domingo, 26 de septiembre de 2010

De príncipes azules y otras quimeras…

principe azul

Hace poco hablaba con mi mejor amiga acerca de como al paso de los años, nos ponemos cada vez más exigentes respecto a lo que una pareja debería o no ser y hacer, después de un rato llegamos a la conclusión de que el error más común es esperar al príncipe azul cuando en realidad debiste elegir al sapo, no sin antes asumirnos como sapos hembra a nosotras mismas.

Le contaba cuando hace muchos pero muchos años, por lo menos doce, me encontré en el super a una excompañera, según mis cuentas ella debía andar rondando los treinta, era una contadora muy guapa, exitosa, el tipo de mujer en la que una veinteañera como yo, esperaba convertirse.

Recuerdo que sin más preámbulo nos pusimos a hablar de las parejas, le dije que no entendía por qué ella estaba sola, cuando yo sabía bien que no quería estarlo, quería una pareja, me lo había dicho muchas veces, total que ahí, junto al departamento de carnes (ahora entiendo por qué empezamos el tema) me dijo: “mira Tania, cuando te fijas hasta de qué lado mastica el chicle, la cosa se pone difícil” creo que dijo mucho en esa frase.

Ahora entiendo mejor de lo que hablaba, la vida de un adulto soltero en términos de formar una pareja, es bastante compleja, por supuesto y como siempre digo, no me atrevería a generalizar, hablo por mi y por amistades cercanas con las que llego a tocar ese tema, que son las menos dado que no me encanta hablar de mi vida en ese ámbito.

Aunque ya tenemos asumido que la idea del príncipe azul (o la mujer ideal) es una falacia, de vez en cuando, la seguimos soñando, es aquí donde hay que tener cuidado, diría Segismundo:

“¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.”

Estas ideas del galante caballero en gallardo corcel que llega a salvarte de todo y todos, está bien en la ilusión, se vale, justifica y necesita, todos tenemos derecho a un lugar, un momento, una ilusión, un oasis, al que podamos recurrir cuando la realidad no presenta su mejor cara.

En la Universidad un maestro de Filosofía, criticado por muchos por su personalidad excéntrica y lejana con el que yo disfrutaba mucho conversar, un día me conto sus teorías respecto al amor, según él, en todas las parejas había un amado y un amante, uno siempre el objeto del afecto del otro, y entonces mi duda era, que es lo que mantiene al amado junto al amante, quién obtiene más placer o felicidad de la relación?, para eso, según recuerdo, no tenía respuesta, era complicado entender lo que motivaba a cada uno estar ahí.

Luego estaba, claro, el amor platónico, que para serlo, debía ser ideal e intocable, al acercarte, se volvía real, recuerdo bien su metáfora: “el amor platónico es como las alas de una mariposa, si las tocas, las lastimas, las destruyes, si en cambio te dedicas a admirarlas, su belleza permanecerá eterna y el sentimiento intacto” y entonces, como dueño de algo eterno, un sueño mezclado con realidad, una idealización, tendrías tu oasis, tu lugar a donde escapar.

Que tema más complejo el de las relaciones humanas, no sé si el Maestro tenga una opinión diferente ahora, no sé si tendría razón entonces, en lo particular creo que encuentras a la persona indicada cuando es el momento indicado, cuando en lugar de verse el uno al otro, ven juntos al mismo punto.

Para seguir adelante es necesario, si me lo preguntan, dejar a los sueños en el lugar al que pertenecen y entender la vida como la realidad que es, una realidad en la que aceptar, comprender, apoyar, confiar, estar, permanecer, dan a las relaciones la fortaleza necesaria para existir.

Aunque claro, este quizás sea solo mi sueño, mi propia quimera…

viernes, 17 de septiembre de 2010

La lección de Cynthia…

muneca-de-trapo

Esta entrada no pretende ser de ninguna forma una crítica a las mujeres que trabajan de sol a sol en una oficina, por cualquiera que sea el motivo, desde convicción hasta diversas circunstancias personales que las orillen a ello, para ellas todo mi respeto y mi admiración, esta es apenas, como cada entrada del blog, un trozo de vida que les quiero contar como si estuviéramos en la sala de esta su casa alrededor de una mesa llena de tazas de café y migajas de galleta.

Empecé a trabajar a los 16 años en la televisora local, años después seguía combinando el trabajo y el estudio, primero por servicio social y luego porque me era urgente iniciar mi vida profesional, comenzar a construir lo que en aquél momento yo percibía como mi futuro ideal, incluyendo tener un puesto de dirección en alguna empresa trasnacional, relacionado claro, con mis estudios.

