jueves, 24 de junio de 2010

Mi fiesta de Rosita Fresita



Hace una semana celebramos el cumpleaños número 7 de mi hija, cada año desde que nació he procurado que esa fecha sea inolvidable para ella, algunas amigas bromean diciendo que cuando cumpla XV años rentaré el auditorio nacional…ya estoy checando fechas.

A decir verdad, creo que si tengo una fijación con las fiestas infantiles, quizás se deba a que fui la única de los tres Valladares Dávila que jamás tuvo una fiesta en salón, si! Culpo a mis insensibles padres de provocar en mi esos terribles traumas psicológicos que han marcado mi vida y que ahora transmito a la siguiente generación. Naaaah, les voy a contar la verdadera historia.

Por algún extraño e inexplicable motivo, no recuerdo nada de mi infancia de los 10 años hacia atrás, por ahí un experto les dijo a mis papás que probablemente un hecho traumático bloqueó mi memoria…la manga que! Dispersa y olvidadiza que soy…en qué iba?

Ah si, el caso es que de las pocas cosas que recuerdo de mi infancia fue una fiesta de mis hermanos, recuerdo vagamente algunos detalles: hubo un mago, había escenario y todo, creo que hay algunas fotos por ahí, lo que recuerdo con toda exactitud, son los bolos. Mi Madre era y es una maga creativa, la clase de Mamá que convierte los platos desechables en padrísimos platillos voladores y los vasos en licuadoras para las niñas, estaban geniales! Yo era super chirris pero no podía esperar para que me hiciera una fiesta así! Con bolos hechos por ella y en un salón grandote, con mago y…todo lo demás que no recuerdo (seguramente sandwichitos, coditos, pastel y gelatina…algo me lo dice).

Como dije antes no recuerdo fechas exactas ni la edad que tenía cuando todo eso ocurrió, recuerdo eso si que ya estando en Aguascalientes, me prometieron que por fin tendría mi fiesta en salón!! Sería de Rosita Fresita y no solo eso!! Mi Mamá se había dado a la tarea de conseguir frasquitos de Gerber para hacer mis bolos…nunca entendí como serían pero seguramente ella lo tenía clarísimo en su mente, para variar, no recuerdo por qué la fiesta nunca llegó, mi Mamá tampoco se acuerda, el caso es que no llegó…y después ya estaba yo muy vieja para una fiesta así. Esa se convirtió entonces en una suerte de asignatura pendiente, una de esas cosas que si no vives a tiempo, ya no viviste! que prueban de una vez y para siempre que el tiempo no regresa…y los momentos menos.

Cuando mi hija cumplió un año, todavía ni caminaba, y yo le hice un pachangón en el patio de la casa de mis Papás que no vean!! Fue de Kitty (otro trauma infantil que ya les contaré), hubo brincolín, dulces, palomitas, pastel, 2 mega piñatas, música, juegos y mil cosas más de las que la pobre ni se enteró porque cayó rendida a media fiesta y la tuve que despertar para tomarle la foto con el pastel, sale toda modorra y malencarada la pobre. Cuando cumplió dos no resistí la tentación y se repitió más o menos la misma historia…y a los tres...la misma cosa.

Cuando cumplió cuatro por fin estaba en edad de enterarse bien de lo que se trataba una fiesta infantil y cumplí MI sueño de fiesta infantil, renté un salón padrísimo, con escenario y todo, hubo un payaso!! El pastel hecho por mi, los bolos retacados de dulces y detalles con su nombre, metimos 60 chamacos en un salón para 30 había una gran lona con su foto a la entrada y otra adentro, el menú incluía pizzas y helado además de una fuente de chocolate y globos de colores por todas partes, si, era MI fiesta ideal…el único problema es que había tantos niños que mi pequeña no lo disfrutó ni un poquito, a 40 de los 60 invitaditos no los había visto en su vida y no es precisamente la niña más sociable del mundo…en MI afán por MI fiesta perfecta, había arruinado su cumpleaños…por si fuera poco repetí el numerito a los 5 y a los 6.

Este año me dijo: “ahora yo organizo mi fiesta” eligió el personaje y nos dijo el número de invitaciones que necesitaba, invitó a todo su salón y a algunos de sus compañeritos del año pasado que quedaron en otro grupo, la lista incluía 25 invitados de los cuales 20 asistieron encantados de la vida, corrieron por el mismo salón en el que había tenido lugar su fiesta de 4 años, brincaron, rieron, jugaron, subieron, bajaron, todos juntos! no había grupos ni pleitos, uno que otro chipote eso si y luego, ya en casa, mientras abría sus regalos, me dijo que era la mejor fiesta que había tenido, claro, esta vez era SU fiesta.

Hasta ahora, después de 7 años, de 7 fiestas, entendí el egoísmo al que la sometí en las anteriores preocupada por hacer la mejor de las fiestas, que todos disfrutaban menos ella… que tan ciega debe estar una Mama para notarlo después de tanto tiempo? En que otras cosas he decidido para ella lo mejor para mi? Que cosas habrá en el día a día que son un reflejo de mis traumas y que bajo la vieja consigna de “quiero que tenga lo que yo no tuve” me ha llevado a imponerle cosas que no son su deseo? Seré capaz de no repetir esos errores? No lo sé, lo intentaré, eso es seguro.

