Hace una semana celebramos el cumpleaños número 7 de mi hija, cada año desde que nació he procurado que esa fecha sea inolvidable para ella, algunas amigas bromean diciendo que cuando cumpla XV años rentaré el auditorio nacional…ya estoy checando fechas.
A decir verdad, creo que si tengo una fijación con las fiestas infantiles, quizás se deba a que fui la única de los tres Valladares Dávila que jamás tuvo una fiesta en salón, si! Culpo a mis insensibles padres de provocar en mi esos terribles traumas psicológicos que han marcado mi vida y que ahora transmito a la siguiente generación. Naaaah, les voy a contar la verdadera historia.
Por algún extraño e inexplicable motivo, no recuerdo nada de mi infancia de los 10 años hacia atrás, por ahí un experto les dijo a mis papás que probablemente un hecho traumático bloqueó mi memoria…la manga que! Dispersa y olvidadiza que soy…en qué iba?
Ah si, el caso es que de las pocas cosas que recuerdo de mi infancia fue una fiesta de mis hermanos, recuerdo vagamente algunos detalles: hubo un mago, había escenario y todo, creo que hay algunas fotos por ahí, lo que recuerdo con toda exactitud, son los bolos. Mi Madre era y es una maga creativa, la clase de Mamá que convierte los platos desechables en padrísimos platillos voladores y los vasos en licuadoras para las niñas, estaban geniales! Yo era super chirris pero no podía esperar para que me hiciera una fiesta así! Con bolos hechos por ella y en un salón grandote, con mago y…todo lo demás que no recuerdo (seguramente sandwichitos, coditos, pastel y gelatina…algo me lo dice).
Como dije antes no recuerdo fechas exactas ni la edad que tenía cuando todo eso ocurrió, recuerdo eso si que ya estando en Aguascalientes, me prometieron que por fin tendría mi fiesta en salón!! Sería de Rosita Fresita y no solo eso!! Mi Mamá se había dado a la tarea de conseguir frasquitos de Gerber para hacer mis bolos…nunca entendí como serían pero seguramente ella lo tenía clarísimo en su mente, para variar, no recuerdo por qué la fiesta nunca llegó, mi Mamá tampoco se acuerda, el caso es que no llegó…y después ya estaba yo muy vieja para una fiesta así. Esa se convirtió entonces en una suerte de asignatura pendiente, una de esas cosas que si no vives a tiempo, ya no viviste! que prueban de una vez y para siempre que el tiempo no regresa…y los momentos menos.
Cuando mi hija cumplió un año, todavía ni caminaba, y yo le hice un pachangón en el patio de la casa de mis Papás que no vean!! Fue de Kitty (otro trauma infantil que ya les contaré), hubo brincolín, dulces, palomitas, pastel, 2 mega piñatas, música, juegos y mil cosas más de las que la pobre ni se enteró porque cayó rendida a media fiesta y la tuve que despertar para tomarle la foto con el pastel, sale toda modorra y malencarada la pobre. Cuando cumplió dos no resistí la tentación y se repitió más o menos la misma historia…y a los tres...la misma cosa.
Cuando cumplió cuatro por fin estaba en edad de enterarse bien de lo que se trataba una fiesta infantil y cumplí MI sueño de fiesta infantil, renté un salón padrísimo, con escenario y todo, hubo un payaso!! El pastel hecho por mi, los bolos retacados de dulces y detalles con su nombre, metimos 60 chamacos en un salón para 30 había una gran lona con su foto a la entrada y otra adentro, el menú incluía pizzas y helado además de una fuente de chocolate y globos de colores por todas partes, si, era MI fiesta ideal…el único problema es que había tantos niños que mi pequeña no lo disfrutó ni un poquito, a 40 de los 60 invitaditos no los había visto en su vida y no es precisamente la niña más sociable del mundo…en MI afán por MI fiesta perfecta, había arruinado su cumpleaños…por si fuera poco repetí el numerito a los 5 y a los 6.
Este año me dijo: “ahora yo organizo mi fiesta” eligió el personaje y nos dijo el número de invitaciones que necesitaba, invitó a todo su salón y a algunos de sus compañeritos del año pasado que quedaron en otro grupo, la lista incluía 25 invitados de los cuales 20 asistieron encantados de la vida, corrieron por el mismo salón en el que había tenido lugar su fiesta de 4 años, brincaron, rieron, jugaron, subieron, bajaron, todos juntos! no había grupos ni pleitos, uno que otro chipote eso si y luego, ya en casa, mientras abría sus regalos, me dijo que era la mejor fiesta que había tenido, claro, esta vez era SU fiesta.
Hasta ahora, después de 7 años, de 7 fiestas, entendí el egoísmo al que la sometí en las anteriores preocupada por hacer la mejor de las fiestas, que todos disfrutaban menos ella… que tan ciega debe estar una Mama para notarlo después de tanto tiempo? En que otras cosas he decidido para ella lo mejor para mi? Que cosas habrá en el día a día que son un reflejo de mis traumas y que bajo la vieja consigna de “quiero que tenga lo que yo no tuve” me ha llevado a imponerle cosas que no son su deseo? Seré capaz de no repetir esos errores? No lo sé, lo intentaré, eso es seguro.
Debió quedarme claro cuando la regañé por querer abandonar el ballet por la natación y me dijo: “es que el ballet te gusta a ti, no a mi”…tenía 5 años.
Aprendemos alguna vez a ser Padres, a respetar sus deseos aún cuando sean unos niños?
Recordé algo que leí (aunque no me acuerdo donde) una anécdota en la que una familia llega a comer a un restaurante y cuando la mesera se inclina hacia el niño y le dice: “a Ud. que le servimos caballerito?” el niño exclama: “miren! Cree que existo”.
Quiero pensar que he aprendido la lección, que mi tarea de protegerla y orientarla no debe interferir con sus deseos y aspiraciones, prometo tenerlo siempre en mente, ojalá pudiera jurarle no volver a fallar.
Ah! y que creen? cuando cumplí 30, mi Mamá nos invitó a su casa, cuando llegamos, me encontré con globos, pastel, vela, mantel y bolos…de Rosita Fresita…tal vez después de todo, para algunas cosas nunca es demasiado tarde.
Gracias Mamá.