La cosa no iba nada mal, a los 22 años ya era Encargada (así era el puesto, lo juro, “Encargada”) de Capacitación en una empresa del ramo automotriz, allá por 1997, en 1999 entré a la misma área en otra empresa, donde estuve hasta 2001 con un puesto muy similar, luego vino el matrimonio, intentamos abrir un pequeño negocio propio que no funcionó, así que comencé a buscar trabajo otra vez y afortunadamente no fue muy complicado encontrarlo, entré de nuevo a una empresa muy grande, a la que renuncié al enterarme de que estaba embarazada, en ese momento lo hice, pensando en disfrutar mi embarazo, los horarios, que no las actividades, eran muy estresantes y como Mamá primeriza quería que todo fuera perfecto, así que lo hice sin remordimiento alguno.

Luego el embarazo transcurrió en completa paz y yo siempre tuve en mente volver a trabajar, estaba todo dispuesto, mi hija entraría a la guardería después de cumplir seis meses y yo me reintegraría a la vida laboral, cuando ella llegó, yo no me le separaba ni un segundo, mi Mamá dice de broma que la tuve quince meses en mi vientre, nueve por dentro y seis por fuera, en realidad poco menos de seis.

Cuando había cumplido cinco meses surgió la oportunidad de dar clases y acepté, eran pocas horas y me quedaba mucho tiempo para estar con ella, no quería llevarla todavía a la guardería, eran tan pocas las horas que ocupaba en las clases que me parecía injustificado, así que no lo hice, mi Mamá me echaba la mano con ella y todo parecía estar en orden, antes de terminar aquel semestre universitario, me llamaron de una empresa importante a la que durante mucho tiempo quise entrar y simplemente la oportunidad no estaba dada, un consultor que había sido mi proveedor de cursos en otra empresa, era ahora el Gerente de Desarrollo Organizacional y ni siquiera recuerdo cómo, el caso es que nos topamos de nuevo y me invitó a trabajar con él.

El empleo era un trabajo soñado para alguien de mi carrera (Comunicación Organizacional), el puesto era “Especialista en Desarrollo Organizacional”, entré como todos por un “proyecto” a tres meses sin promesas de algo estable etc etc, a punto estaban de cumplirse el primer mes cuando me informaron que la responsable de Comunicación había anunciado su renuncia debido a su embarazo y me ofrecieron… pues no precisamente su puesto sino una fusión de funciones entre el suyo y el mío, ahora sería “Especialista en Desarrollo Organizacional y Comunicación” y estaría a cargo de la comunicación interna, la intranet y otras hierbas, yo brincaba de gusto, no podía creerlo, el ofrecimiento venía acompañado de un sueldo nada despreciable, contrato indeterminado, prestaciones, en fin, literalmente, un sueño profesional por fin cumplido.

Mi pequeña para ese entonces había ya ingresado a la guardería y aunque mi horario supuestamente era de 8am a 5pm la verdad es que pocas veces se cumplía, era una de esas empresas en las que es muy mal visto retirarte antes que tu jefe (aunque él esté en su oficina enviando forwards o leyendo el periódico) y había que buscar algo que hacer hasta entonces, y otra veces en verdad había una carga excesiva de trabajo y tenía que quedarme hasta las diez u once de la noche, para rematar, la empresa tenía cuatro turnos (sí, cuatro) y a veces tenía que ir a tomar fotos o dar cursos o lo que fuere, a las dos de la mañana o en cualquier otro momento que fuera adecuado para captar a la mayor cantidad de personal.

No es mi interés victimizarme, era un trabajo que disfrutaba por la naturaleza de mis labores, el único problema era que salía tan temprano de casa que mi bebé estaba dormida y llegaba tan tarde que la encontraba dormida otra vez, extrañaba el sonido de su risa y hasta de su llanto, me platicaban lo que había hecho durante el día y a veces estaba demasiado cansada como para escuchar lo que mi entonces esposo y mi hermana tenían para contarme.

En una ocasión, la orientadora de su escuelita nos llamó para la entrevista de rutina, recuerdo perfectamente lo que me dijo: “los niños llegan a nuestra vida, no nosotros a la de ellos, son ellos los que tienen que adaptarse”, los que aquí leen podrán pensar lo que quieran acerca de las palabras de la orientadora, yo sólo sé lo que sentí, me dolió pensar que mi hija me extrañaba como yo a ella pero siendo tan chiquita, como podía entender lo que sentía? como podía manejar algo que ni siquiera sabía que tenía un nombre?