Debió quedarme claro cuando la regañé por querer abandonar el ballet por la natación y me dijo: “es que el ballet te gusta a ti, no a mi”…tenía 5 años.

Aprendemos alguna vez a ser Padres, a respetar sus deseos aún cuando sean unos niños?

Recordé algo que leí (aunque no me acuerdo donde) una anécdota en la que una familia llega a comer a un restaurante y cuando la mesera se inclina hacia el niño y le dice: “a Ud. que le servimos caballerito?” el niño exclama: “miren! Cree que existo”.

Quiero pensar que he aprendido la lección, que mi tarea de protegerla y orientarla no debe interferir con sus deseos y aspiraciones, prometo tenerlo siempre en mente, ojalá pudiera jurarle no volver a fallar.

Ah! y que creen? cuando cumplí 30, mi Mamá nos invitó a su casa, cuando llegamos, me encontré con globos, pastel, vela, mantel y bolos…de Rosita Fresita…tal vez después de todo, para algunas cosas nunca es demasiado tarde.

Gracias Mamá.

viernes, 18 de junio de 2010

No sé de futbol


En temporadas mundialistas todos los medios se llenan de comerciales misóginos que hacen mofa de “las viudas del fútbol” pobres mujeres olvidadas cuyo contacto más cercano con sus hombres se limita a acercarles la botana mientras ven su partido favorito.

Yo veo otra realidad, vivo otra realidad, algunas mujeres verdaderamente apasionadas por el futbol que conocen bastante del tema, otras que les importa un rábano y celebran que sus maridos tengan algún entretenimiento que les permita salir con sus amigas sin mayor cuestionamiento, es pues, una distancia que se agradece, no se sufre! Y otras que como yo, decidimos entregarnos a la pasión…futbolera y con un desconocimiento total del deporte nos desgañitamos gritando GOOOOOOOL!!!!!!!, ÁRBITRO VENDIDO!!!!!!!!!! o cualquier otra consigna que se antoje necesaria.

No sé de futbol porque las pocas veces que me he dedicado a la práctica de un deporte ha sido alguno individual, de egoísta que soy, que quieren que les diga?, durante el bachillerato estuve en la selección de basquetbol, oh si, con todo mi metro y medio, era una bala robando balones, pero después de muchos corajes y un dedo roto decidí dedicarme a cosas menos competitivas y más in como los aerobics, más tarde el spinning, la natación, en fin, era el deporte por hacer alguna actividad física, por estar en forma, por cumplir con un estilo de vida integral, no por aquella pasión que te arrastra a ser el mejor, no no, lo mío lo mío, no es el deporte.

Mi Papá, como muchos otros hombres, sin duda, es de esos que llegan y prenden alguno de los 10 canales deportivos a su disposición y se emocionan viendo un partido de dos horas del deporte nacional de Rwanda y todavía grita como si entendiera un carajo, siempre ha sido así, aplica también para el básquet, tenis, beis, lo que sea, todo ve, todo le gusta, todo lo anima. En sus tiempos infantiles jugó futbol como casi todo niño en México, ese de barrio, de cascarita, de torneos escolares, sin más pretensión que la de divertirse, luego, más grande formó parte de algunos equipos aunque no oficiales, constantes, de las primeras fotos de mi hermano bebé, recuerdo una en la que aparece con todo el equipo de fut de mi Papá…por cierto, era difícil distinguirlo del balón.

Después estuvo en equipos de básquet, cuando llegamos a vivir a Aguascalientes, lo primero que hizo fue inscribir a toda la familia en un club deportivo que por cierto yo odiaba, ya ni existe pero en aquel entonces, la crema y nata de la sociedá asistía ahí…eran odiosos. La raqueta me sacó llagas en las manos y en mi primer clase de atletismo me picó una abeja en la pierna, lo dicho, aquello no estaba dado para mi, mi hermano era bastante mejor en esas disciplinas y mi hermana de plano no tenía ningún empacho en mostrar su total desinterés hacia el tema. Total que mi Papá siguió jugando básquet cada vez que podía y donde podía hasta que un fulano le cayó encima partiéndole una rodilla, problema que le aqueja hasta estos días y ahí acabó la cosa.

El caso es que la pasión que vertía en la cancha, la vierte ahora en el sillón, entiendo su pasión, no la comparto, me involucro por lo menos, pero no la siento, digo que soy Chiva y apoyo al Necaxa, me siento junto a él en todos los partidos que puedo y grito, afirmo y critico al ritmo que él marca, más por convivir con él que porque como dije antes, me importe un bledo o entienda un ápice.

No sé de futbol, pero me encantan los gritos de mi Padre vitoreando las buenas jugadas, tomando el papel de Director Técnico, gritando lo que debe hacerse como si estuviera convencido de que lo escuchan, tiene además un particular estilo para mentar madres, es gracioso y certero. En el partido México - Sudáfrica, cuando en una de tantísimas llegadas nomás no metían gol, se incorporó de su sillón, se rascaba la cabeza y se jalaba los pocos pelos que le quedan en la nuca mientras gritaba: “ME VAN A MATAR DE UN PINCHE CORAJE!!!” yo no paraba de reír, lo disfruto tanto.

