Hace días, semanas tal vez, que tengo escrito por completo este post en mi mente, y sin embargo, cada vez que llego hasta acá a escribirlo, las palabras que consigo plasmar no acaban de expresar lo que tengo en el corazón cada vez que siento la necesidad de hablar de lo que mi mudanza a Uruguay significa en mi vida en este momento, de lo que dejar mi país significa para mi, justo ahora.
Los motivos para irme son muy personales y no es esta la forma ni el espacio para compartirlos, los saben quienes deben saberlo. Y los amigos que deseen conocerlos, no tienen mas que preguntarme y yo se los diré.
Contrario a lo que muchos puedan pensar, la decisión no tiene que ver, al menos no de manera estricta, con la inseguridad que se vive en el país, eso podría asegurar, aunque suene duro, es circunstancial, no un motivo para alejarme.
Es Uruguay un país al que amo, al que admiro, al que hace mucho otorgué ya un pedacito de mi corazón, es también la otra patria de mi hija, una patria que quiero que viva, conozca y disfrute, tanto como lo ha hecho con México, aún a su corta edad.
Y sin embargo, cada día encuentro algo más que extrañar... la lista es eterna, va desde las papas sin marca, hasta los amigos más entrañables y por supuesto, mi familia de origen. Antes he aceptado aquí que jamás he sido la hija modelo, ni la prima, tía o hermana modelo, para tal caso. En cuanto a ser la mejor amiga... pues mucho me temo que tampoco.
Contrario a lo que muchos perciben o elaboran con base en mi forma de relacionarme con otros, me cuesta trabajo hacerlo a profundidad, me gusta, sí, conversar, compartir y llevo muy adentro en mi corazón a tantas personas, muchas de las cuales quizás ni lo sospechan, sería difícil adivinarlo puesto que nunca he sido lo suficientemente expresiva o elocuente.
Trato de estar cerca y al tanto de quien me importa y de que sepan que cuentan conmigo, no siempre soy exitosa en ese intento, pero sé que es valioso para quienes lo han advertido.
Tampoco he sido nunca la mejor de las anfitrionas... ni la más distinguida invitada, y de todo esto que ahora me atrevo a confesar, quizás lo único que pudiera considerarse inconfesable, es que no me arrepiento de ello.
Por favor no consideren esto una postura arrogante, muchas veces he tratado de transgredir lo que soy, mi esencia, para ser más cordial. Sin embargo, son las personas que a pesar de todas mis fallas han aprendido a quererme (que no a aguantarme todo) las que están ya en mi historia para siempre, las que dejaron una huella imborrable en mi corazón y que por supuesto podrán seguir contando conmigo, aún a la distancia, de la forma en la que sea posible.
Esas personas... llámense amigos o familiares, o mejor aún, aquellos en los que la linea entre uno y otro ya no se distingue, no necesitan que les nombre aquí, lo sabrán en cuanto lo lean.
En cuanto a mi México, mi país entero, mi patria misma... me duele tanto dejarlo así, y aunque una parte de mi se pregunta de qué valdría la ínfima diferencia que una de sus ciudadanas consiguiera con sus acciones, otra me reclama, me acusa de abandono y me exige explicaciones.
A mi, que muchas veces (sí, lo acepto) critiqué que alguien que por cualquiera que fuera la razón no vive en México siquiera opinara de nuestra economía, educación, salud, seguridad o lo que fuere, ahora me tocará estar en sus zapatos y hacer... lo que sea que como ciudadana de México que siempre seré, me toque hacer. Desde mi trinchera, sin importar en donde esté, y que me llamen como deban llamarme, y que piensen lo que quieran pensar, siempre estaré aquí, siempre regresando.
No estoy ahora en posición de apostarle a nada, como puede ser que dentro de seis meses Uruguay me deporte señalándome como persona non grata, puede ser que no pueda pisar suelo mexicano sino hasta un año después, o varios más, o nunca, eso, como muchas cosas que nos son trascendentes en la vida, no puedo saberlo ahora.
Una de las cosas de las que puedo sentirme orgullosa es mi capacidad de amar apasionadamente, lo que me obliga a desprenderme de pedacitos de mi corazón aquí y allá, y cada desprendimiento duele hasta el fondo del alma y son ellos los que escriben mi historia.
Mientras tanto, haré lo mejor que pueda hacer por mi familia, por mi entorno, por mi país, ahora desde aquí, más tarde desde allá, siempre desde donde sea que esté, siempre. Yo que tanto renegué de los absolutos, me encuentro llenando este espacio de nuncas y siempres que deseo cumplir con todo mi ser.
Pronto seré una ciudadana Uruguaya, pero jamás dejaré de ser Mexicana, y cada trozo de patria que me ha tocado recibir, vivir, disfrutar o llorar, estará siempre conmigo, como cada uno de los que amo.
Sabe Dios en donde estaré cuando exhale mi último aliento, sólo espero que mis cenizas regresen aquí, a mi amado México, y mi epitafio diga: "El destino me escupió pa'l sur, pero soy una necia y aquí estoy, siempre volviendo."