frente, de nuevo me rendí.

4. A mitad de la clase, decidí darla por perdida, los alumnos (de yoga, porque los de spinning estábamos mas o menos en las mismas condiciones) repetían como un espejo los movimientos del maestro que anunciaba los nombres de las posiciones por las que debían pasar una y otra vez y así, mientras los demás hacían la posición de poder, el bastón, el perro, el niño, el chivito en precipicio y no sé cuantas más, yo pasé toda la clase... en posición de panda.

5. Se acercaba el final de la clase, miraba con insistencia el reloj como si creyera que por mucho mirarlo las manecillas avanzarían más rápido pero no, el tiempo transcurría leeeeento, aunque para mi era evidente que el resto de los ejercicios los realizaríamos en el piso, lo que representaba, según yo, un alivio... hasta que el maestro colocando las palmas de sus manos a la altura de los hombros, indicó que flexionáramos las piernas y levantáramos varias veces la pelvis en preparación para la siguiente postura... preparación?, no podía ser nada bueno, y no lo fue... después de levantar la pelvis muy contenta porque no me representaba mayor esfuerzo, escuché al maestro decir "Y! levaaaaaanto, nos quedamos en chakrasana" - juat?!! exclamé en voz alta y todos me voltearon a ver, algunos con risitas y otros con cara de: "opino igual que tu pero no lo ando gritando para no hacer el ridículo" el maestro se levantó desde el piso formando un arco perfecto, no me atrevía ni siquiera a intentarlo!, me levanté y lo más que conseguí fue separar media espalda unos dos centímetros del tapete con manos y piernas temblorosas, para por fin regresar a la anterior posición y limitarme a levantar la pelvis.

Entonces, el peor momento llegó, el maestro bajó suavemente de su posición y dijo: "voy a pasar con cada uno para ayudarles", noooooo! como evitarlo? intenté como los niños, cerrar los ojos para que no me viera pero cuando me di cuenta ya tenía sus ojitos de alcancía mirándome fíjamente con una sonrisa mientras decía: "a ver, te ayudo" PÁNICO total! no! era una postura imposible!!, le lancé la mirada número setentayseis que traducida al español pretendía decir algo así como: "no estoy lista maestlo" pero nada importó, me tomó de la cintura diciendo: "exhala y arriiiba" ...lo logré! lo logré! no podía creerlo! formaba un arco perfecto prácticamente sin dolor, todo iba bien hasta que retiró sus manos diciendo: "mantén la postura"...juat?! tan pronto me soltó, dí el costalazo contra el tapete y no sé si alguna parte del cuerpo me dolió pero mi orgullo había sido masacrado.

6. Tic tac, tic tac, por fin! el reloj marcaba las diez cincuenta, la siguiente postura era para relajarnos y abandonar por fin aquel infierno, nos pidió adoptar la posición "de niño" que consiste en estar recostados boca abajo con las piernas totalmente flexionadas y los brazos estirados hacia el frente "esa si me sale" pensé ilusionada, música suave era todo lo que se escuchaba, comenzaba a relajarme cuando sentí que me jalaban la playera hacia abajo, mi cadera hacia atrás y empujaban mi espalda hasta el piso, hasta el último hueso de mi cuerpo crujió y apenas si podía respirar, después de eso, de nuevo la voz del maestro: "mantén la posición, relájate" ...ay ajá wey! a ver, que te aplasten así, a ver si te relajas!, levantando ligeramente la cabeza eché un vistazo y vi como el maestro repetía la tort... digo, el movimiento, con todos los alumnos, corregía su postura y luego espalda con espalda, se dejaba caer suavemente sobre cada uno.

7. Por fin la clase terminó, abandonamos la postura, nos relajamos, hicimos algunas respiraciones y cuando yo estaba por calzarme los tenis, escuché la instrucción de tomar de las manos a un compañero, decirle que lo amábamos por quien es realmente (como si tuviéramos la más remota idea de quien demonios es) y nos despidiéramos con un abrazo... hubiera pasado el trámite sin mayor complicación, si no fuera porque la chica con la que hice aquel ejercicio rompió en llanto mientras yo sin saber que hacer, repetía mecánicamente las palabras que el maestro indicó.

Salí de ahí por instrumentos, de alguna forma conseguí bajar las escaleras y llegar al coche, por fin en casa, mi Mamá preguntó: "como te fue en el spinning?" - en el spinning de maravilla, la yoga casi me mata.

Mis respetos a quienes practican dicha disciplina. Lo mío lo mío, es sudar a lo estúpido en el spinning... namasté.

sábado, 16 de octubre de 2010

Cuando tengas hijos, me vas a entender.

Ilustración por @SkinniyDupree


No existen seres perfectos y siempre he pensado que si los hubiera todo sería muy aburrido, es por eso que aprendemos a amar a las personas con sus defectos y no a pesar de ellos, y más que defectos me inclino por llamarlos características que nos parecen difíciles de aceptar.

Por tanto, es evidente que ni mi Mamá ni yo somos respectivamente una madre perfecta ni una hija perfecta y que mi hija tampoco lo es.

El día de hoy, hace algunas horas mi hija jugaba con un bote de monedas viejas que a decir verdad no sé ni como ni por qué se fueron acumulando en un gran bote de helado, el caso es que empezó a lanzar monedas en plena sala de televisión sin un objetivo aparente y yo por supuesto le llamé la atención, enseguida su abuela (mi Mamá) atravesó la sala y me dijo: "déjala, no pasa nada, siempre y cuando recoja cuando termine de jugar" entonces recordé una frase que escuché hace poco en una película "sabes por qué los abuelos y los nietos se llevan también? porque tienen un enemigo común".

Para entonces las dos nos encontrábamos "enfurruñadas", yo me sentí mal por regañarla en cuanto empezó a jugar sin siquiera preguntarle a qué estaba jugando, tratar de entender que era lo que quería hacer y luego explicarle por qué la sala de televisión no era un lugar apropiado para lanzar monedas y ella, imagino, se sentía incomprendida por mi, así que decidió dejarme de hablar.

Mi hija es una niña seria, callada y ante un situación como esta, su recurso es siempre encerrarse más en sí misma, yo trataba de aligerar la situación, seguí intentando obtener una respuesta, intenté abrazarla, nada funcionaba, me trataba como si yo no existiera y fui perdiendo la paciencia hasta que le dije que cuando quisiera hablar conmigo me buscara en el cuarto y que no olvidara recoger las monedas al terminar, de nuevo no hubo respuesta, me fui a mi cuarto como si fuera yo la niña y me recosté un momento, al cabo de unos minutos mi hija entró, dijo que quería mostrarme algo y me llevó de la mano y en silencio hasta la sala, con las monedas en el piso había escrito dos palabras: "lo siento". Por supuesto la abracé, soltamos una lagrimita cada una y nos pusimos a ver juntas una película, luego mi hija formó con las monedas más palabras y algunos dibujos y cuando terminó, cumplió su promesa y guardó las monedas.