Ayer, en el partido México – Francia yo no sabía si el llegaría a tiempo para verlo y arrastré a mi socio (literalmente) hasta un bar para verlo, se reía mientras yo trataba de convencerlo y me decía: eres bien futbolera verdad?, le respondí que no, que sólo cuando jugaba la selección, el pobre al fin más por hartazgo que por verdaderas ganas de asistir, me acompañó, yo gritaba, aplaudía y le tomaba a mi chela mientras el conseguía la clave de internet para conectarse y poder avanzar en el trabajo, eso sí, luego del primer gol se unió a la fiesta y nuestro grito resonó junto al de los otros comensales: CHICHAROOOOOOOOOOOO!!!!!!!

No sé de futbol, pero siempre me conmueve ver a un futbolista llorar después de una derrota a pesar del mayor esfuerzo, besar la camiseta de su equipo, gritar tan fuerte que parece que se le va a dislocar la quijada si abre un poco más la boca, abrazar a sus compañeros sacudiéndoles la cabeza mientras el grito continúa, correr de brazos abiertos por la cancha celebrando su hazaña, me enciende el grito de la tribuna cuando se levantan de su asiento en perfecta sincronía y con los brazos en alto.

No sé de futbol, pero celebro la pasión en todas sus formas. Eso sin duda, lo aprendí de mi Padre.

Y QUE VIVA MÉXICO CABRONEEEEEEEEEES!!!!!!

domingo, 6 de junio de 2010

No me hagas enojar!


Mi hija (si, otra vez mi hija, que quieren?) llegó un día diciendo: “Mamá, fulanita me sacó la lengua!!” estaba a punto del llanto y su voz se entrecortaba, yo me mostré exageradamente alarmada y le abrí la boca mientras gritaba: “Nooooo!” ella me miraba desconcertada mientras yo fingía revisar que su lengua estuviera en su lugar, luego suspiré y dije: “menos mal, tu lengua sigue ahí, no dijiste que fulanita te la había sacado?”, mi pequeña se empezó a reir y dijo: “no Mamá, no mi lengua, sacó SU lengua” y entonces le dije: “aaaaah bueno, pero esa lengua es suya, deja que haga con ella lo que quiera”. La lección es clara, lo que te hace enojar o sentir mal, no es lo que la otra persona hizo, es tu propia forma de reaccionar a lo que otro hace.

Yo no soy una persona de carácter fácil, si bien la mayor parte del tiempo me río y bromeo de todo y por todo, también suelo perder el control con las cosas que se salen de mi área de influencia, hoy fue uno de esos días, el por qué no viene al caso, el hecho es que reaccioné perdiendo la calma, haciendo reproches y hasta llorando, después, cuando todo había pasado, mi Papá se acercó y me dijo: “mírame a mí, mi espíritu es fuerte, soy más inteligente que mis impulsos, tú eres inteligente, o no?” parecía como si me dijera: “era su lengua o la tuya?”

Después entré un rato a twitter, red en la que participo con frecuencia, y por la razón que haya sido, más de una de las personas con las que interactué expresaban su molestia por algo que dije o la forma en que lo dije y otros hasta por lo que no dije y me daban ganas de decir: “es tu lengua o la mía?”. Nos es increíblemente fácil encontrar culpables para todo, inclusive para nuestro sentir y la forma de expresarlo, siempre que hablo de este tema pienso en el arte, es sin duda un buen ejemplo, siempre existe la probabilidad de que lo que el autor de una pieza musical, pintura, escultura, incluso un libro que podría parecer más explícito, no se parezca en nada a lo que el lector, espectador, público o lo que fuere, sintieron al entrar en contacto con la obra, porque hay una carga emocional diferente en cada ser humano, marcada por su educación, su contexto y sus propias, individuales y únicas experiencias.

Debo confesar que más de una vez me he jactado de tener bien claro este concepto: “yo soy dueña y responsable de mis sentimientos, no es que tú me hagas enojar, es que yo elijo enojarme por lo que tú hiciste” y sin embargo hay situaciones con las que pierdo la cabeza, como hoy.

Nadie dijo que fuera fácil esta tarea de hacerte responsable de lo que sientes, pero si lo logras, (conozco además de mi Padre a más de uno que lo ha hecho) vivirás más tranquilo, porque te sabes responsable de lo que dices mas no te sientes culpable de cómo el otro reaccionó al escucharlo (ojo, repito, te haces responsable de lo que dices), además, dejas de endilgarle a otros, culpas que no les corresponden.

YO decido quien influye en mi ánimo y de qué forma, y para quien ha decidido que yo influya en el suyo, tengo que agradecerlo, es un honor.

Por mi parte, he decidido que a partir de hoy, como un sano ejercicio, cuando me den ganas de andar buscando culpables, correré al espejo más cercano y me diré en voz alta: “No me hagas enojar!”