viernes, 14 de mayo de 2010

Festival del Día de las Madres...



Mi hija se fue hoy a dormir, no sin antes ensayar los pasitos de baile que le tocará realizar mañana en el Festival del día de las Madres, tiene que ir vestida de mallones, blusón, cinturón ancho y aretes grandes y todavía entre paréntesis la maestra escribió “(Flans)” sabiendo que las Mamás de mi generación ubicamos perfectamente el look aquel que se lograba a base de un tubo para el cabello y dos litros de aquanet, había otro, el punk algo, como olvidarlo! Era azul y si se te ocurría mojarte el pelo después de peinada, estabas perdida, el pelo quedaba tieeeeeso tieso y se hacía blanco si además se te ocurría pasarte un cepillo por encima.

Ah, que tiempos aquellos pero eso era en mis días de secundaria, antes de eso, unos cuántos años atrás, cuando yo estaba en la primaria, cuando todavía mi peinado dependía de mi Mamá así como la decisión de usar laca o limón para que hasta el más pequeño pelo quedara en su lugar, yo participaba, como lo hará mi hija mañana en el que era prácticamente el evento del año: el “Festival del día de las Madres”… que recuerdos, fui disfrazada de todo: de norteña, de holandesa, con un traje del futuro (consistía en añadir al uniforme unas hombreras hechas de cartón y papel lustre).

Uno de los que más recuerdo fue aquel en el que por alguna razón el coche de mi Mamá no servía pero “al cabo la escuela está cerca” y para mi la mayor vergüenza de la vida fue tener que caminar vestida de huasteca y con huaraches!! Que horror!! 10 cuadras hasta llegar a la primaria, recuerdo que las niñas íbamos todas peinadas iguales, el traje era bonito, me gustaba, pero odiaba los huaraches, todas iban maquilladas menos yo, pero eso era siempre, a esas alturas me había acostumbrado.

Durante los festivales siempre se esperan las mismas cosas, sólo que no se sabe en que momento ocurrirán: el niño que ve a la Mamá y se pone a chillar para que lo bajen del escenario y lo lleven con ella… ejem, esa suele ser mi hija, o solía, ahora aguanta estoicamente hasta el final de la presentación, en fin, decía yo, está también el niño despreocupado al que se le olvida todo o se queda bailando a mitad del escenario cuando todos ya salieron en filita y arranca a las Mamás una carcajada en lo que sale del destanteo, siempre están también los que lo hacen maravillosamente y se ganan comentarios como “mira miraaaa el chiquito de azul, que bien lo hace!” mientras la Mamá se regodea en su incómoda silla plegable rentada por la escuela para tan memorable ocasión.

También hay una parte emotiva, que desde hace 20 años en las escuelas que yo conozco (incluída mi propia primaria) es cuando los niños cantan a coro “…esa mujer de quien hablo, es linda mi amiga gaviota, su nombre es: mi Madre” y empieza el rodadero de lágrimas, las escuelas más vanguardistas ahora incluyen en el repertorio “Mamaaaaaaá hoy quiero decir te aaaaaamoooo”, en la escuela de mi hija cantan además una extrañísima en la que los niños se quejan amargamente diciendo que de grandes no quieren casarse, como va?… ah si “…y me cuesta creer que algún día me casaré oh si, y te dejaré” en esta parte, los que lloran son los niños, no sé si este método de tortura lo inventaron en el colegio de mi hija o si hay alguna otra escuela que conozca la canción (agradecería que me lo dijeran, dicho sea de paso).

En lo personal nunca me ha quedado claro quién se supone que se divierte, generalmente la Mamá pasa horas confeccionando el disfraz, aunque ahora la mayoría de las escuelas te lo enjaretan por una nada módica cantidad pero aún así las sacrificadas Madres elegimos complicarnos la vida, haciéndole un moñito que le combine o cambiando el listón de tal color por uno más vistoso y cosas así, luego al día siguiente, ahi va una toda atarantada y mal dormida a aplaudirle a su chamaco que generalmente odia participar en estos eventos y tiene ganas de darle un patín a la Maestra porque no sólo lo obligan a bailar con alguien del sexo opuesto, sino que además es justo el que le cae gordo… nomás que era por estaturas.

