viernes, 19 de marzo de 2010

La yo que solía ser...





Buscando una libreta que me acompañara a un viaje (nunca se sabe cuando te ocurrirá algo que merezca la pena ser escrito para poder recordarlo luego) encontré una en la que escribí hace casi 13 años, debo aceptar que me gustó reconocerme como era entonces, con el discreto deseo de que alguien leyera lo que ahí escribía.

Recuerdo perfectamente aquel viaje, yo tenía 22 años y trabajaba como supervisora de capacitación en una empresa alemana, tenían que mandar un material urgente a Puebla y alguien debía viajar con él como equipaje a la Cd. de México, yo nunca había viajado sola, así que sin dudarlo levanté la mano y al no haber más opciones me “eligieron” a mí y allá fui.

Así pues, me permito usar este espacio para cumplirle el sueño a aquella Tania, que es tan parecida como distinta a la Tania que soy ahora, sepan disculpar los errores, lo transcribo tal como lo encontré.

Ah, pero antes, una pregunta, si tu pudieras cumplirle un sueño al tú que eras hace 13 años, cual sería? Por qué no hacerlo hoy también? Y así le rendiremos tributo juntos al ímpetu que nos llevó a construir nuestra realidad actual y quién sabe, quizás ese ejercicio nos recuerde la esencia de lo que somos y que tan fieles hemos sido a nuestros deseos.

Con su venia, los dejo con lo que yo pensaba aquel día…

Lunes 06 de octubre de 1997

Por raro que parezca, las letras me llaman, estoy en un metro en la Cd. De México, en medio de un viaje relámpago y un muchacho subió vendiendo estas libretas que coincidentemente siempre me han causado fascinación porque se me figuran antiguas y románticas, aunque a otros les parezcan aburridas y fiscales, cosa segura puesto que he sido yo la única que la compró (al menos en este carro). Aquí venden de todo, un señor que vendía reglas y compases acaba de bajar y ahora se escucha irónica la voz de un niño triste vendiendo alegrías.

Después de la travesía del metro cuya escritura tuve que abandonar debido a la estación “la católica”, me encuentro en mi sueño, tomando una piña colada en un café de la zona rosa llamado “Yuppies sport”, si mi amigo Oscar Zárate me viera aquí, me retiraría el habla definitivamente.
Después de leer y releer la carta, he hecho una elección (de $40.00 para abajo) ando con dinero de la compañía y cuando vean la nota van a decir ¿no podías comprar una coca y una bolsa de papas?

Órale! Las meseras traen botines Andrea. ¿ves como no pido mucho madre?

Me metí en el lugar con menos tránsito ¿será el nombre una barrera psicólógica…¿?…¿? ¡Nooo!

Muevo el popote en mi piña colada y de pronto pienso ¿será esto naco en la subcultura yuppie?, por si acaso, mejor ya no lo hago.

Wow! ¿Qué tengo en frente? “Gold Ram” bolsas de piel, ¿precios? Ahí muere, mejor me quedo en mi mesita a esperar mi ensalada triathlón. Mmmm ¡Mejor de lo que imaginé! ¡Arriba los Yupies!…perdón Oscar.

Jose, creo que los champiñones que me sirvieron son alucinógenos, acabo de verte pasar.

En un acto casi ritual los yuppies se levantan, acomodan su silla y se ponen sus sacos al ritmo que marca el primero en hacerlo, jaja.

De regreso al mundo suburbano me meto en el metro sardina para regresar al aeropuerto, vaya día! De la tierra al cielo, del cielo a la subtierra, de ahí al mundo yuppie, de los yuppies al submundo, otra vez al cielo y por fin: hogar dulce hogar, bueno, eso espero porque mi avión sale a las 6:00 y si lo pierdo me muero, ahora que si no me muero, regresaré al mundo yuppie mientras me matan.

Destino final: el aeropuerto, aquí no soy la única solapa así que no me siento tan mal. El topo, la prima y la flais no saben de la que se están perdiendo, estoy en el área de vuelos internacionales y por estúpido que parezca, no pierdo la esperanza de ver llegar a Jose.

Otra vez en un avión, de regreso a casa, sólo que esta vez llueve, nunca he viajado así, espero que sea hermoso, yo no sé por qué escribo cosas que nadie más que yo va a leer, pero me divierto mucho cuando las releo, de hecho, creo que soy mi escritora favorita después de Milan Kundera (se vale soñar) me conformaré el día en que alguien recuerde lo que escribí “bajo la rueda”.

Ya estuvo bueno de crecidas vanidades, aunque voy para arriba, mejor me calmo, solo es el avión.

Me choca aerocalifornia, parecen peseras aéreas, pero debo recordar que tengo dos opciones: sufrir y disfrutar, ya estoy aquí, cual elijo?

Las nubes me distraen por un momento, ¡que precioso día!, vi amanecer desde el cielo y veré el anochecer también desde aquí.

Perdona libreta que te deje de nuevo, pero no quiero perderme el espectáculo de luces y sombras que me ofrecen a través de la ventanilla.

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