Esta situación me hizo pensar en como nos comunicamos padres e hijos, yo he pasado la vida tratando de ganar la aprobación de mi Madre y sin embargo recuerdo muy pocas ocasiones en las que le haya dicho "lo siento", mi relación con ella siempre ha sido tirante, complicada, no, no estoy ni cerca de ser la mejor de las hijas y en cuanto a ella, sé que ha hecho todo de la mejor manera, aunque sea desde su perspectiva, sé desde el fondo del alma que todo lo que hace, lo hace porque considera que es lo mejor para mi, para mi hija o para quien sea, hablando de nuestra familia.

Y es entonces que comprendo que estoy en esta carrera constante por mostrarle que se equivoca cuando no cree en mi, por que haga suyos mis logros grandes o pequeños, por que, en una palabra, esté orgullosa de mi.

Hoy, en ese momento en el que la comunicación con mi hija se bloqueó por un momento, aún cuando después todo volvió a la normalidad, me pregunté si un sentimiento similar al mío está creciendo en ella, si en todo momento siente que el menor error puede hacer que yo me sienta decepcionada de ella, si todo, o gran parte de lo que hace, tiene el propósito de complacerme, de darme gusto, de lograr mi aprobación.

Acaso se dará cuenta? seré capaz de demostrarle, de convencerla con mis actos de que su sola existencia me llena de orgullo? Será que mi Mamá se ha preguntado lo mismo que yo?...

Puede romperse este ciclo en el que al fin amando a un hijo de forma incondicional, como se debe, como es natural, entiendas por fin como es que te han amado tus padres?

Ah! esa sentencia eterna que escucho desde que tengo uso de razón: "Cuando tengas hijos, me vas a entender"... conque a esto se refería... como siempre, a fin de cuentas tenía razón, sin embargo, intentaré algo diferente con mi hija, que tal algo como:

"Cuando sea capaz de demostrártelo, me vas a entender."

domingo, 26 de septiembre de 2010

De príncipes azules y otras quimeras…

principe azul

Hace poco hablaba con mi mejor amiga acerca de como al paso de los años, nos ponemos cada vez más exigentes respecto a lo que una pareja debería o no ser y hacer, después de un rato llegamos a la conclusión de que el error más común es esperar al príncipe azul cuando en realidad debiste elegir al sapo, no sin antes asumirnos como sapos hembra a nosotras mismas.

Le contaba cuando hace muchos pero muchos años, por lo menos doce, me encontré en el super a una excompañera, según mis cuentas ella debía andar rondando los treinta, era una contadora muy guapa, exitosa, el tipo de mujer en la que una veinteañera como yo, esperaba convertirse.

Recuerdo que sin más preámbulo nos pusimos a hablar de las parejas, le dije que no entendía por qué ella estaba sola, cuando yo sabía bien que no quería estarlo, quería una pareja, me lo había dicho muchas veces, total que ahí, junto al departamento de carnes (ahora entiendo por qué empezamos el tema) me dijo: “mira Tania, cuando te fijas hasta de qué lado mastica el chicle, la cosa se pone difícil” creo que dijo mucho en esa frase.

Ahora entiendo mejor de lo que hablaba, la vida de un adulto soltero en términos de formar una pareja, es bastante compleja, por supuesto y como siempre digo, no me atrevería a generalizar, hablo por mi y por amistades cercanas con las que llego a tocar ese tema, que son las menos dado que no me encanta hablar de mi vida en ese ámbito.

Aunque ya tenemos asumido que la idea del príncipe azul (o la mujer ideal) es una falacia, de vez en cuando, la seguimos soñando, es aquí donde hay que tener cuidado, diría Segismundo:

“¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.”

Estas ideas del galante caballero en gallardo corcel que llega a salvarte de todo y todos, está bien en la ilusión, se vale, justifica y necesita, todos tenemos derecho a un lugar, un momento, una ilusión, un oasis, al que podamos recurrir cuando la realidad no presenta su mejor cara.

En la Universidad un maestro de Filosofía, criticado por muchos por su personalidad excéntrica y lejana con el que yo disfrutaba mucho conversar, un día me conto sus teorías respecto al amor, según él, en todas las parejas había un amado y un amante, uno siempre el objeto del afecto del otro, y entonces mi duda era, que es lo que mantiene al amado junto al amante, quién obtiene más placer o felicidad de la relación?, para eso, según recuerdo, no tenía respuesta, era complicado entender lo que motivaba a cada uno estar ahí.

Luego estaba, claro, el amor platónico, que para serlo, debía ser ideal e intocable, al acercarte, se volvía real, recuerdo bien su metáfora: “el amor platónico es como las alas de una mariposa, si las tocas, las lastimas, las destruyes, si en cambio te dedicas a admirarlas, su belleza permanecerá eterna y el sentimiento intacto” y entonces, como dueño de algo eterno, un sueño mezclado con realidad, una idealización, tendrías tu oasis, tu lugar a donde escapar.

Que tema más complejo el de las relaciones humanas, no sé si el Maestro tenga una opinión diferente ahora, no sé si tendría razón entonces, en lo particular creo que encuentras a la persona indicada cuando es el momento indicado, cuando en lugar de verse el uno al otro, ven juntos al mismo punto.

Para seguir adelante es necesario, si me lo preguntan, dejar a los sueños en el lugar al que pertenecen y entender la vida como la realidad que es, una realidad en la que aceptar, comprender, apoyar, confiar, estar, permanecer, dan a las relaciones la fortaleza necesaria para existir.

Aunque claro, este quizás sea solo mi sueño, mi propia quimera…

viernes, 17 de septiembre de 2010

La lección de Cynthia…

muneca-de-trapo

Esta entrada no pretende ser de ninguna forma una crítica a las mujeres que trabajan de sol a sol en una oficina, por cualquiera que sea el motivo, desde convicción hasta diversas circunstancias personales que las orillen a ello, para ellas todo mi respeto y mi admiración, esta es apenas, como cada entrada del blog, un trozo de vida que les quiero contar como si estuviéramos en la sala de esta su casa alrededor de una mesa llena de tazas de café y migajas de galleta.

