domingo, 1 de diciembre de 2013

Excepcional

Mujeres del ENIAC
Bueno, acá va a aflorar mi lado feminista (aunque creo que ha sido evidente en el resto de los textos), pero como dicen en mi rancho: “el que avisa no es traidor”, así que de una vez lo comento.

Hace algunos años (siete, digamos) que me dedico a trabajar de forma estrecha con la tecnología, pero antes de eso ya me llamaba la atención. En casa, solía ser yo la que “reparaba” la videocasetera, las grabadoras, la que sabía cómo modificar un cassette original para convertirlo en uno grabable y viceversa. Luego, en la adolescencia pude trabajar en un canal de televisión donde me obsesionaba el funcionamiento de las editoras de video y audio, aunque yo estaba ahí como asistente de redacción y todavía usaba una máquina de escribir mecánica.

Después, en la universidad, tuve mi primer contacto con las computadoras, eran unos armatostes enormes de pantalla era negra y los textos (imágenes todavía no se podían ver) eran verdes, constituía un gran logro guardar exitosamente un archivo, ya que se tenían que escribir comandos completos, por lo que algún conocimiento de programación necesitabas, y los nombres tenían que ser algo tipo: “Tar1leg” porque el número de caracteres para los nombres estaba limitado y después daba un trabajo chino recordar qué diantres habíamos guardado con qué nombres.

En aquel tiempo (segunda mitad de la década de los noventas) trabajábamos con los discos de 5 1/4 o “floppy disks” que eran una especie de disco de acetato delgado dentro de un “sobre” de cartón negro y no eran muy resistentes que digamos, bastaba con mirarlos feos para que se rompieran y perdieras toda la información (que no era mucha) que habías guardado en ellos.

Aún con todas las limitaciones de la época, yo estaba fascinada con lo que podía hacerse con una computadora, más adelante, en mi primer empleo formal, por fin estuve en contacto con una computadora más o menos parecida a lo que actualmente utilizamos. Desde aquellos días hasta el presente, mi interés por la tecnología ha ido creciendo, sobre todo en la parte de programación, y aunque evidentemente estoy lejos de saber lo que sabe un programador o un ingeniero (después entendí que eso es lo que tenía que haber estudiado), he aprendido algunas cosas de gran ayuda de forma autodidacta.

El tema con la tecnología es, como en muchos otros casos, que se considera un terreno de hombres, la idea generalizada es que son los hombres quienes crean, instalan, reparan, programan, capacitan, etcétera, etcétera. Y la idea de que una mujer se dedique a cualquiera de las anteriores actividades, es vista todavía como algo “excepcional”.

El año pasado, habíamos acordado transmitir en forma simultánea la señal de una estación de radio fm, por internet, para que conocieran el servicio y después decidieran si lo contrataban o no, la estación accedió y yo me presenté ahí para instalar y configurar el programa que se necesitaba para tal objetivo.

Apenas crucé la puerta, el operador me hizo señas de que no podía pasar y rápidamente se levantó de su asiento para decirme: “las ventas son en la oficina”, y le dije: “ok, gracias por la información, pero yo vengo a instalar un programa para transmitir por internet, me dijeron que te iban a avisar” y el respondió, sin poder disimular ni un poquito: “¿USTED?!” y yo me reí mientras decía: “sí, yo”, el chico se dio cuenta de que la recepción había sido algo incómoda y enseguida, de forma muy amable, me indicó la máquina en la que podía trabajar. Mientras avanzábamos en la configuración, el hielo se rompió y ya no le parecía tan extraño que una señora hubiera llegado a configurar una máquina, aunque de vez en cuando usaba lenguaje técnico y me miraba fijo como para probar si yo sabía o no de lo que me estaba hablando.

Con el tiempo, las personas empiezan a relacionarte como alguien que trabaja con la informática y el hecho de ser hombre o mujer pasa a segundo plano. Más allá de esta anécdota (y muchas que me reservo) lo cierto es que el lugar de la mujer en la tecnología, no solo como quien se dedica a una tarea diaria relacionada con ella, sino como quien la crea y desarrolla, es en muchas ocasiones menospreciado, a tal grado de que algunas mujeres, cuyos grandes logros en tecnología han revolucionado el mundo, no han visto su nombre grabado en oro en los libros de historia.

Aquí tan solo unos ejemplos:

Ada Lovelace (probablemente fue más conocida por ser hija del poeta Lord Byron) fue, en el siglo XIX, la creadora del primer programa informático de la historia, solo que los escribió para “Charles Babbage” quien a la fecha es considerado el “Padre de la Computación”. Para reinvindicarla de alguna forma, en 1979 el departamento de Defensa de los Estados Unidos creó un lenguaje de programación llamado “Ada”… y bueno, algo es algo.


Grace Murray Hopper fue la inventora del lenguaje de programación COBOL, pensado para facilitar el desarrollo de programas informáticos para gente sin conocimientos específicos en este campo. Es decir que gracias a ella, personas comunes podían utilizar una computadora y no solo los ingenieros.

Hubo también un esfuerzo por reconocer su sitio en la historia, cuando en 1971 se crearon los premios “Grace Murray Hopper Award” (seguramente han escuchado hablar de ell… no, olvídenlo).

Las mujeres del “ENIAC”.  Si bien los nombres conocidos en torno a la primera computadora de la historia son los de John Presper Eckert y John William Mauchly, lo cierto es que en el desarrollo de esta máquina, presentada al público en 1946, se contó con la imprescindible colaboración de siete mujeres: Adele Katz (redactora del manual y formadora de las seis mujeres que la pusieron en funcionamiento), Kay McNulty, Jean Bartik, Betty Snyder, Marlyn Wescoff, Frances Bilas, y Ruth Teitelbaum, desarrolladoras de los primeros programas de software que abrieron el camino para que esta fuera considerada una nueva profesión, y cuyos nombres fueron literalmente ocultados durante años.

La lista sigue y sigue y continúa en el siglo XXI, pero lamentablemente el espacio no es suficiente, espero poder retomar el tema más adelante, pero no puedo irme sin mencionar a Ida Holz, uruguaya, que se ganó un lugar en el Salón de la Fama de Internet (premio honorífico administrado por la Internet Society), quienes la reconocen como una figura clave en el establecimiento de internet en América Latina durante los años 90.

Se graduó de la primera generación de ingenieros en computación uruguayos de la UdelaR y luego de estar exiliada en México, regresó a Uruguay a colaborar con la propia universidad (con mucho trabajo y logros en el medio) y en 1994 participó en la conexión directa de Uruguay con un enlace en Miami, lo que dio origen a Internet en la República Oriental… no es poco, ¿eh?


Faltan, como dije antes, decenas, cientos de nombres de mujeres que a su paso por la informática, la tecnología o la ciencia en general, se han ido borrando de la memoria histórica, para dar paso a “los padres de…”. Desde Hipatia de Alejandría, hasta Isabelle Olsson (líder del equipo que diseñó los famosos lentes Google), estas mujeres merecen ser reconocidas y recordadas, no solo por las organizaciones dedicadas al estudio de internet, sino por los libros de historia, las enciclopedias y todo lo que permita saber a las nuevas generaciones, que una mujer dedicada a la tecnología, no es una excepción.