Desde ese día asistí a mi trabajo, no con un sentimiento de culpa sino con la reflexión constante de poner las cosas en una balanza y saber si podía encontrar un punto de justo equilibrio, en esas estaba, con su foto en mi módulo y las llamadas constantes de mi hermana contándome lo que estaba haciendo, avisándome si le había dado fiebre y que acciones había tomado, si había hecho algo gracioso o que ella consideraba relevante, recuerdo una vez que llegué a casa y mi hermana me dijo que a mi bebé le estaba saliendo su primer diente, corrí a su cuna y así dormidita, le abrí un poco la boca para alcanzar a ver la línea blanca que anunciaba su dentición.

Así pasaron los días, el debate interno continuaba y las cosas que parecieran triviales pero que hubiera querido no perderme ni un segundo, seguían ocurriendo.

Era ya la época decembrina y como cada año en la empresa, llevaban cartas de diferentes casas hogares y asociaciones, escritas por los niños a su cuidado, pidiendo los juguetes que deseaban recibir, los empleados de forma voluntaria elegíamos una cartita para “patrocinar”, en mi caso, Cynthia, de tres años, su nombre completo tenía cierta coincidencia con el de mi hija y por eso la elegí, tenía un tumor cancerígeno pero al parecer el tratamiento iba bien, era la Mamá quien escribía la carta, todo lo que pedía era una muñeca musical.

Fui a buscar la muñeca, encontré una muy parecida a mi “Mary Pecas” mi muñeca favorita cuando era niña, sin dudarlo la compré, la envolví y al día siguiente fui a entregarla a la asistente del Director, responsable de esa actividad, quien me dijo que por qué no la entregaba personalmente, de cualquier modo pensaban pedirme que fuera a tomar fotos para la revista interna de la compañía y yo acepté, no recuerdo si era a los dos o tres días, pero era casi enseguida.

La esposa del Director de Ingeniería era la Presidente de la asociación y cuando llegué al Hospital Hidalgo, ya me estaba esperando para guiarme al área donde estaban los pequeños con sus Papás, no recuerdo su nombre, pero tendría que investigarlo, es de verdad, una mujer admirable.

Una vez en la sala en la que se encontraban niños y Papás, empezamos a repartir los regalos, la Señora decía el nombre del peque y una enfermera buscaba entre las cajas la etiqueta con su nombre y lo entregaba mientras yo tomaba fotos, después de un rato de buscar a Cynthia con la mirada, a quien no conocía pero esperaba reconocer por la edad, desesperada como soy, me acerqué a la Señora para preguntarle por ella porque quería darle el regalo personalmente, entonces recuerdo bien que me tomó del brazo, y con una mirada tristísima me dijo: “ay Tania”… no necesitó decir más, se me salieron las lágrimas y ella confirmó lo que yo creí entender, “acaba de fallecer” me dijo, empecé a llorar con más fuerza, no podía contenerme, me sacó al pasillo y me dijo: perdón pero voy a pedirte que te vayas, no es bueno que los niños te vean así, vamos a darle la muñeca a otra pequeña, muchas gracias por todo" y regresó a la sala.

Salí del hospital algo aturdida y seguí llorando, le llamé a mi Jefe que se asustó por la forma en la que lloraba sin poder contenerme, me preguntó si podía regresar o si mandaba a alguien por mi, respondí que regresaría.

Al fin tranquila, pero sin poder dejar de pensar en la pequeña que nunca conocí, seguí trabajando y el día transcurrió casi de forma normal, algunos días después mi hermana llamó gritando de alegría, estaba sinceramente emocionada y me repetía: “Luna se sentó, se sentó solita!!! ya le tomé foto para que la veas” le agradecí, colgué el teléfono y fui a la oficina de mi jefe a presentar mi renuncia, sin duda alguna.

Creo que no cabe más explicación para lo que me sucedió, para lo que entendí en ese momento, sé que disto mucho de ser una madre perfecta, que quizás es imposible estar en cada momento importante en la vida de mi hija pero también sé, que haré lo posible por no perdérmelos.

Ahora, las circunstancias han cambiado un poco, su Papá y yo estamos separados, en un civilizado divorcio en el que ambos tratamos de balancear nuestras actividades con la atención que ella merece, está más grande y entiende las cosas de una forma que a veces a nosotros nos cuesta trabajo.

Y yo, no dejo de recordar el nombre de Cynthia de desear que hubiera vivido para cambiar la vida de más personas, para ir a la escuela, para crecer, para jugar, para ser y hacer todo lo que su potencial le permitiera.

Pero la vida es así de inexplicable y hay que vivirla con toda el alma.

En memoria de Cynthia G. L.