Empecé a trabajar a los 16 años en la televisora local, años después seguía combinando el trabajo y el estudio, primero por servicio social y luego porque me era urgente iniciar mi vida profesional, comenzar a construir lo que en aquél momento yo percibía como mi futuro ideal, incluyendo tener un puesto de dirección en alguna empresa trasnacional, relacionado claro, con mis estudios.

La cosa no iba nada mal, a los 22 años ya era Encargada (así era el puesto, lo juro, “Encargada”) de Capacitación en una empresa del ramo automotriz, allá por 1997, en 1999 entré a la misma área en otra empresa, donde estuve hasta 2001 con un puesto muy similar, luego vino el matrimonio, intentamos abrir un pequeño negocio propio que no funcionó, así que comencé a buscar trabajo otra vez y afortunadamente no fue muy complicado encontrarlo, entré de nuevo a una empresa muy grande, a la que renuncié al enterarme de que estaba embarazada, en ese momento lo hice, pensando en disfrutar mi embarazo, los horarios, que no las actividades, eran muy estresantes y como Mamá primeriza quería que todo fuera perfecto, así que lo hice sin remordimiento alguno.

Luego el embarazo transcurrió en completa paz y yo siempre tuve en mente volver a trabajar, estaba todo dispuesto, mi hija entraría a la guardería después de cumplir seis meses y yo me reintegraría a la vida laboral, cuando ella llegó, yo no me le separaba ni un segundo, mi Mamá dice de broma que la tuve quince meses en mi vientre, nueve por dentro y seis por fuera, en realidad poco menos de seis.

Cuando había cumplido cinco meses surgió la oportunidad de dar clases y acepté, eran pocas horas y me quedaba mucho tiempo para estar con ella, no quería llevarla todavía a la guardería, eran tan pocas las horas que ocupaba en las clases que me parecía injustificado, así que no lo hice, mi Mamá me echaba la mano con ella y todo parecía estar en orden, antes de terminar aquel semestre universitario, me llamaron de una empresa importante a la que durante mucho tiempo quise entrar y simplemente la oportunidad no estaba dada, un consultor que había sido mi proveedor de cursos en otra empresa, era ahora el Gerente de Desarrollo Organizacional y ni siquiera recuerdo cómo, el caso es que nos topamos de nuevo y me invitó a trabajar con él.

El empleo era un trabajo soñado para alguien de mi carrera (Comunicación Organizacional), el puesto era “Especialista en Desarrollo Organizacional”, entré como todos por un “proyecto” a tres meses sin promesas de algo estable etc etc, a punto estaban de cumplirse el primer mes cuando me informaron que la responsable de Comunicación había anunciado su renuncia debido a su embarazo y me ofrecieron… pues no precisamente su puesto sino una fusión de funciones entre el suyo y el mío, ahora sería “Especialista en Desarrollo Organizacional y Comunicación” y estaría a cargo de la comunicación interna, la intranet y otras hierbas, yo brincaba de gusto, no podía creerlo, el ofrecimiento venía acompañado de un sueldo nada despreciable, contrato indeterminado, prestaciones, en fin, literalmente, un sueño profesional por fin cumplido.

Mi pequeña para ese entonces había ya ingresado a la guardería y aunque mi horario supuestamente era de 8am a 5pm la verdad es que pocas veces se cumplía, era una de esas empresas en las que es muy mal visto retirarte antes que tu jefe (aunque él esté en su oficina enviando forwards o leyendo el periódico) y había que buscar algo que hacer hasta entonces, y otra veces en verdad había una carga excesiva de trabajo y tenía que quedarme hasta las diez u once de la noche, para rematar, la empresa tenía cuatro turnos (sí, cuatro) y a veces tenía que ir a tomar fotos o dar cursos o lo que fuere, a las dos de la mañana o en cualquier otro momento que fuera adecuado para captar a la mayor cantidad de personal.

No es mi interés victimizarme, era un trabajo que disfrutaba por la naturaleza de mis labores, el único problema era que salía tan temprano de casa que mi bebé estaba dormida y llegaba tan tarde que la encontraba dormida otra vez, extrañaba el sonido de su risa y hasta de su llanto, me platicaban lo que había hecho durante el día y a veces estaba demasiado cansada como para escuchar lo que mi entonces esposo y mi hermana tenían para contarme.

En una ocasión, la orientadora de su escuelita nos llamó para la entrevista de rutina, recuerdo perfectamente lo que me dijo: “los niños llegan a nuestra vida, no nosotros a la de ellos, son ellos los que tienen que adaptarse”, los que aquí leen podrán pensar lo que quieran acerca de las palabras de la orientadora, yo sólo sé lo que sentí, me dolió pensar que mi hija me extrañaba como yo a ella pero siendo tan chiquita, como podía entender lo que sentía? como podía manejar algo que ni siquiera sabía que tenía un nombre?

Desde ese día asistí a mi trabajo, no con un sentimiento de culpa sino con la reflexión constante de poner las cosas en una balanza y saber si podía encontrar un punto de justo equilibrio, en esas estaba, con su foto en mi módulo y las llamadas constantes de mi hermana contándome lo que estaba haciendo, avisándome si le había dado fiebre y que acciones había tomado, si había hecho algo gracioso o que ella consideraba relevante, recuerdo una vez que llegué a casa y mi hermana me dijo que a mi bebé le estaba saliendo su primer diente, corrí a su cuna y así dormidita, le abrí un poco la boca para alcanzar a ver la línea blanca que anunciaba su dentición.

Así pasaron los días, el debate interno continuaba y las cosas que parecieran triviales pero que hubiera querido no perderme ni un segundo, seguían ocurriendo.

Era ya la época decembrina y como cada año en la empresa, llevaban cartas de diferentes casas hogares y asociaciones, escritas por los niños a su cuidado, pidiendo los juguetes que deseaban recibir, los empleados de forma voluntaria elegíamos una cartita para “patrocinar”, en mi caso, Cynthia, de tres años, su nombre completo tenía cierta coincidencia con el de mi hija y por eso la elegí, tenía un tumor cancerígeno pero al parecer el tratamiento iba bien, era la Mamá quien escribía la carta, todo lo que pedía era una muñeca musical.

Fui a buscar la muñeca, encontré una muy parecida a mi “Mary Pecas” mi muñeca favorita cuando era niña, sin dudarlo la compré, la envolví y al día siguiente fui a entregarla a la asistente del Director, responsable de esa actividad, quien me dijo que por qué no la entregaba personalmente, de cualquier modo pensaban pedirme que fuera a tomar fotos para la revista interna de la compañía y yo acepté, no recuerdo si era a los dos o tres días, pero era casi enseguida.

