sábado, 13 de marzo de 2010

De sorpresa y expectación




Cuando he dado clases, a mis alumnos les resulta más que evidente mi amor por el cine, ya que con frecuencia, inicio un tema diciendo “vieron una película que…?” y generalmente la respuesta es: no. Me curo en salud con dicha explicación de la explicación que ahora viene, porque estoy a punto de decir “vieron una película que…?” afortunadamente en estos rumbos hay muchos contemporáneos y generalmente la respuesta es: si. Eso ayuda bastante.

Vieron una película que se llama “Great Expectations”? es de 1998, dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón, adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Charles Dickens, como en todo arte, mucho de lo que se devela ante nuestros ojos es provocado por nuestra propia percepción, así que habrá quien haya visto en esta película algo diferente a lo que yo vi, y lo que yo vi, fueron una chica y un chico, ella rodeada de grandes expectativas de vida, tanto por su posición social como por su belleza y un chico, rodeado de la ausencia de expectativas por su situación económica y familiar, poseedor eso sí, de un gran talento como pintor. Por supuesto no se las voy a contar porque habrá uno que otro que no la haya visto, pero si puedo decirles que la forma en que sus historias se desarrollan y llevan a uno y otro a enfrentar una realidad diferente a sus expectativas, te hace dudar que será mejor, si el hecho de que dichas expectativas sean grandes o la ausencia de éstas.

De alguna extraña forma yo me he encontrado, en diversos momentos con situaciones que me llevaron a generar la loca teoría de que es mejor no tener expectativas, cuando estaba chava, no hace tanto, y salía con mi mejor amiga con la expectativa de arrasar con cuanto bar, disco o antro encontráramos a nuestro paso por la ciudad, puntos circunvecinos y adyacentes, era ley, nos iba de lo peor, no había onda en ningún lado, o no podíamos entrar, en fin, la noche acababa en viacrucis y cuando nos dábamos cuenta ya era de madrugada y teníamos que regresar y otra veces, en las que cada una estaba tirada en su casa, ya con pijama y de pronto a teléfono decidíamos salir a determinado lugar a tomar una copa y regresar, llegamos a pasar los mejores momentos de nuestra vida de reventón, la mejor fue la que llamamos “la noche de los gremlins” (ella entenderá).

El caso es que la madrugada de hoy, después de un viaje de diez horas en un autobús que parecía diligencia del viejo oeste y que paró en cada pueblo que encontraba en el camino, (siempre, SIEMPRE pregunten si es directo) me encontraba a pesar del cansancio, contenta por lo productivo del viaje y con eso en mente, me dormí.

Cuando desperté, me encontré con uno de esos mensajes que te anuncian lo peor que se te ocurra recibir en términos profesionales, no diré que era, pero piensa en algo que te pondría muy de malas leer al despertar y bang! ahí está, imaginarás mi sensación, a regañadientes inicié el día con el coraje atravesado y la sensación de que todo estaba por empeorar, sin expectativas de ningún tipo pues.

Con la bilis aún en punto de derrame y el cerebro en ebullición me puse a hacer actividades de esas que llamamos “pendientes” y que por “x” o “y” postergamos durante semanas, embebida en estas labores recibí la llamada de un amigo, en relación al malestar matutino, después de hablar con él, ya de mejor humor, seguí adelante, poco a poco cada tarea que empecé fue concretada sin problemas, nuevas llamadas y buenas noticias empezaron a llegar durante el día, una larga plática con un amigo acabando de limar asperezas, momentos emotivos nacidos de la nada, vuelcos al corazón resumidos en ciento cuarenta caracteres, carcajadas de mi hija resonando por la casa, mi perrita acompañándome a mis pies, sobremesa con mis viejos y cuando me di cuenta, aquel día calificado como “del nabo” en las primeras horas de la mañana, se había transformado en un estupendo día, en el que las cosas más simples habían tomado relevancia, la que sin duda hace tiempo merecían.

Todo ello me llevó a reflexionar, como los invito yo a hacerlo ahora, que habría pasado si mi día hubiera empezado estupendamente? si además de eso, basada en esa sensación yo me hubiera generado expectativas de lo grande y lejos que debían llevarme las siguientes horas, probablemente hubiera postergado más uno que otro de los pendientes, dedicándome a concebir el plan que por fin me haría conquistar al mundo y entonces!!...ok, fui demasiado lejos con eso, pero, quizás al transcurrir el día y no ver mis expectativas cumplidas, la frustración se hubiera apoderado de mi, quizás hubiera mandado callar a mi hija de un grito mientras se carcajeaba jugando, tal vez hubiera castigado de un patín a mi mascota porque me paré y estuve a punto de pisarla, tal vez en la prisa por recibir lo mejor del día, me hubiera parado de la mesa para regresar a la computadora y dejado a los viejos solos...en fin.

¿Cuántas cosas colosales nos perdemos en espera de las grandes?

Mi Papá siempre dice “el hubiera es el pasado perfecto de me apendejé”, y en esa lógica no vale hacer especulaciones sobre lo que no pasó.

Sin embargo, he decidido de forma consciente, uno que otro día como sano ejercicio, empezar el día sin expectativa alguna, dejando que la vida me lleve y me sorprenda a cada paso, tornándome receptiva a cada palabra y su significado, sensible a cada encuentro, atenta a cada sonido y así sin esperar nada, probablemente tenga otro día tan inolvidable como hoy.

Mientras escribía las últimas líneas de esta entrada, alguien a quien menciono en ella apareció en el messenger y cuando le dije de su presencia en este texto me dijo: “Órale!” me reí por lo espontáneo de la expresión y le pregunté: “y ese órale?” a lo que respondió: “es de sorpresa y expectación”, yo no podía creerlo, lo único que le faltaba a esta entrada para ser publicada era un título, y llegó, que bueno que alguien más lo sabe o cualquiera pensaría que estoy loca y lo imaginé.
Hoy antes de dormir, mi pensamiento será este: deja, cada vez con más frecuencia, que la vida tome te suceda y te llene a lo largo del día de momentos que te llenen el alma de sorpresas… aún sin expectativa alguna.

1 comentario:

  1. Un día escribí en cuento, y su texto me recordó unas líneas de él:
    Se despertó de repente, al despuntar el alba, con la idea en la cabeza, de que
    al igual que la muerte, la felicidad convive con nosotros cotidianamente, en los
    lugares más inesperados, de las formas más ortodoxas. Vive en nuestra casa, pero
    no le ponemos atención porque esperamos a que un día una corte real la anuncie
    en el jardín y toque nuestra puerta con bombos y platillos para hacer una entrada
    triunfal a nuestras vidas.

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