martes, 15 de febrero de 2011

El límite de la ambición


Esta entrada bien pudo tener por título: "Cómo decir no y no morir en el intento" y es que, cuando de un trabajo que nos apasiona se trata, podemos perder de vista los límites que separan la sana ambición de superarte, hacer algo trascendente con tu vida marcando de forma positiva la vida de quienes te rodean y la ambición por tener más y más... de lo que sea.

Hace más de un año decidí separarme de una empresa en la que realizaba un trabajo interesante y bien remunerado pero que no era precisamente lo que yo tenía en mente para mi futuro y dado el caso, para mi presente, y me separé porque tenía claro lo que quería hacer, lo que desde hace muchos años, cuando aún era estudiante universitaria, me había marcado como una meta profesional.

Dicha meta era dedicarme a la consultoría y capacitación, por supuesto en mi área de estudio, la Comunicación Organizacional, en aquel momento no sabía que me metería tan a fondo en el mundo de las ventas y mucho menos del comercio electrónico, el caso es que hace más de un año cuando renuncié, sentí que estaba preparaba para iniciar mi camino como profesional independiente.

Cuántas cosas han pasado desde entonces, nuevas experiencias, sociedades, proyectos, pero sobre todo, trabajo, MUCHO trabajo, desde las relaciones públicas, la prospección, citas, citas y más citas, presentaciones y todo aquello que me llevara, por lo menos un paso más cerca de mi objetivo.

De pronto, y especialmente en los dos últimos meses, varios proyectos largamente acariciados comenzaron a concretarse, varios clientes que literalmente perseguí durante más de un año, me dijeron por fin: sí.

Empecé a trabajar de forma entusiasta y viendo como todos mis sueños se hacían realidad, incluso publiqué en mensaje diciendo eso, que mis sueños se estaban volviendo realidad aunque sin nada mágico de por medio, todo fruto del trabajo de tanto tiempo... y de pronto, me encontré literalmente encadenada al trabajo, dedicada a un proyecto y en un momento de "descanso" me permitía unos minutos para dedicarlo a otro y en cuanto terminaba, avanzaba en el siguiente.

Incluso comía junto a la computadora porque no podía permitirme perder ni un valioso minuto, ahora que los clientes estaban diciendo que sí, ni modo que yo dijera que no!

Y entonces recordé un término del que supe hace mucho, se llama "nivel de incompetencia" aunque no se refiere a abarcar mucho y apretar poco, sino a subir y subir de nivel en una compañía desarrollándote magistralmente hasta llegar a un puesto para el que resultas un inepto, pero de cualquier modo, le encontré cierta similitud a lo que me estaba ocurriendo.

La tan añorada independencia, no era tal, los proyectos seguían llegando, me encontré como en mi nada lejana juventud... cof, cof... en la que justo cuando tenía novio era que surgían pretendientes! Ahora justo cuando tenía más trabajo parecía que todos querían trabajar conmigo!

Me empezaron a llegar, como dije antes, respuestas afirmativas de clientes a los que literalmente perseguí por mucho tiempo y propuestas externas empezaron a llegar de la nada, desde asesorías hasta distribuciones y concesiones.

Por supuesto primero pensé en términos financieros, haciendo cálculos de lo que ganaría de tal proyecto, sumado a tal otro y al otro y al siguiente, pero el tema del nivel de incompetencia me seguía acechando, acompañado de refranes como "el que a dos amos sirve, con alguno queda mal"... ahora imagínense tres, cuatro, quizás cinco, era una locura.

Me di cuenta que el verdadero sueño no era ser independiente para poder tener todos clientes que fuera capaz de atender y hasta los que no!... el sueño era en realidad, tener la posibilidad de elegir.

Una de las empresas a las que me había acercado, subsidia a una empresa más pequeña, el Director de la primera quería trabajar conmigo pero el dueño de la segunda, no, así que mientras uno me decía que iniciara el proyecto, el otro me decía, sin la más mínima educación, además, que él no lo autorizaba y hoy después de mucho estire y afloje, decidí que soy yo la que no quiere ese proyecto, agradecí al primero, se lo aclaré al segundo y volvió la paz.

No todo es trabajo, no todo es dinero, este par de afirmaciones parecieran ser tan evidentes que ni siquiera haría falta mencionarlas, sin embargo, hace falta sí, porque, al menos yo, me estaba perdiendo en un mar de proyectos que a la larga, seguramente más de uno, hubiera terminado en fracaso.

Respiré, valoré, elegí y estoy contenta con la decisión, por un lado canalizando algunos proyectos con otros profesionales que seguramente harán un excelente trabajo y por otro desechando aquellos que no traerían más que un desgaste intelectual y emocional que no se paga con nada y que si fuera yo muy mala leche, se los recomendaría a algún colega que me cayera mal, pero muy mal... naaaah, eso no lo haría, pero pensarlo ya es una buena travesura.

Nada hay tan estimulante como un trabajo que te apasiona pero más allá de encontrar el tenerlo a montones como una señal de éxito, es la capacidad de elegir, al menos para mi, en este caso, lo que me dice que nada de lo que hice en todo este año de trabajo, ha sido en vano. Libertad de elegir, decidir y disfrutar... nada define mejor la verdadera independencia.

No existe el verdadero éxito en una ambición sin límites.

4 comentarios:

  1. buen punto Taña! no todo lo que brilla es Oro y no todo el oro del mundo compra la salud y tranquilidad.

    saludos.

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  2. Ese es el éxito, la libertad de elegir en que proyecto trabajar y en una actividad que te apasiona, que más puede definir el éxito que poder trabajar con quien quieres y en lo que te apasiona, felicidades por ese logro

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  3. Además era una chambita muy jija que te iba a dejar muy mal sabor de boca...

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  4. Que gran entrada, porque es justo lo que llevo pensando desde hace unos 3 meses sobre mis perspectivas laborales. Lo importante es disfrutar el trabajo, hay que trabajar para vivir y no a la inversa, y pienso que en momento en que el trabajo ya no divierta, apasione e inspire, es #momentodeecharseacorrer .

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