La esposa del Director de Ingeniería era la Presidente de la asociación y cuando llegué al Hospital Hidalgo, ya me estaba esperando para guiarme al área donde estaban los pequeños con sus Papás, no recuerdo su nombre, pero tendría que investigarlo, es de verdad, una mujer admirable.

Una vez en la sala en la que se encontraban niños y Papás, empezamos a repartir los regalos, la Señora decía el nombre del peque y una enfermera buscaba entre las cajas la etiqueta con su nombre y lo entregaba mientras yo tomaba fotos, después de un rato de buscar a Cynthia con la mirada, a quien no conocía pero esperaba reconocer por la edad, desesperada como soy, me acerqué a la Señora para preguntarle por ella porque quería darle el regalo personalmente, entonces recuerdo bien que me tomó del brazo, y con una mirada tristísima me dijo: “ay Tania”… no necesitó decir más, se me salieron las lágrimas y ella confirmó lo que yo creí entender, “acaba de fallecer” me dijo, empecé a llorar con más fuerza, no podía contenerme, me sacó al pasillo y me dijo: perdón pero voy a pedirte que te vayas, no es bueno que los niños te vean así, vamos a darle la muñeca a otra pequeña, muchas gracias por todo" y regresó a la sala.

Salí del hospital algo aturdida y seguí llorando, le llamé a mi Jefe que se asustó por la forma en la que lloraba sin poder contenerme, me preguntó si podía regresar o si mandaba a alguien por mi, respondí que regresaría.

Al fin tranquila, pero sin poder dejar de pensar en la pequeña que nunca conocí, seguí trabajando y el día transcurrió casi de forma normal, algunos días después mi hermana llamó gritando de alegría, estaba sinceramente emocionada y me repetía: “Luna se sentó, se sentó solita!!! ya le tomé foto para que la veas” le agradecí, colgué el teléfono y fui a la oficina de mi jefe a presentar mi renuncia, sin duda alguna.

Creo que no cabe más explicación para lo que me sucedió, para lo que entendí en ese momento, sé que disto mucho de ser una madre perfecta, que quizás es imposible estar en cada momento importante en la vida de mi hija pero también sé, que haré lo posible por no perdérmelos.

Ahora, las circunstancias han cambiado un poco, su Papá y yo estamos separados, en un civilizado divorcio en el que ambos tratamos de balancear nuestras actividades con la atención que ella merece, está más grande y entiende las cosas de una forma que a veces a nosotros nos cuesta trabajo.

Y yo, no dejo de recordar el nombre de Cynthia de desear que hubiera vivido para cambiar la vida de más personas, para ir a la escuela, para crecer, para jugar, para ser y hacer todo lo que su potencial le permitiera.

Pero la vida es así de inexplicable y hay que vivirla con toda el alma.

En memoria de Cynthia G. L.

domingo, 29 de agosto de 2010

A través del lente…

Imagen 493a

Pocos saben… porque por principio de cuentas no tendrían por qué saberlo, que siempre he amado la fotografía y como quien toca “de oído” aprendí a tomar fotos “de ojo” la primera cámara que cayó en mis manos fue una minolta, usaba rollo de 110 y yo no la soltaba para nada, a sabiendas de que me acabaría las exposiciones, tomaba y tomaba y tomaba fotos, mi socio me critica porque dice que tomo demasiadas fotos para lograr una buena toma, incluso a objetos inanimados y… yo que sé, seguramente es cierto, tomo la cámara y no dejo de hacer click click click porque me gusta tomar fotos que parecieran inesperadas, que capturen cualquier detalle que podía haber pasado desapercibido, una sonrisa honesta, una mirada transparente, un instante perpetuo gracias a la fotografía.

Después tuve varias cámaras de esas casi desechables que usaban rollo de 35 mm (que por supuesto todavía existen) mientras esperaba que en algún momento mi hermano se cansara de la Canon, comprara una nueva y me heredara esa, cosa que nunca ocurrió, era tan buena que la usó hasta que no sirvió más.

Luego en la universidad, por fin empezaban las clases de fotografía!, mis Papás me TENÍAN que comprarme una cámara profesional, no estaba a discusión, la mayoría de mis compañeros compró Canon o Nikon, esta última era la recomendada por el maestro, pero yo, un poco por nostalgia, me decidí por una Minolta, preciosa!!, la foto que ilustra esta entrada es su lente, era una x370-n que adoré hasta el punto de bautizarla como “Camila” nombre que después quise enjaretarle a mi hija y no me dejaron, el caso es que de tanto estire y afloje se dañó y no hubo forma de repararla, pero empezaba ya la era digital y como muchos, corrí por una Sony Cybershot que acá entre nos nunca me gustó pero me la tuve que quedar hasta que con la excusa de que usaba memory stick y que era un rollo pasarla a la computadora (en realidad no lo era el drama era necesario), pude cambiarla por una Kodak que no tenía comparación con la Sony pero tampoco se acercaba a lo que quería.

Eran fotos… demasiado planas, sin vida, aunque la definición no era mala, le faltaba… detalle, le faltaba… corazón, le faltaba yo! nada se veía como yo lo recordaba, no como en aquellas fotos que revelaba yo misma en los laboratorios de la universidad… aún en sepia tenían más vida que las que conseguía con estas.

Luego por fin me decidí a cambiar por una que mostrara lo que yo veía a través del lente, hice algunas investigaciones, pregunté y la respuesta fue casi unánime, una Nikon, pues no dudé mucho y la compré, desde entonces tomo fotos como loca, esta sí es diferente, muestra colores reales, texturas, miradas… puedes sentir las imágenes… puedes apoderarte de los más etéreos momentos y hacerlos perdurables, eternos…

Cada vez que tomo una foto digital que le gusta a mi Madre, me dice: “pero me la imprimes, si no está impresa, no es foto!” siempre me río pero la verdad es que le concedo en gran parte la razón, es un lujo tener una foto sobre el escritorio y suspirar cuando la ves, leer una dedicatoria escrita de puño y letra de la persona que recuerdas, abrazarla en tu cama y soltar una lagrimita de nostalgia, romperla con despecho y luego arrepentirte y juntar los pedacitos como intentando reparar tu corazón… o acaso soy la única loca que alguna vez hizo algo así?.