Después, la espera, lo siento por las Mamás de sexto que se tienen que chutar todo el festival hasta ver a sus querubines y las pobres maestras pasando aceite y haciendo changuitos para que el número que prepararon con tanto esfuerzo salga bien y que no, a la mera hora, a un niño se le olvide entre quien y quien iba al cambiar de lugar y entre que unos le recuerdan donde iba y otros se destantean con el olvido del primero, se pierda la hermosa figura preparada para el baile que les salía perfectamente en los ensayos.

Luego viene el regalito, claro, florecitas, sachetts, marquitos de pasta seca elaborados por ellos mismos, las huellitas de sus manos enmarcadas, una tarjeta recortada toda chueca que adentro dice: “Eres la mejor Mami del mundo” cosa que nos emociona hasta que advertimos que todas dicen lo mismo porque la maestra se los puso en el pizarrón para que lo copiaran.

Y cada año, desde que yo tengo uso de razón, desde que asistía como norteña, niña del futuro o huasteca, hasta ahora que voy como homenajeada, la cosa no cambia, los festivales tienen siempre los mismos elementos y si yo fuera de verdad muy mala calaña me atrevería a cuestionar, entonces, por qué jijos los siguen haciendo? No podrían mandarnos un regalazo, así todo envueltito bien bonito con el mismo dinero que usan para el evento? O que tal si nada más les dan el día y ya nos vamos cada quien con su cada cual a festejar a donde se nos pegue la gana?… por qué el festival?

Cada uno de ustedes tendrá sin duda su propia percepción, su propia respuesta, su propio por qué, yo, ahora, releyendo esta entrada y viajando muy atrás en mi memoria, encuentro algunas razones, de hecho más que evidentes: el que te involucres con tus chaparros en la consecución de un objetivo, que cada uno perciba lo importante que es para el otro el dedicarse un día especial, el que tu hijo sienta tu apoyo y tu emoción cuando te ve sentada entre el público, aplaudiendo como si tuvieras enfrente al mismísimo “Potrillo”, el que tus ojos se llenen de lágrimas incontenibles con una canción cursi cuya letra te sabes de memoria pero que logra tocarte la fibra más sensible del corazón, su sonrisa o su llanto desde el escenario, buscándote siempre, para saludarte, para agradarte, para comprobar que ya poco importan el disfraz, la música y el regalito, solo importan esas dos miradas inseparables buscándose entre el gentío para decirse el uno al otro: “estoy aquí”.

Para eso lo hacen, para recordarnos, aunque ni debería hacer falta, que estamos unidos por siempre y eso, hay que celebrarlo.

Feliz día de las Madres!

2 comentarios:

  1. Mi sobrina, mi hermana y mi madre tuvieron la ocurrencia de comentar el festival de las madres en mi presencia. Palabras mas o menos hacían los mismos comentarios que tú sobre la necesidad de continuar con ese tipo de ocasiones. A mí me parecía una conversación irónica: las tres habían participado en festivales semejantes, las madres de ellas tres lo habían disfrutado. Y ahora esas mismas tres mujeres convivían y pasaban un tiempo juntas riéndose de cada uno de sus ocasiones. Como sea el festejo del Día de las Madres les sirvió de pretexto para consolidar la convivencia generacional. Hay cosas que jamás deberían cambiar: el festejo del día de las madres es uno de ellos...

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  2. Por el placer del rito, porque ya se sabe que los hombres somos animales de ritos y celebremos que haya uno como este, del cual sabemos cómo iniciará, cómo transcurrirá y lo más risible, cómo acabará, pero del que el encanto radica precisamente en eso.
    Yo recuerdo los penares que pasaba mi mamá con 3 hijos en la misma escuela con diferentes bailables, pero al final, así tuviera que hacer el doble esfuerzo, creo que lo haría de nuevo. Alabadas las madres en donde quiera que estén todos los días del año...

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