Ayer con mi hija vimos juntas los cientos (si, cientos) de fotos que tengo desde la primaria, personas y momentos capturados en el tiempo para que me sobrevivan y cuenten mi historia a mi hija, a mis nietos y bisnietos, ya lo sé, puede parecer una idea demasiado romántica para la era digital, pero pocas cosas recuerdo con tanto cariño como sacar los viejos álbumes y decir en cada frase: “te acuerdas…”

Hace un rato me emocioné subiendo fotos, retratos principalmente, a tumblr, sitio que descubrí gracias a mi socio y que me tiene enloquecida, por cierto, aquí se los comparto:

http://taniavalladares.tumblr.com/archive

Encontrarán muchas imágenes que no son mías pero que lograron atraparme y ahí están.

Un amigo vió su retrato y me dijo que no le gusta que le tomen fotos, le respondí que es una foto que me gusta mucho porque me recuerda como es, no está posando, ni siquiera mirando a la cámara, después de un rato regresó para decirme: “jajaja, sí! ese movimiento es mío!” me encantó que me dijera eso, que percibiera movimiento en una imagen estática, que se reconociera… a través de mi lente.

jueves, 12 de agosto de 2010

El Feng Shui no es para mi.

Feng Shui

Realmente no soy una conocedora del Feng Shui, primordialmente porque no hay nadie que yo conozca que pueda considerarse un verdadero experto en esta… lo que sea oriental.

La cosa es que hace tiempo escuché que además de poner el espejo pa’ acá y la cama pa’ allá y la plantita por aquí y la fuente por acullá, la limpieza de clósets y en general de cualquier área de la casa que dé como resultado el deshacernos de cosas materiales, representaba también de alguna manera, una limpieza espiritual… como dije, hasta ahora no he conocido a alguien a quien pueda considerar una autoridad en Feng Shui así que no le hagan mucho caso a lo que escuché.

Sin embargo, usando el sentido común y recordando a San Francisco de Asís, quien dudo mucho que fuera Feng Shuísta (o como carambas se diga), el deshacerte de las cosas materiales, debería representar sí, un crecimiento espiritual, el desapego de las cosas materiales que de pronto hacen tu vida más cómoda… o más incómoda pero que a final de cuentas crees necesitar, podría abrirte los ojos a otras cosas en apariencia más simples que quizás necesitas y ni siquiera notas.

Más aún! si las cosas de las que te deshaces las regalas DESINTERESADAMENTE a quien crees que le van a servir, seguramente harán que por lo menos te sientas una mejor persona.

Ah, pero el apego no es cosa fácil de librar, desde hace unas semanas, algunas partes de la casa de encuentran en remodelación, las cosas se mueven, se mudan, se sacan, se cambian y empiezan a aparecer las cajas y con ellas los objetos y con los objetos, los recuerdos.

Desde que tengo uso de razón, nos hemos burlado de mi Mamá por guardar las más bizarras antigüedades, que van desde racimos de uvas artificiales que contienen nuestros dientes (suena tétrico, lo sé) hasta bolsas de plástico de alguna tienda que visitó en el extranjero (bah! tampoco es que viaje cada año por el mundo, supongo que por eso las guarda).

Caaaaada vez que hay limpieza general, empezamos a decirle: tira esto Madre, tira aquello Madre y ella se niega.

El caso es que en todo este remolino de cosas yendo y viniendo, me entregó una considerable cantidad de cajas y paquetes que desde mi primer mudanza, en 2001 se quedaron arrinconadas en una habitación de la casa, a eso había que sumarle las de la mudanza del 2006 y las del 2009…

Cosas que no veía desde la primaria!! Mi hija se enfrascó conmigo en la aventura de separar las cosas que tiraría, de las que regalaría, de las que conservaría y se moría de risa con mis fotos! y yo morí de risa cuando agarró mi walkman, lo vió por todos lados y me dijo: “qué es?” o cuando vió la foto de un ex-novio y me preguntó: “quién es?” -- “Ah! un muchacho que fue mi novio” le respondí, y enseguida replicó: “y está vivo?” jajaja, como que todavía no concibe que una mujer tenga más de un enamorado en su vida.

En fin, así salieron cuadernos, mochilas, trabajos finales, rompecabezas, más fotos, juguetes, ropa, zapatos, más fotos, collares, pulseras, mascadas, más fotos y yo seguía “descartando” las cosas que no guardaría, después de estar un par de horas dedicadas a esa tarea, advertí que el montón de cosas por tirar era infinitamente menor al de cosas por regalar que dicho sea de paso no era ni la mitad de las cosas que decidí guardar, así que inicié una segunda clasificación…

Que difícil! cada cosa, cada una de las cosas que estaban en las cajas y bolsas, me traía un recuerdo, era como tirar mis recuerdos a la basura! Intenté aplicar la regla de una vecina que, conocedora de las costumbres guardadocompulsivas de mi Madre, lleva años diciéndole: lo que no has usado en los últimos 6 meses: tíralo o regálalo, pero definitivamente no era una opción, tendría que tirar o regalarlo todo puesto que tenía años sin verlo… que podía hacer?

Bueno, la ropa en pésimo estado, a la basura, la ropa en buen estado, en definitiva será donada… excepto por la ropita con la que mi hija salió del hospital, y los primeros zapatitos que usó y la sudadera que me abrigó durante el viaje a… y empecé de nuevo a acumular cosas en la pila de “conservar”.

Me había rendido en la misión, decidí que la cosa quedara así y seguimos con los juguetes de Luna, sin reparo alguno y a pesar de haber visto Toy Story 3, empezó a aventar a una caja un montón de juguetes que ya no utiliza, se quedó con sus inseparables peluches (que no son pocos) y guardó dos o tres de los más viejos: “Listo!” me dijo, y salió disparada a jugar.

Volteé a ver de nuevo mi pila de “conservar” y empecé otra vez, la caja en forma de corazón, a la basura, las rosas secas que… quien me las dió?!… a la basura!, papeles, recaditos, cuadernos, tarjetas, fotos…no, fotos no, pero el resto, al reciclaje!

No les voy a mentir, ni de broma me deshice de todo, entre el “me recuerda el día que…”, el “por si acaso”, el “le va a servir a mi hija” y el “si lo tiro, se va a necesitar” conservé muchas cosas.

Me he hecho la firme promesa de limpiar por lo menos dos veces al año, clósets y archiveros con aquella facilidad de mi hija, de aventar cosas a una caja, estar cierta de las dos o tres por conservar y a lo que sigue.

Aunque, acá entre nos, seguiré conservando aquellas que no le sirvan a nadie más, pero que a mi, al verlas de nuevo, me transporten a momentos inolvidables y me hagan sonreír, como dice Joaquín Sabina: “incluso en estos tiempos, en los que soy feliz de otra manera”.

jueves, 29 de julio de 2010

Tan amigos como siempre…

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La imagen que les comparto en esta entrada, lleva escrita una frase que he leído en más de una ocasión y curiosamente mientras trataba de estructurar la idea de lo que quiero escribir hoy, apareció y me queda como anillo al dedo.

El concepto de la amistad puede tratar de describirse de mil formas, casi siempre cursis pero casi siempre ciertas y es, como todo lo complejo y valioso en la vida, prácticamente imposible de definir, ya que no es un concepto único, aislado, sino un conjunto de experiencias, sentimientos y otras cosas que capaz que ni nombre tienen, pero por sobre todo esto, lo que nos toca el alma, lo que la toca para mi, son acciones como la que les quiero compartir.

Sin duda tengo muchos amigos y amigas (bah, no sé si muchos, suficientes y los nuevos son bienvenidos) que a fuerza, ya lo dije antes, de actos de indiscutible lealtad y experiencias compartidas, han demostrado ser mis amigos y a quienes espero haberles demostrado en igual medida mi amistad y mi cariño.

Yo que más quisiera que hablar aquí de todos o dedicar una entrada a cada uno que bien lo merecen, como merecen el espacio que ocupan en mi vida, en mi corazón (advertí que sería cursi).

En fin, quiero compartirles la que por ahora es la más cercana y casi podría decir tangible muestra de amistad porque está sucediéndome justo ahora.

Un amigo mío, confió en mi para llevar a cabo un proyecto, cuyos detalles no vienen al caso, yo hice un compromiso con él, uno que no cumplí, y me otorgó una prórroga, que tampoco aproveché, todo eso sucedió justo en el instante en que mi vida estaba dando un vuelco enorme, cambié de casa, de estado civil y me eché a cuestas un vicio, el vicio de tuitear, era imposible cruzar más de 2 palabras conmigo sin toparse con la mirada clavada en la pantalla mientras enviaba mensajes.

Todo mi entorno se estaba yendo a pique, el cuidado hacia mi hija, mi situación económica, mi relación familiar, otras amistades, todo, y yo no conseguía hacer un alto, reflexionar y decir: mi mundo se está hundiendo y no soy sino una espectadora, por qué no me detengo y hago algo al respecto?.

Medio cumplía con las tareas más básicas del proyecto que por supuesto, al igual que tantas cosas a mi alrededor, se derrumbó, cuando me di cuenta de lo que había hecho, no sabía si podría siquiera mirarlo a los ojos, no me atreví a llamarlo por teléfono, lo único que atiné a hacer fue enviarle un correo electrónico explicando el status de la situación y ofreciéndole una disculpa, mientras lo redactaba me di cuenta que no tenía justificación alguna, que lo único que me quedaba por hacer era resarcir los daños en la medida de lo posible, aceptar mi responsabilidad y ofrecerle mi ayuda para pasar la estafeta a alguien más.

Al poco tiempo de haber enviado el correo, mi amigo me llamó y me dijo: “esto es un negocio, nuestra amistad es otra cosa, yo arreglo lo que tenga que arreglarse y tan amigos como siempre.”

Debo confesar que en ese momento pensé que sus palabras eran de dientes para afuera, una manera diplomática de cerrar un círculo y seguir adelante cada quien por su lado.

Y lo que tenía que pasar pasó, toqué fondo, afortunadamente, cuando tocamos fondo el único lugar hacia donde ir, es hacia arriba y eso ocurrió, las cosas empezaron a tomar su lugar, y yo a recuperarme, a mi y a mi sitio en el mundo real.

Aún tuiteo, bien lo saben los que aquí me leen, aunque no por los mismos motivos ni con la misma intensidad.

Y mi amigo, el que prometió que seríamos “tan amigos como siempre”, lo cumplió, lo sigue haciendo, y seguimos compartiendo, riendo, recordando, cantando e iniciando juntos un nuevo proyecto.

Él demostró con sus actos lo que dice la imagen que apareció mientras ideaba este post: “Un amigo es alguien que cree en ti… aún cuando tu has dejado de creer en ti mismo”.

Ah por cierto, a mi amigo lo conocí en 1999 por internet…

“Somos gente ficticia, náufragos urbanos…”

viernes, 23 de julio de 2010

Por tu culpa…

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Hoy, por motivos que no me corresponde explicar, recordé un episodio de esos que marcan un antes y un después en tu vida, uno del que no me enorgullezco en lo absoluto y del que por lo mismo evito hablar, lo he evitado por años, hasta hoy y me permito compartirlo casi a modo de confesión.

Contaba yo con apenas dieciseis años, que si bien no sirven como disculpa, sirven si, como contexto, y había conseguido mi primer trabajo, era asistente de redacción para el noticiero de la televisora local, en aquel entonces Canal 6, recibía por tanto ya mi primer sueldo y me sentía muy madura y autosuficiente, no recuerdo el mes, el caso es que como tantas veces durante mi infancia, mi Padre planeó un viaje a Veracruz y para acompañarlos, a regañadientes pedí permiso en mi trabajo y allá fuimos.

Este viaje era diferente, en este momento me es imposible recordar si yo sabía la condición en la que estaba mi abuelo cuando íbamos en camino, sabía si, que estaba enfermo de cáncer pero no en plena conciencia de lo que eso significaba ni del estado en el que esto tenía a mi abuelo Juan… Juan Valladares.

Estuvimos un par de días, mi abuelo estaba solo en cama, la casa de mi Padre en San Andrés Tuxtla, Veracruz, tenía en la parte de abajo un molino de nixtamal que fue el negocio al que mi abuelo había dedicado su vida, había un sótano lleno de luz porque las ventanas daban a una especie de florido barranco y a un lado del molino unas escaleras muy angostitas que llevaban a la casa de mi tía, luego otras que me gustaban por peligrosas, aún más angostas y empinadas que llevaban a la azotea de la casa.

Mi abuelo, decía yo, ya estaba en cama, de vez en cuando bajábamos los nietos a hablarle un poco, él ya no hablaba mucho y a veces no entendíamos lo que decía, caray, tengo tan pocos recuerdos de ese viaje y esos pocos están tan diluidos… me cuesta trabajo describirlos.

Los días de mi permiso se habían agotado, tenía que regresar a mi trabajo y mis Papás no tenían pinta alguna de tomar la decisión de regresar, así que yo como toda reina del drama adolescente, armé un teatro como nunca antes, alegando que contradecían los principios que me habían inculcado, que me habían hecho responsable y que me conminaban a cumplir siempre con mis compromisos, con mis promesas!

Debo haber terminado por convencerlos más por hartazgo que por mis irrisorios argumentos y al fin regresamos, ya me volvía el alma al cuerpo, llegaría a cumplir en tiempo y forma con mis compromisos laborales y eso era lo importante.

El viaje era largo pero más largas eran las caras de mis Papás y mis hermanos. Apenas me dirigieron la palabra y yo hacía un esfuerzo por mantenerme digna. Por fin llegamos a Aguascalientes y al poco rato de estar desempacando, sonó el teléfono… supongo que imaginarán de qué se trataba.

Si, mi abuelo, el abuelo Juan, sabio, culto, divertido, trabajador, encantador, el amadísimo Padre de mi Padre, había fallecido, recuerdo la mirada de mi Madre después de enterarnos de la noticia, mi Papá alistó sus cosas y regresó de inmediato a Veracruz.

Este tipo de escenas uno las imagina como parte de un guión, una tragedia familiar llevada a la pantalla grande, un texto bien planeado que invite a la reflexión y toque el alma, pero no es el caso, no este en particular…

La cabeza se me llenó de hubieras, de que tal sis, de todo lo que estuvo en mis manos de adolescente estúpida y que nada me costaba modificar para que mi Papá acompañase al suyo hasta el último momento, y sin embargo, jamás me lo ha recriminado, nunca hemos tocado el tema, no he recibido de él, el más mínimo reproche.

Mi madre si me lo dijo literalmente, crudo y real como es: “Por tu culpa tu Padre no vió morir a tu Abuelo” ey! deténganse antes de juzgarla, dijo bien.

El caso es que hay que seguir, hay que avanzar, entender que decisiones superfluas pueden marcar momentos eternos, yo aprendí a vivir cargando el peso de lo que hice, o quizás no, quizás dolerá siempre, como duele ahora… saber que cometiste un error que causó mucho daño y que no hay nada que te disculpe.

Yo soy una de las grandes detractoras de la culpa y los culpables, creo firmemente en ver hacia adelante, tengo claro que no existe el olvido como tal, defino al olvido como una forma de reaccionar diferente ante un mismo recuerdo, la vida sin memoria no tendría sentido. Y creo también, que no todo tiene disculpas, que cosas como las que aquí les cuento, si bien deben superarse, deben aceptarse como un error que no podemos cambiar.

Mi Padre, y lo he dicho en tantas otras ocasiones, es un ser lleno de luz, con un espíritu admirable, en definitiva sé que no me guarda rencor alguno, que el amor que me tiene quizás lo haya llevado al punto de perdonar mi inmadurez, mi torpeza. Después de todo, es él el que siempre dice: “El hubiera es el pasado perfecto de me apendejé”.

Así que con todo mi “mirar hacia adelante” con el optimismo del que busco rodearme todo el tiempo, con la firme convicción de desterrar a la culpa, acepto que soy la responsable de que mi Papá no pudiera despedirse del suyo y es preciso que sepa, que lo lamento profundamente.

Papá, perdóname.

sábado, 17 de julio de 2010

Éramos una familia acomodada

...cinco en una cama.

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Ese chiste es viejo y la verdad siempre me ha dado mucha risa, aunque el chiste original dice “Éramos una familia acomodada, diez en una cama” nosotros sólo éramos cinco así que me he tomado la licencia literaria (o chisteraria), para adaptarlo a la situación.

El caso es que justo ahora, mañana de sábado, con mi hija acomodándose en la cama pa’ acá y pa’allá, sin la menor intención de levantarse, con Arequita (nuestra perrita) a los pies de la cama mientras vemos la tele, recordé las mañanas de domingo en casa, para ser precisos, en esta misma casa.

Los domingos temprano, aunque no sabría precisar la hora, el primero en levantarse corría a la cama de mis Papás y al despertarnos los demás nos uníamos al jolgorio, porque aquello era como una fiesta, nos trepábamos unos encima de otros en la cama, nos hacíamos bolita, mi Papá nos agarraba a cosquillas, platicábamos de lo que haríamos en el día, o de cualquier otra cosa, francamente no importaba, no recuerdo tampoco cuanto tiempo pasábamos así, pero el que haya sido, fue muy poquito.

Luego empezamos a crecer… yo menos que mis hermanos, dicho sea de paso, y después cada uno se sentía muy maduro e independiente para hacer algo así, cada quien empezó a despertar en diferente mundo, cada uno en una casa diferente aún en el mismo espacio y bajo el mismo techo.

No puedo hablar por mis hermanos, claro, pero de mi puedo decir que nunca he sido una hija ejemplar en el tema de departir con la familia, generalmente huyo de las reuniones familiares y cuando asisto me siento en un lugar del que no me muevo, hablo con los dos o tres incautos que se atrevieron a sentarse a mi alrededor y me divierto eso si, pero me cuesta.

Siendo realistas y sinceros no hay nada ni nadie a quien yo pueda culpar de mi lejanía familiar, desde que recuerdo ha sido el reproche, y con razón, de mis Padres, aún recuerdo la frase que utilizaba mi Papá cuando me negaba a ir a Guadalajara: “estás segregando a la familia”.

Desde que tuve edad suficiente (según yo) para elegir si ir o no a ciertos eventos, me he negado, asisto únicamente a aquellos de quienes dentro de la familia, siento más cercanos, e insisto, la paso bien.

Esta entrada empezó como una reflexión y termina como una confesión, una que acá en el mundo real, ni falta que hace, me conocen bien y han terminado por aceptarme así.

No sé si un día cambiaré, para ser completamente honesta, no está entre mis planes, amo a mi familia profundamente y me gusta que mi hija conviva con sus primos, aunque me temo que mi ejemplo la arrastra a otro punto.

Pues bien, heme aquí, asumiéndome como la peor de las hijas/primas/sobrinas/tías/madres/hermanas en cuanto a convivencia se refiere, sumando a esta reflexión el hecho de que mi hija, que de por si tiene una personalidad introvertida no encuentra fácil relacionarse con los demás.

Confesando que cuando se trata de relaciones laborales y personales no tengo problema alguno en desenvolverme pero soy una inepta en temas familiares.

Declarando aquí que con todo el desapego que me caracteriza entre mis familiares, con mi ausencia en los eventos y mi distancia siempre evidente, añoro como pocas cosas esos domingos de estar tirados en la cama unos sobre otros hablando y riendo, sobre todo cuando pienso que es un recuerdo que mi hija no tendrá, no así.

Cuando escucho hablar de familias “disfuncionales” refiriéndose a los matrimonios separados, madres solteras y otro tipo de condiciones, siempre me obligo a pensar si he forzado a mi hija a vivir en una familia disfuncional o si con amor y esfuerzo puedo enseñarla a vivir en una familia que funciona diferente, espero de todo corazón que sea lo segundo y que al paso de los años termine diciendo: “éramos una familia acomodada…dos en una cama”…y un perro.

viernes, 9 de julio de 2010

Si te regala flores…

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Desde que la adolescencia asomó las narices (nunca he entendido esta expresión, no tenemos una sola nariz cada uno?) en fin…decía yo, desde que la adolescencia asomó las narices en la vida familiar de los Valladares Dávila, mi Padre, como la mayoría, empezó a tomar las debidas precauciones del caso hablando con mi hermana y conmigo (con mi hermano habrá tocado otros temas, sin duda) de lo que él consideraba que definía a un buen hombre.

Bah! no es que nos haya sentado con las luces apagadas mientras nos mostraba acetatos proyectados en la pared pero si aprovechaba los momentos que el consideraba adecuados, para soltar veladamente algún comentario que nos permitiera, llegado el momento, elegir una buena pareja (eso de "elegir pareja" sonó como a rito azteca, jajaja, en fin, prosigo).

A decir verdad, no recuerdo la mayoría de las cosas que seguramente mi Padre intentó comunicarme, probablemente las hormonas se me salían por las orejas y me impedían escuchar con claridad, recuerdo si, que cuando salí a mi primera cita formal con un muchacho, su consejo fue: si te regala flores, no confíes en él, seguramente lo mire con cara de: “ mi Papá está celoso! ternurita…” no me dijo más, no explicó más, quizás, porque para él el mensaje era claro y llegó a la conclusión de que no requería darme mayores detalles o pensó que en algún momento yo llegaría por mis propios medios a entender el mensaje, cosa que después de un tiempo, ocurrió…sabio el viejo no?

Y ya, fin.

Cómo? no es claro? Ok, sigo entonces, cuando eso pasó yo tenía dieciseis añitos y poco alcanzaba a comprender, luego uno “aprende” del amor, como “aprendemos” todos, o quizás deba decir, que uno va dando de tumbos en el amor identificando que cosa nos duele, en qué momento y por qué motivo.

Durante mucho tiempo pensé que solo había una forma de amar y de demostrar ese amor…la mía.

Sé que sería incorrecto generalizar, así que hablaré solo por mi, siempre he pensado que el amor debe ser explícito, abierto entregado, total y he esperado ser amada en igual medida y proporción, eso realmente no representaría un problema, a menos que espere que el otro diga las cosas que quiero escuchar, justo en el momento en que quiera escucharlas, cuesta mucho, quizás demasiado, entender que existan en efecto, otras formas, no de sentir amor, sino de demostrarlo.

Pasó el tiempo, salí con otras personas y seguía sin entender bien a bien el tema de las flores y el de aceptar que hubiera alguien que amara diferente y de pronto un día, se me ocurrió volver a pensar en el consejo de mi Padre “si te regala flores, no confíes en él” …que diantres había querido decirme? y entonces, ya bastante más grandecita, llegué a otra conclusión (personalísima como todo lo que expongo aquí): la mayoría de nosotros pensamos que nuestra forma de amar o en general de relacionarnos con otros, es la adecuada, quizás aceptemos nuestras limitantes y fortalezas pero en general, tenemos una razón justificada para ser como somos, y entonces me dio por analizar a mi Padre y su forma de demostrar amor.

Ya dije en otra entrada que no puedo recordar un día en el que mi Papá me haya dicho expresamente, directo y mirándome a los ojos: “te quiero” y sin embargo lo tengo clarísimo, me quiere! me adora tanto o más de lo que yo a él…y como lo sé? por sus acciones, una callada forma de demostrar amor, no solo hacia mi, también hacia mis hermanos, a sus nietos (bueno, con ellos ya se deschonga un poquito), hacia mi Mamá y hasta a nuestras mascotas!

Cada vez que llegué tarde y veía la luz de su cuarto apagarse al escuchar el sonido de las llaves abriendo la cerradura y cuando sabe que es el día en que mi hija se va con su Papa y llega como tres horas más temprano de su trabajo para asegurarse de alcanzar a despedirse de ella.

De las pocas cosas que recuerdo de cuando era niña, era verlo llegar con bolsitas de la dulcería de Sanborn's, generalmente traía unos huevitos de chocolate con una cubierta blanca con pintitas, nunca me gustaron mucho pero era signo inequívoco de que algo bueno le había pasado y era su forma de compartirlo con nosotros y era razón de más para comerlos gustosos (cuando le daba por las tortugas con nuez, yo era la más feliz).

Y así, sin te quieros, sin flores y sin escandalosas demostraciones de cariño, crecimos rodeados de su inmenso amor.

Un día, sólo para comprobar mi teoría, le pregunté por qué me había dicho aquello de las flores y me dijo: porque si alguien quiere convencerte con flores, palabras y adornos de lo mucho que te quiere, muy probablemente se deba a que no está dispuesto a hacer lo necesario para demostrártelo por medio de acciones.

Ya ya, no se puede generalizar, es su punto de vista, su concepto, su propia idea del como demostrar amor, su propia forma de hacerlo, pero saben que? yo lo creo y lo tomé como una regla, las flores son hermosas, me gusta tener flores naturales en casa cada vez que puedo, cambian el ambiente de una forma impresionante (aunque no soy la más indicada para cuidarlas cuando se trata de plantitas completas), únicamente dos veces en mi vida me han regalado flores (ojo! semáforos y bares no cuentan) las primeras cuando cumplí veinte años y ese cuate... pues qué les digo? confirmó la teoría de mi Padre y las segundas cuando mi hija nació y eso porque mi Madre bajo amenaza de muerte a mi marido lo obligó a ir a comprar un ramote que yo pudiera ver cuando despertara.

Sí, son lindas las flores, me encantan (no las rosas rojas por cierto) pero si hay que elegir, prefiero una llamada para saber como estoy, una sonrisa de apoyo cuando es evidente que la necesito, un abrazo que me haga estremecer cuando las palabras sobran, una carcajada abierta por una tontería que se me ocurrió, un cómodo silencio aderezado de cuando en cuando por miradas y sonrisas cruzadas, una callada forma de demostrar amor.

Ah! casi lo olvido, aquella primera cita no me entregó un ramo de flores y aunque las cosas no salieron como se esperaban, hoy después de dieciocho años puedo sin duda contarlo entre mis amigos.

Y bueno, yo que sé, "mi Padre y sus ideas" podría decir, lo cierto es que cuando mi hija entre a su etapa adolescente y salga por primera vez con un muchachito con intenciones románticas, seguramente le advertiré: "Si te regala flores, no confíes en él"...